editorial periférica

28 octubre 2007

LA NIEVE en DIARIO DE SEVILLA


Manuel Gregorio González firma hoy esta reseña de La nieve, titulada "Los salones galantes", en Diario de Sevilla: "Nunca se insistirá lo suficiente en la influencia de Italia, de su clima meridional y el arte clásico, en el desorden tumultuario del Romanticismo alemán. No es sólo el Derecho Civil de Cesare Beccaria; es también el esplendor marmóreo de los cuerpos, la arquitectura de Palladio, un hedonismo suntuoso y remoto que Europa recupera a través de Winckelmann y Lessing. Los cuales, unidos a Goethe y su Viaje a Italia, forman la trilogía estatuaria del cementerio romántico germano (no podemos olvidar a Los dioses en el exilio de Heine). Así pues, no es casualidad que Johanna Schopenhauer, madre del filósofo, recibiera en su salón de Weimar al consejero Goethe. Ya que es Goethe, su poderosa influencia, quien prefigura y anima las páginas tormentosas y agónicas, también frívolas y galantes, de La nieve.
En efecto, Goethe y Napoleón son quienes ahorman el movedizo siglo XIX. Napoleón, doblando su estatura sobre un caballo; herr Goethe, trayendo la fiebre del meridión, el orden clásico, la vibración y el misterio de la existencia, a una Alemania protestante. En La nieve encontramos todos los temas predilectos del Romanticismo, si bien la señora Schopenhauer, a diferencia de su invitado, jamás pisó tierra garibaldina y digamos que escribía de oídas. El hecho incontestable es que Italia, lo italiano, su llamada pánica y un sur idealizado y fragante, son un personaje más, si no el central, de esta novela breve y delicada, La nieve. Naturalmente, también están los excesos amatorios al uso, los amores castos e imposibles entre bellos jóvenes, de perfil griego y ojos encendidos, que tanta fama dieron al suicida de Goethe. A la contra, podemos decir que Alemania es un paisaje a la fuga, un fondo oscuro, que se hace grandioso en los Alpes y se arrellana, cruzada la cordillera, en la península italiana. Goethe, a última hora, había vuelto a la oscuridad del aquelarre con su Fausto. Pero la señora Schopenhauer, quizá por no haber visitado el sur, se quedó en el sueño de una calidez que era, no sólo bonanza y efusión del clima, sino calidez intelectual, triunfo de lo claro, orden apasionado y violencias áticas. La monumentalidad de las montañas, tan cara a Nietzsche, aquí no es más que el preludio de la tragedia. Tal vez, de ahí viene la soledad brumosa de Schopenhauer. Su madre, sin embargo, esparció en sus salones el ademán cortés, el recuerdo y la luz, la idea de una tierra más pródiga y hermosa".
LA NIEVE en DIARIO DE CÓRDOBA. Días después, el periódico cordobés reproducía la misma reseña: http://www.eldiadecordoba.com/192918_ESN_HTML.htm
En la imagen, Johanna y su hija Adele.

LA NIEVE en EL FARO DE MURCIA

"De las manifestaciones del amor". Así se titula la reseña que Ángela Belmar Talón firmaba para el suplemento de letras del diario El Faro de Murcia hace unos días:
"De la mano de la editorial extremeña Periférica hace su debú en España la obra de Johanna Schopenhauer La nieve. Aunque inédita en español fue publicada por primera vez en 1825. De claros trazos autobiográficos con esta novela, la madre del famoso filósofo y pensador Arthur Schopenhauer tratará de recrear su propia vida. Una existencia que giraba en torno a un salón enclavado en la ciudad alemana de Weimar en el que se daban cita todo tipo de personajes pertenecientes al mundo de la intelectualidad. Este mismo detalle personal es el punto de arranque del libro, 'un salon burgués en la Alemania de principios del XIX: el de la condesa Cölestine' -esta última una figura que parece inspirada en la propia figura de Johanna.
Construida y narrada con un innegable buen oficio la autora envuelve la historia de la calidez y la intimidad que caracterizaban a las veladas literarias, un excelente acompañamiento para la narración que emana de la boca de un afamado pintor y que cautivará a los asistentes con un relato, de inspiración verídica y tintes melodramáticos, basado en una relación amorosa imposible debido a los convencionalismos sociales que imperaban en la época.
Con el más cásico estilo folletinisco la escritora hilvana el relato de Viktor y Marie, en el que incluye todos los ingredientes típicos del amor cortés que evoluciona hasta un amor atormentado en el que las estrictas normas sociales y los sentimientos de culpa llevan a transformar un sentimiento puro y auténtico en una ofensa personal.
Cabe resaltar la mitificación que hace la escritora del amor hasta términos absolutamente exaltados a través de la voz y los actos de sus propios protagonistas; en ocasiones, éste no se entiende como tal, sino más bien como una especie de devoción a la que el personaje se ve arrastrado inexorablemente.
Un amor que, por otra parte, no sólo se ocupa de la pareja protagonista, sino de todas las figuras que deambulan a su alrededor, porque todos sin excepción están atrapados en algún tipo de amor o sentimiento apasionado: bien sea una enaltecida amistad, un afecto que raya en la obsesión, el amor filial, el sacrificio por un querer o el amor que nace fruto de la culpa y el remordimiento. Todo ello aderezado con un final sorprendente que emana del azar, de la casualidad o del propio destino y que da que pensar algo tan simple como que a lo largo de nuestra propia existencia todos los seres humanos estamos muchísimo más cerca o más conectados entre nosotros mismos de lo que nuestra mente puede llegar a imaginarse.
Una obra breve para disfrutar de un placentero rato recordando todos los vértices de los que es susceptible el amor.

