editorial periférica

20 enero 2007

TRES RESEÑAS DE PERIFÉRICA EN UN SOLO DÍA

Aumenta el número de reseñas dedicadas al todavía reciente Pasos en la arena, y dos libros ya con unos meses despiertan aún el interés de algunos medios:

Ayer viernes, el periódico quincenal de actualidad crítica Diagonal publicaba reseña, firmada por Alberto García-Teresa, de El testamento de un bromista, con una interesante carga política: "En busca del lector activo": "Atractiva recuperación de una nouvelle publicada por entregas en periódicos de finales del XIX, de ritmo vivo y lectura ágil, en la que sobresale su gran capacidad de síntesis, el uso de la elipsis y la ironía constante, con lo que se consigue que parezca un texto mucho más reciente. (...) Propone un lector que participe activamente en la lectura para deducir qué es en realidad lo que ocurre, que rellene los huecos y que lea entre líneas; algo fundamental para la supervivencia política de nuestros días."

En el Diario Vasco, era Gina la reseñada brevemente. La nota reproducía la cubierta del libro (como en Diagonal): "Dentro de la literatura centroamericana, el nombre de Rodrigo Soto (Costa Rica, 1962) suena como el de uno de sus más notables miembros. En esta novela se nos cuenta la vida de Gina, una mujer superantropóloga, vagabunda y libre que mira con sonrisa irónica, despectiva, avergonzada a esas otras mujeres que hay en ella y en sus facetas de amor: sexo, matrimonio, amistad, maternidad, autosuficiencia, etc., todo lo cual nos remite a un perfil femenino de muy variadas y curiosas realidades."

En la nueva sección de los viernes de El Periódico de Extremadura, "Distrito ocio", Liborio Barrera, responsable de la misma, firmaba "Un pensamiento para cada día", elogiosa reseña de Pasos en la arena, de la que destacamos estas palabras: "Una selección de sus pensamientos o aforismos [de Remy de Gourmont] se publica por primera vez en castellano en la editorial cacereña Periférica. En ellos, tan vigentes como en su momento, uno se educa para pensar y no aceptar tal y como están en uso las ideas y las asociaciones de ideas. (...) Esta estupenda edición cuenta, además, con textos de Luis Eduardo Rivera, responsable de la misma, y Guillaume Apollinaire y Paul Léautaud, que permiten al lector conocer al personaje y acercarse a las claves de su pensamiento." Ilustraba la nota una caricatura de Gourmont firmada por Roul Dufy.

18 enero 2007

PASOS EN LA ARENA en EL PAÍS


El sábado pasado "Babelia", suplemento de El País, publicaba esta excelente reseña de Pasos en la arena firmada por Francisco Casavella y titulada "Filosofía de salón":

Uno de