LA NIEVE en EL CORREO

Gerardo Elorriega firmaba esta reseña de La nieve, de Johanna Schopenhauer, el pasado 10 de octubre en las páginas del suplemento cultural del diario vasco El Correo: "De vez en cuando aparecen libros que resultan pequeñas sorpresas, tesoros que escapan a las grandes campañas de publicidad y que pueden pasar inadvertidos para la gran mayoría. La nieve es una de esas curiosas obras que esconden un atractivo singular. Se trata de una novela, editada inicialmente en 1825, escrita por Johanna Schopenhauer y que revela la extraordinaria personalidad de la madre del filósofo alemán Arthur Schopenhauer. Gracias al prefacio y posfacio, debidos a Luis Fernando Moreno Claros, conocemos a una mujer que gozó de gran reputación en su tiempo y que la Historia ha postergado en favor de la notoriedad de su hijo. Los textos introductorios, muy interesantes, nos descubren a una mujer con gran iniciativa, culta, políglota, impulsora en la ciudad de Weimar del salón literario que frecuentaba Goethe. Considerada la primera escritora alemana que firmó con su verdadero nombre, legó una extensa producción en la que se incluyen libros de viaje, biografías y memorias, cuentos y narraciones extensas. El relato de su vida nos descubre una complicada relación maternofilial, marcada por las disputas constantes y la ruptura final, situaciones derivadas del enfrentamiento entre dos caracteres contrapuestos, la sociabilidad de ella y el talento egocéntrico del pensador.
En Johanna hallamos un exquisita sensibilidad pero también la voluntad más fuerte, determinada a conseguir sus propósitos. La nieve, con reminiscencias autobiográficas, ejemplifica sus dotes para la literatura y un estilo íntimamente ligado a la novela romántica, género que le proporcionó una gran, pero efímera, popularidad a principios del siglo XIX".

ISRAEL CENTENO entrevistado en PÚBLICO

A lo largo de la reciente gira española de presentación de Hilo de cometa, de Israel Centeno, éste fue entrevistado por numerosos medios: radio, televisión, prensa escrita... Queremos destacar ahora la entrevista que Peio Hernández Riaño le hizo para el periódico Público (publicada el pasado 25 de octubre), pues conseguía tocar en unas pocas líneas algunos de los temas fundamentales de este segundo título de Centeno con el sello de Periférica: "¿El militar es progresista? Al personaje de la nueva novela de Israel Centeno (Caracas, 1958) le ha tocado un padre golpista. En los ochenta protagonizó uno de los intentos de golpe de estado que prepararon los militares venezolanos en aquella década. Ambos, como se sabe, frustrados. 'Él (el protagonista) se tiene que cuestionar muchas cosas a partir de este pasado familiar, como, por ejemplo, si la revolución es algo progresista o si los militares que trataron de derribar la democracia son realmente revolucionarios', reconoce el propio Centeno a Público.
Hilo de cometa (Periférica) es el título elegido para la segunda entrega de la saga que el autor arrancó con la anterior novela, Iniciaciones (también en la editorial Periférica). El sotto voce de esta historia iniciática es una de las tantas dictaduras de América Latina. Tras la adolescencia del personaje hay un territorio expresionista y lírico, muchas veces doloroso. Tras los descubrimientos del sexo inocente y erótico siempre, las primeras borracheras, un panorama político revuelto, con un régimen democrático a medio cocer.
Centeno ha acudido a una estructura más tradicional que la que empleó en Iniciaciones (vehemente y fragmentaria). Junto con Hilo de cometa, la editorial ha añadido la novela corta e inédita Retrato de George Dyer".

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en ESQUIRE

La recientemente "estrenada" en España Esquire, versión castellana de la mítica revista estadounidense, trae en su número de noviembre (el segundo de la edición española) una divertida lectura de Los Rolling Stones en Perú a cargo de Vera Bercovitz, titulada con humor "Cotillón en Lima": "¿Pasearse sin camisa por los pasillos del exclusivo hotel Crillón? No, prohibido. ¿Y si se trata de los Rolling Stones? Tampoco, lo sentimos. '¿Acaso no saben quiénes somos?', gruñían atónitos Keith y Mick mientras, amablemente, el propio gerente se encargaba de leerles las estrictas normas de este pulcro hotel de Lima.
Era el año 1969 y Keith Richards, Mick Jagger y Anita Pallenberg, la novia que le guitarrista le había levantado a su compañero de grupo Brian Jones (que ese mismo año moría ahogado en la piscina, y no porque no supiera nadar), decidieron pasar el fin de año en Perú -en plan cotillón-, país al que huían en busca de paz, como ellos mismos declaraban al Sunday Express. Por aquel entonces Keith y Mick tenían sólo 25 años, pero ya sabían lo que era la fama. Las fans les perseguían, los periodistas les agobiaban y vivían una época extrema de sexo, drogas y rock'n'roll.
Cuarenta años más tarde, el escritor Sergio Galarza y el periodista Cucho Peñaloza, ambos peruanos, rastrean las historias que los Stones protagonizaron en su país en el libro Los Rolling Stones en Perú (editorial Periférica, 13 €). Aspiraciones infinitas de montañas de polvo blanco, paseos semidesnudos por las conservadoras playas peruanas, fiestas y orgías nocturnas (y diurnas). Si hoy, con 64 años, Keith Richards se cae de los cocoteros, qué no harían los Stones en pleno apogeo de inconsciencia y juventud".

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en HERALDO DE ARAGÓN

"Tras los Rolling con vértigo" se titula la reseña de Los Rolling Stones en Perú que publicaba el suplementos Artes & Letras del Heraldo de Aragón este jueves pasado, con firma de Juanjo Blasco Panamá:

"¿Queda algún enigma por resolver en la vida de los Rolling Stones? ¿Hay algún secreto por desvelar? La banda más longeva y brillante de la historia del rock ha sido desmenuzada de tal manera en biografías, análisis y artículos que los interesados en el tema deben sufrir hartura. Pero siempre es posible encontrar un ángulo nuevo u original: Los Rolling Stones en Perú de Sergio Galarza y Cucho Peñaloza (Periférica, 2007. 176 páginas) se dedica a eso. A finales de 1968 las cosas venían mal dadas para 'sus satánicas majestades'. Richards era sobrepasado por la droga y su estado físico empezaba a inquietar a los más allegados; Jagger empezaba a juguetear con el oropel y la alta sociedad haciendo gala de un amaneramiento bobalicón imperdonable en alguien que levantaba estadios cantando 'Street fighter man' (Combatiente callejero); Brian Jones había sido dado por imposible y abandonado como un perro en Marruecos meses antes de morir en la piscina de su casa, y de las acompañantes de los dos primeros, Marianne Faithfull y Anita Pallenberg, baste decir que la primera debía inyectarse morfina para superar los dolores que le estaba produciendo su embarazo (¿alguien recuerda 'Sister Morphine' de los Rolling). Un cuadro, vamos.

Y aquí es donde comienza el presente libro. Con Jagger y Richards poniendo kilómetros de distancia y llegando al Perú previo paso por Brasil para descansar y ocultarse en un país donde desde luego no eran ni la milésima parte de conocidos que en otros. Narración deliciosa y de lectura fácil elaborada por dos peruanos, Sergio Galarza (escritor) y Cucho Peñaloza (locutor y fundador de un par de casas discográficas por allá) que se convierte casi en un trabajo detectivesco y de investigación entrevistando a gente que tuvo contacto con los dos Rolling y sus parejas, sus sensaciones, sus reacciones y lo colgadísimos que estaban entonces estos pajaritos (estremece imaginarse a Mick Jagger con un sayón que escasamente le llegaba a cubrir los genitales paseando por el club más exquisito de la época).
La segunda perla del libro es la investigación no exhaustiva pero llena de jugosos detalles de la segunda llegada de Jagger allá por los 80 para rodar aquel delirio de Werner Herzog, Fitzcarraldo, en la selva del país. Los ataques indígenas, los mosquitos, la grabación de Jagger que, dicen los que saben, fue excelente pero debió ser eliminada por completo, las charlas con cantantes peruanos, las fiestas…
En medio de esas dos partes, unos capítulos recordando la discografía Stones de los setenta/ochenta que quizá sea lo menos interesante porque apenas añade nada a lo que todo el mundo conoce pero que se lee con agrado. Si creía saberlo todo sobre la pareja clave de los Stones o sencillamente si desea un rato ameno con un libro pequeñito pero molón, no lo dude. La edición es francamente bonita e incluso la portada es de las que no se olvida: nada menos que el ganador de un concurso de dobles de Mick Jagger celebrado en la selva peruana posando con la portada del She’s the boss del interfecto. Una pequeña delicia."

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en LETRAS LIBRES

"Melancolía pop" se titula la reseña que Félix Romeo dedica a Los Rolling Stones en Perú en el último número (73) de la revista Letras Libres:

La relación de los Rolling Stones con Perú tiene dos momentos importantes alejados en el tiempo por una docena de años. El primer momento es 1969, cuando Keith Richards, acompañado por la que había sido la novia de Brian Jones, Anita Pallenberg, y Mick Jagger, el otro líder de la banda, llegan a América Latina con la habitual costumbre colonial de descubrirla: hacen escala en Brasil y luego llegan a Perú, con la cabeza llena de mística nativa y de drogas espirituales. El segundo es 1981, cuando Mick Jagger participa como actor en el rodaje de Fitzcarraldo, la película de Werner Herzog que cuenta la historia de un apasionado de la música, bastante pirado, que quiso construir un teatro de ópera en la selva peruana.
Esos dos momentos están muy bien contados por Sergio Galarza (con la ayuda logística y el entusiasmo “bala perdida” de Cucho Peñaloza). Los Rolling de los años sesenta son presentados como unos tontorrones. Galarza escribe sobre el narcisismo de Mick Jagger: “Basta detenerse unos segundos en las fotografías de sus ex esposas Bianca y Jerry, e imaginar a la boca más famosa del mundo besándolas. ¿No daría lo mismo que besara el espejo del baño?” Y sobre sus disparatadas ideas políticas, que casi idénticas acabamos de escuchar a Manu Chao durante la promoción de su nuevo disco: “Hace público su apoyo al dictador cubano Fidel Castro y culpa al capitalismo yanqui y a la oligarquía del atraso que viven los indios. Releída treinta y pico años más tarde, la que buscaba ser una desafiante declaración de principios, desafina en clave socarrona, y termina aunándose al coro de voces políticamente correctas que suelen entonar los rockeros serviles”.
En 1969, los dos líderes de los Rolling Stones tienen un gran talento musical y unas enormes ganas de marginar a todo aquel componente de la banda que se atreva a cuestionarlos, pero también tienen una gran capacidad para desfasar. Lo hacen en Lima, donde son expulsados de los hoteles de lujo, y en el Cusco, quizá.
En 1981, Mick Jagger aspira a convertirse en un actor respetado, aspiración que todavía sigue manteniendo intacta y que quizá habría conseguido si hubiera terminado de rodar Fitzcarraldo. No lo hizo, y Werner Herzog quitó del montaje final todas las escenas en las que aparecía el cantante de los Rolling. A solas, Mick es un tipo agradable, que trabaja para que la película funcione, que confraterniza con los habitantes de Iquitos, con los que toma tragos por las noches, y que liga, o lo intenta, con las chicas guapas que se le ponen a tiro. Dos hechos contribuyen al cambio de actitud del Morritos: su banda no funciona todo lo bien que debería y la estrella de la película no es él, sino Claudia Cardinale, centro de atención para la prensa peruana.
Sergio Galarza es mucho más comprensivo con este Mick Jagger de los ochenta, más humano y menos diva. Tomado siempre en broma, por su carácter un tanto friki, el testimonio de la vedette y cantante Monique Pardo sobre su supuesto romance con el cantante de los Rolling tiene un punto enternecedor: la obsesión por librarse de su novio para enrollarse libremente con Jagger serviría para escribir una comedia.
El testimonio de la Pardo y también los del resto de personajes a los que Galarza convoca a lo largo del libro, que en su mayor parte pertenecen a la buena sociedad peruana, van creando un interesante macguffin literario: no hay “reliquias”, “fetiches”, “autógrafos”, objetos tangibles que demuestren que los Rolling estuvieron en Perú. Cada vez que Galarza se acerca a una prueba del paso de los músicos por Perú, sólo encuentra un desolado vacío. Ni la guitarra que firmó Mick Jagger con un cuchillo y que consiguió destrozar completamente; ni las fotografías que se tomaron; ni los restos de las habitaciones de hotel; ni los pósters que firmaron... Ni siquiera las canciones que se dice que se compusieron en Perú se compusieron en Perú. El tiempo se lo ha tragado todo. Quizá alguna vez lo escupa.
El tiempo se ha tragado también la historia de un país que no ha funcionado tan bien como debería. La crónica del último tercio de vida en Perú aparece de forma importante en este ensayo, con los buenos periodos de democracia y con los peores periodos de dictaduras. Un país bastante petado en el que también triunfó la cultura pop.
Los Rolling Stones en Perú tiene más cosas dentro, pero son mucho menos interesantes que el relato de la visita de 1969 y que la crónica del rodaje de 1981. Tiene una cronología que explica las evoluciones de la banda británica entre una visita y otra. Tiene un reportaje sobre el fanatismo total de Cucho Peñaloza, que ha seguido sus actuaciones por medio mundo. Y tiene una parte metaensayística, ligera, en la que explica las dificultades para escribir un libro como éste.
El libro de Galarza y de Peñaloza, escrito sin paja y con mucho sentido del humor, me deja tras su lectura un poso de melancolía, como la de quienes disfrutaron de una Lima que “aún no concentraba a un tercio de la población del país”. Una melancolía pop más cercana a los grupos escoceses que a las canciones guitarreras de los Rolling.

Félix Romeo

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en ROCKDELUX y CALLE 20

La biblioteca pop de la revista musical Rockdelux ofrece en su último número una reseña de Dimas Rodríguez acerca de Los Rolling Stones en Perú: "Parece inevitable, pero cualquier irreductible seguidor de la banda británica ha de sonreír con complicidad cuando se da de bruces con un titular como éste: Hoteles en Lima expulsan a dos Rolling Stones. Insertado en el corazon del libro Los Rolling Stones en Perú, se suma a los episodios divertidos, suavemente polémicos o decididamente intrascendentes que Jagger y Richards protagonizaron en su visita al país sudamericano en 1969. El escritor Sergio Galarza y el periodista Cucho Peñaloza, ambos peruanos, han urdido una crónica entretenida de esos días desde la óptica del admirador respetuoso, sin pretender intentar sacar sangre oscura de las estrellas. Al contrario, hay en algunos de los pasajes un retrato incluso tierno de un Jagger que volvió a Perú para intervenir en el megalómano rodaje de Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982) y acabó encontrando por un breve, escuálido, espacio de tiempo un poco de libertad".

También la agenda de la revista de tendencias Calle 20, a cargo de Mercedes Cebrián, se ocupa de este libro: "La pregunta que surge es ¿por qué les dio a los Rolling por ir a Perú en el 69? Esa misma se la hacen Galarza y Peñaloza, autores de este documental en forma de libro, que por edad no asistieron en directo ni a dicha visita ni a la que hizo Mick Jagger a la selva peruana en el 81. Lo mejor del volumen es que Sergio y Cucho reconstruyen ambos viajes como si trabajasen para la CIA, ayudados por un grupo de testigos muy peculiares".

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en ABC y EL PAÍS

Tres artículos recientes mencionan, recomiendan o comentan Los Rolling Stones en Perú en ABC y El País. Los firman Manuel Rodríguez Rivero, Diego A. Manrique y Santiago Roncagliolo.
Éstos son sus enlaces:
http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=8121&sec=38&num=818
http://www.elpais.com/articulo/arte/verdadero/oro/Peru/elpepuculbab/20070929elpbabart_22/Tes
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Peru/mudando/elpepucul/20071003elpepicul_2/Tes

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en EL PERIÓDICO DE EXTREMADURA


"Tras los Rolling Stones" se titula el extenso artículo que el periodista Liborio Barrera firmaba en la sección "El libro de la semana" del Distrito Ocio de El Periódico de Extremadura acerca de Los Rolling Stones en Perú.
Puede leerse ampliando la imagen que ilustra esta entrada. Concluye así: "Galarza y Peñaloza reconstruyen también algo del espíritu de la época en ese ambiente de juventud peruana y esbozan un pequeño fresco de lo cotidiano, pero también un manejable manual para fervorosos stonianos y curiosos de las consecuencias de la fama".

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en EL CORREO, IDEAL DE GRANADA, HOY, etcétera


A lo largo de septiembre y octubre, varios periódicos del grupo Vocento (Ideal de Granada, Hoy de Extremadura...) reproducían en sus páginas de ocio o cultura un estupendo artículo de Pablo Martínez Zarracina sobre Los Rolling Stones en Perú aparecido primeramente en El Correo de Bilbao:

Sexo, pisco y rock and roll
El 15 de enero de 1969 tres huéspedes poco corrientes se registraron en el exclusivo hotel Crillón de Lima. Llevaban el pelo largo y vestían como zíngaros daltónicos: torsos descubiertos, chilabas, fulares coloristas, chalecos, sandalias, anillos, pendientes, cintas de pelo...
No habían cumplido los treinta, eran millonarios y vivían deprisa. Dos de ellos formaban parte de la banda de rock más famosa del mundo: los Rolling Stones. Mick Jagger y Keith Richards viajaban acompañados por la novia de este último: Anita Pallenberg, una fascinante 'groupie' que ya había sido compañera de Brian Jones y terminaría visitando la cama de Jagger.
Pocas horas después, tras recibir las consiguientes advertencias indumentarias, fueron invitados a abandonar el hotel. En el elegante Crillón había que llevar puesta al menos una camisa, por muy estrella internacional que se fuese. A continuación, el trío eléctrico probó suerte unas pocas manzanas más allá, en el igualmente exclusivo hotel Bolívar, donde tampoco duraron mucho.
Dos expulsiones hoteleras en unas pocas horas. Lima recibió a los Stones con el ceño fruncido y las defensas altas, pero no siempre fue así. Jagger y Richards llegaron a encontrar en el país andino parte del sosiego y el anonimato que perseguían a finales de los sesenta, cuando sus vidas eran una caótica sucesión de conciertos, fiestas salvajes y redadas policiales.
Su breve estancia allí viene a ser una curiosa nota al margen de la abundante bibliografía existente sobre la banda. Años después, Jagger regresaría al país, concretamente al interior de la selva amazónica, para rodar 'Fitzcarraldo', la película de Werner Herzog.
Sergio Galarza, uno de los nombres que más suenan en las nuevas letras peruanas, y el locutor y productor musical Cucho Peñaloza relatan el viaje de Jagger y Richards en 'Los Rolling Stones en Perú' (Periférica), un reportaje literario escrito con esa mezcla de desfachatez, ritmo y elegancia que caracteriza al viejo rock and roll.
Los autores combinan la erudición musical con la descripción de cierto mundo caníbal que ya no existe. Aunque no llega a especificarse en el texto, todo apunta a que Peñaloza ha puesto la devoción rockera y Galarza la prosa contundente. El resultado funciona. Según sus propias palabras, su objetivo es «recordar uno de los capítulos menos conocidos y quién sabe si uno de los más memorables en la historia estoniana».«Lima aún era una ciudad de damas y caballeros, clasista y racista», leemos en las primeras páginas del libro. Quizá por eso el choque inicial con los Stones fue inevitable. En 1969 los ingleses eran exactamente lo contrario a unos caballeros. Si los Beatles eran los músicos geniales, ellos eran los chicos peligrosos. Sus problemas con las drogas y con la justicia estaban en un momento álgido, la tensión dentro de la banda aumentaba día a día y Brian Jones, una de las piezas claves del grupo, cada vez se alejaba más de la pareja compuesta por Jagger y Richards.
Hacía poco que los Stones habían encontrado en Marruecos un lugar donde refugiarse de su propio éxito. Pero llegaron tarde: los 'beatniks' estaban abandonando Tánger y Marrakech para dejar paso a los turistas. Entonces comenzaron a mirar hacia Sudamérica y a incluir en su confuso discurso desvaríos acerca de la magia, los incas y Castro.
Tras intentar alojarse en los dos mejores hoteles de Lima, Jagger, Richards y Anita Pallenberg terminaron visitando la localidad costera de Ancón. La cantante María Luisa Elejalde recuerda la impresión que causaron entre la población: «Mick vestía una túnica blanca, preciosa, con bordados de oro, que le llegaba hasta la cintura y dejaba a la vista sus genitales, pero se le veía ridículo».
Debieron escandalizar hasta a los pelícanos y acabaron en una comisaría. Pero esta vez unos jóvenes bien relacionados les rescataron y les subieron a bordo de uno de las embarcaciones más lujosas del 'Yacht Club' de Ancón. Allí se celebró una fiesta en la que había «montículos de coca» y «mujeres prácticamente desnudas». Los asistentes recuerdan a Jagger dando saltos y a Richards sentado en una esquina, sin hacer caso a nadie, fumando y atravesando sus propios océanos de irrealidad.
Fueron años borrosos y la primera visita de los ingleses a Perú terminó de un modo borroso. Su pista se pierde en la cubierta de ese yate transformado de pronto en una discoteca londinense. Jagger y Richards aseguraron haber estado después en Cusco, la capital del imperio inca. Lo que nunca aclararon es si se trasladaron hasta allí en coche o utilizaron los servicios de alguna aerolínea lisérgica. No parece haber pruebas de que los Stones llegasen a pisar el Valle Sagrado con sus botas de punta.
Doce años después, en 1981, Mick Jagger regresó al país andino para tratar de impulsar su carrera cinematográfica participando en el accidentado rodaje de 'Fitzcarraldo'. Aunque finalmente sus escenas no aparecerían en la película, Jagger pasó una buena temporada entre Iquitos y la selva amazónica. En una de sus visitas al poblado de Belén, el músico bebió cachaza junto a unos nativos chaucheros que no le dejaron pagar. «Es la primera vez en mi vida que soy libre», dijo entonces.
Según los autores, Iquitos es «la capital mundial de la líbido en estado primitivo». El líder de los Stones deambuló por allí descalzo y vestido como un monje tibetano. Hacía dos horas de ejercicio diario y alternaba las juergas con la guitarra acústica.
Aunque sin duda la mayor de las aventuras que Jagger vivió en Perú fue su encuentro con la 'vedette' Monique Pardo, un episodio en el que Sergio Galarza despliega su talento narrativo y su arsenal irónico. «Yo lo vi y me dije nooo, Mick Jagger», le confiesa la televisiva Monique Pardo a Galarza veintiún años después. Ocurrió en el hotel Holiday Inn de Iquitos, donde la artista se alojaba con su novio de entonces. La vedette se las arregló para convencer a su pareja de su «necesidad existencial de estar sola y en tanga bajo el sol» y bajó a la piscina en busca del cantante. La peruana deseó entonces que «una anaconda se tragara a su novio». Galarza aclara los motivos: «Así ella podría hacer lo mismo con un Rolling Stone». Finalmente se reunió con Jagger. «Aprendí a hablar inglés en cinco minutos», recuerda Pardo, un personaje que cada cierto tiempo desempolva su hipotético y vetusto 'affaire'.
Como estonianos de pura cepa, los autores muestran cierta predilección por la pareja tóxica formada por Keith Richards y Brian Jones. Aún así, Mick Jagger es el protagonista del libro y hay algo en esta crónica de 'quest' en busca de la verdadera personalidad de «la lengua más historiada del planeta». En ocasiones, Jagger da la sensación de ser un tipo que no puede controlar las dimensiones de su propio personaje. Otras veces parece que nadie lo conoce realmente. Quienes coincidieron con él en Perú lo recuerdan como alguien amable. También parece que, dentro de lo que cabe, el inglés mantuvo un mínimo de sensatez. Aunque disfrutó de la vida nocturna de Lima e Iquitos, se mostró siempre «precavido y disciplinado».
Desde luego, el Jagger de 1981 no era ya el joven que aterrizó en Perú con veintiséis años y bastantes probabilidades de no llegar a cumplir los cuarenta. «Quizás alguien haya pensado que es un insolente», leemos en las páginas finales del libro, «pero es parte de su estilo, le gusta chocar con la gente, aunque evita ser malcriado». Los hay que inciden en sus costumbres salvajes y catalogan su nariz como «la aspiradora más rápida de la selva».
Elsa María Elejalde lo resume así: «Él es un pata que goza de la vida, le importa un pepino el mundo. Su filosofía es el 'be here now' y se acabó». Un rock and roll que se impone eléctrico sobre una suave melodía incaica.

LOS ROLLING STONES EN PERÚ en TENDENCIAS y CITIZEN K

Revista Tendencias, número de octubre. En la sección "Sobre papel" un destaque: Los Rolling Stones en Perú: "Es conocido casi por todos que los Rolling Stones han sido y son grandes amantes de Sudamérica. Tal es el caso que, poco después de que muriese Martin Luther King y de que se produjese la matanza de Tlatelolco en México durante 1968, Mick Jagger, Keith Richards y Anita Pallenberg viajaron a Perú en busca de vedettes surrealistas, magia, indígenas amantes del aguardiente y top models. Un excelente tratado escrito por Sergio Galarza y Cucho Peñaloza que nos ayudará a entender (un poco más) a Sus Satánicas Majestades".

Revista Citizen K, último número. Diego Salazar firma en la página de libros esta aproximación de Los Rolling Stones en Perú: "Corría el año 1969 cuando Mick Jagger y Keith Richards, acompañados de Anita Pallenberg, fueron a Perú en busca de magia. O eso dijeron. En realidad huían de la justicia, de los escándalos y de los excesos de una década que ellos tanto ayudaron a cincelar. Una vez en la tierra de los incas, los escándalos y los excesos no tardaron en llegar. 'Magia' podía ser también un buen nombre para las drogas, más aún en un país con un ancestral uso de sustancias alucinógenas. Jagger volvería a Perú una vez más, años después, para rodar Fitzcarraldo, de Werner Herzog, junto a Klaus Kinski y Claudia Cardinale. El joven escritor peruano Sergio Galarza y el discjockey Cucho Peñaloza se lanzaron a la tarea de reconstruir esos días en que sus satánicas majestades escandalizaron a la conservadora sociedad peruana, destrozaron unos cuantos hoteles y se lanzaron a la aventura por las maltrechas carreteras andinas para llegar hasta Cusco".

14 octubre 2007

SAIDE en EL PAÍS

Sin caer en lo fácil, el estruendo y la espectacularidad, Octavio Escobar Giraldo narra la cotidianeidad de la Colombia de violencia y narcos de los años noventa. Un relato que arroja al lector a los pies de Saide, una mujer enigmática de origen libanés.

Con esta palabras de la "entradilla" resumía ayer El País la novela de Escobar Giraldo Saide, que reseñaba Javier Goñi en las páginas del suplemento cultural Babelia (bajo el título "Tan simple como el día"):

"Todo era tan simple como el día" es la cita que antecede a esta novela del colombiano Octavio Escobar Giraldo (Manizales, 1962) una cita extraída de una célebre novela, ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy, un excelente escritor norteamericano del género policiaco que describió con toda crudeza aquellos días de la Depresión, los años treinta en Estados Unidos. Y la cita, pienso, no es casual, porque le sienta muy bien a esta otra novela, Saide, de un colombiano que se da a conocer ahora en España, con una premiada obra en su país, y que busca contar el día a día de la Colombia de violencia y narcos de finales del siglo pasado (Saide se publicó allí en 1995), dejando que las cosas transcurran con una cierta simpleza, como si apenas ocurriera algo, prefiriendo que la pluma roce el papel sin rasgarlo, aunque deje rastro, el mero roce.
Escobar Giraldo ha escrito un preciso relato, lleno de sugerencias y de miradas a su alrededor, sin caer en el estruendo de la descripción de la violencia sin contención. Los muertos en la vida real, dice alguien en no sé qué página, son menos espectaculares, algo más corrientes. Creo recordar que se lo dice al narrador -un personaje banal, simple como lo son los días de cada uno, por lo general- el doctor Díaz-Plata, éste sí es un personaje literario, de los que meten velocidad, interés e intensidad al relato; el tal Díaz-Plata, enamorado y obsesionado, como puede apreciar el narrador -el personaje banal-, de Saide, esa mujer-enigma, de origen libanés como los turcos de las novelas latinoamericanas. El doctor Díaz-Plata, personaje literario, acaso un tanto onettiano, nos pondrá así, al narrador y al propio lector, a los pies de los caballos; es decir, nos arroja a los pies de Saide, una mujer con más preguntas sin responder que la mayoría de los que andan y desandan el camino a lo largo de estas páginas.
A Escobar Giraldo se le premió en su país por hacer una crónica negra del mismo, pero como suele pasar con los buenos relatos -y éste lo es- Saide va más allá del género policial, derriba los muros de los convencionalismos del género y se deja leer muy bien como lo que es: una acertada mirada a Colombia, con su paisaje tristemente reconocible, pero evitando caer en lo fácil: la sangre siempre es la sangre -creo que lo dice también el doctor Díaz-Plata-, pero hay maneras y maneras de contar cómo se desparrama.

Javier Goñi

Éxitos de SAIDE tras el verano

De entre los libros que hemos promocionado en Liber y en la Feria de Frankfurt, Saide, nuestra novela "de verano", obra de Octavio Escobar Giraldo, ha sido uno de los títulos que más interés ha despertado entre los libreros latinoamericanos y entre los editores europeos, y uno de los que más larga vida parece que va a tener, pues sigue despertándolo entre lectores y críticos. Quizá por su carácter de novela negra "diferente". Este mismo mes se ocupaban de ella, muy positivamente, varios blogs y algunas publicaciones:

El diario nacional La Razón publicaba el jueves 4 de octubre una breve nota descriptiva, que reproducía, como ilustración, la cubierta del libro: "Ambientada en 'los años de la sangre' de Colombia, la novela de Octavio Escobar se esconde tras el nombre de una mujer. Muerte, calor y mar se entremezclan alcanzando significados contradictorios".

Ignasi Franch firmaba en el semanario en catalán Directa esta sugerente reseña: "La literatura colombiana contemporània no es pot abstreure del món de la delinquència i la violència organitzada, ja que aquesta es troba enquistada en la realitat del país. Sense respectar completament les convencions del gènere, Octavio Escobar Giraldo du a terme amb Saide tot un homenatge al noir, vertebrat al voltant d'un personatge famení, la Saide del títol, que provoca la perdició de tot aquell a qui s'acosta. Però aquesta no és una femme fatale habitual, ni en ella mateixa ni per les circumstàncies: ni és un persontage malvat ni és l'únic camí a la perdició, sinó que és una jove desubicada en una societat plena de portges a diferents submons. Ficció marcada pels salts endevant y enrere en el temps, resulta una personal i enigmàtica aportació a la mitologia negra, amb un peu en la quotidanitat i un altre en un artifici novel.lesc més obert que no pas arquetípic".

Y la veterana revista El Ciervo nos traía en el número de septiembre-octubre esta otra: "Concebida como novela negra con una estructura fragmentada y una escritura hiperrealista, lo más interesante de Saide, del colombiano Octavio Escobar Giraldo (1962), se encuentra en su lectura sociológica: su visión de la Colombia contemporánea, en cuyas entrañas se ha instalado la violencia. Pese a que la intriga resulte trivial, el novelista la aprovecha para mostrar cómo cualquier conflicto que aparezca en la sociedad colombiana, desde una pelea de chicos hasta un ataque de celos, se salda con el uso del as pistolas: Los revólveres nunca se encasquillan. Es la frase preferida de mi padre, la usa para todo".

NAVIDAD Y MATANZA en QUIMERA y MI ABUELO en ROCKDELUX

Nada nos gusta más que los libros que publicamos tengan una segunda vida, entre los lectores y entre la crítica, más allá del mes de lanzamiento, de las primeras notas y de la mesa de novedades. Eso quiere decir (o eso queremos creer) que los libros interesan y que están vivos. El mes de octubre nos ha traído varias reseñas de títulos "atrasados", que, gracias a ello, vuelven, así, a la actualidad. Destacamos ahora dos:

La primera aparece en el último número de la revista de literatura Quimera y la firman las iniciales S. C. M.: "Navidad y Matanza da pie, de forma casi inmediata, en tanto que unidad textual o a partir de determinadas de sus escenas y fragmentos, al establecimiento de una serie de parecidos razonables. Primero: Cube, de Natali, por ejemplo. Y también El hombre que fue Jueves, de Chesterton, pues aquí también hay un Lunes, un Martes, un Miércoles, un Jueves, un Viernes, un Sábado y un Domingo, y la misma voluntad confuionistas, prestidigitadora. Segundo: Los detectives salvajes, más allá del hecho de que el aparato de venta del libro se encargue de otorgar a Labbé el título de heredero de Bolaño. Tercero: Terciopelo azul (y lo lyncheano), pues donde allí se halla una oreja entre la hierba aquí se encuentra una nariz cortada en la chimenea de los Vivar. Si añadimos el recurso a elementos propios de la ciencia-ficción, de la crónica y del género policiaco, resulta que la segunda novela del chileno es un elaborado pastiche con historias cruzadas en las que es difícil distinguir la realidad de lo virtual en una superposición delirante y angustiante de estratos narrativos que supone un interesante experimento en el panorama de la joven literatura hispanoamericana".

La segunda, sobre Mi abuelo, de Valérie Mréjen, pertenece a la entrega de octubre de la revista de música Rockdelux. Firma Juan Cervera: "Cuando -otra vez- mucho menos es mucho más: Valérie Mréjen (París, 1969) condensa y exprime en 82 páginas breves una sabrosa autobiografía que hilvana recuerdos con palabras de seda y algodón. Diminutos sorbos de vida familiar teñidos de una extraña melancolía con rincones de pequeños secretos ocultos por confesiones susurradas a medias o intuidas furtivamente en los grises vapores de la adolescencia. Vacaciones y canciones, rituales perdidos y las deliciosas filigranas de una memoria funambulista en el debut en castellano de una rara avis de la literatura (y del videoarte: busquen su libro-DVD del año pasado: Pork And Milk)".

MI ABUELO en DIARIO DE MALLORCA

"El aroma de las flores artificiales" se titulaba la reseña de Mi abuelo que firmaba hace algún tiempo Manuel Arranz en Postdata, suplemento cultural del diario valenciano Levante, y que el 4 de octubre reproducía Bellver, suplemento del Diario de Mallorca:

Preciosa novela, hay que reconocer, ésta de Valérie Mréjen. No estoy seguro de que pudiera haberla escrito un hombre. Sí, ya sé que hay quien dice que la literatura no tiene sexo, pero yo no me lo creo. No me imagino a una mujer escribiendo como Hemingway, ni desde luego a Hemingway escribiendo una novela como ésta. Y que conste que no estoy hablando de sensibilidad. Aunque también. Pero puedo estar equivocado, claro.
Cuando se escribe, tan importante es lo que se cuenta como lo que no se cuenta. Y por supuesto la forma, la entonación, el momento. No, no estoy hablando de estilo, o al menos no sólo de estilo, estoy hablando de la novela, cuya función, si es que tiene alguna, cosa cada vez más dudosa, no se limita a recrear un mundo, una época, o una vida, aunque no tenga más remedio que hablar de ese mundo, esa época y esa vida. En el caso de Mi abuelo, esa época es la de las personas que hoy empiezan a ser abuelos, mira por dónde, cuya clave no está sólo en el mayo del 68, la generación beat, o la caída del muro de Berlín, ni siquiera de la música de los Beatles o la moda pop, sino en cosas más tangibles y materiales como el formica, el skay, las caravanas, las flores artificiales, el spray, los Bic, los restaurantes chinos, la enciclopedia de la vida sexual, las batas de boatiné, y dejo que usted continúe con la lista, seguro que acierta, no se olvide de las galerías comerciales. Pero hay más, mucho más. Una época no sólo se distingue por su parafernalia doméstica. Está también el lenguaje, los lugares comunes con que hombres y mujeres se identifican y se reconocen entre sí.
Esa filosofía de andar por casa, en zapatillas por descontado, el chándal no es obligatorio, sólo aconsejable: «Mi paciencia tiene un límite; por mí que no quede; en el país de los ciegos el tuerto es el rey; nada es grave, sólo la muerte»; y aquí también dejo que usted continúe completando la lista. La verdad es que no sé por qué lo he llamado filosofía, pues los lugares comunes son casi una religión, posiblemente la religión con más fieles en el mundo. Y luego están las mujeres y los hombres que viven rodeados de todo eso, que pronuncian esas frases que son como sentencias, que se casan, tienen hijos, se divorcian, y se vuelven a casar, todo con mucha celebración de por medio, no es para menos. Y entonces a uno de esos hijos, una hija para ser exactos, le da por recordar todo aquello, y escribe una novela. No juzga ni acusa a nadie, tampoco ironiza sobre el pasado, el juicio y la ironía, si los hay, pertenecen a la historia, y esto es una novela, que es algo bastante más verídico que la historia que está continuamente reescribiéndose. Simplemente habla de su familia, una familia normal y corriente, de esas que sus miembros hablan poco entre sí y cuando hablan no se escuchan, de esas que se casan y se divorcian y se vuelven a casar, y dicen de cuando en cuando que «nada es grave, sólo la muerte», de lo más normal ya les digo. Recuerda sus frases que entonces no comprendía, las frases de los adultos son muchas veces enigmáticas incluso para ellos mismos (yo tampoco entendía que estuviera prohibido fijarse en los carteles, ¿para qué los ponían entonces?), sus manías, sus deseos, sus frustraciones, sus sueños, y consigue un hermoso libro, un hermosísimo y original libro, y un libro sin resentimiento, cosa poco habitual en el género. Yo creo que hasta podría considerarse como un homenaje indirecto y conmovedor a su familia, y, a través de ella, a toda una época. Por cierto muy bien traducido. No se lo pierdan. Ah, y no importa que no sean abuelos. También les gustará.
Manuel Arranz

PERIFÉRICA en PÚBLICO y en EXPANSIÓN


Apareció un nuevo periódico nacional, y muy recomendable: Público (cuya apuesta decidida por las ciencias y la cultura son, para nosotros, la mejor carta de recomendación), con las mejores noticias para Periférica: en su primer número se citaba/recomendaba La nieve, de Johanna Schopenhauer. Al día siguiente, Carlos Labbé era seleccionado en las mismas páginas entre los jóvenes escritores latinoamericanos más prometedores... Y al poco tiempo, Público dedicaba un amplio reportaje a tres nuevas editoriales, Periférica más nuestras amigas Sexto Piso y Nórdica, bajo el título "Elogio del editor suicida". Lo firmaba Carlos Pardo.
(Si clicas sobre la imagen que ilustra este post, se ampliará y podrás leer el contenido del reportaje.)
El 28 de septiembre, otro periódico, Negocio, dedicaba un amplio reportaje de J. Degeneffe a "Aquellos valientes editores independientes". Un reportaje protagonizado por Libros del asteroide, Tropismos, Funambulista, Gadir y Periférica, y en el que se destacaba un título de cada una de estas editoriales. En nuestro caso, La nieve, de Johanna Schopenhauer.
(Para leer el reportaje completo en pdf: http://www.neg-ocio.com/sitefiles/pdf/280907.pdf)

PERIFÉRICA en VANIDAD


Roberto Herreros firma en el número de octubre de Vanidad una elogiosa (¡gracias!) aproximación al trabajo de nuestra editorial y a algunos de nuestros últimos títulos: "Periférica se va afianzando como una de las editoriales más sustanciosas, valientes y necesarias de nuestro modesto panorama. Su constante esfuerzo de difusión de nuevos autores y, sobre todo, de recuperación de títulos por descubrir no tiene precio. Su generoso ritmo de publicación, tampoco. Entre sus últimos lanzamientos destaca Mi abuelo, telegráfica novela de la joven escritora francesa Valérie Mréjen, con una indisimulada intención renovadora que ya le ha valido comparaciones con Georges Perec. Los Rolling Stones en Perú, interesante reconstrucción periodística sobre el periplo del grupo en el país sudamericano, es el segundo título de la colección Pequeños tratados. Y Saide (Octavio Escobar), con ecos de Horace McCoy y Dashiell Hammett, es la primera referencia de una serie de novelas negras escritas por autores latinoamericanos que Periférica editará periódicamente."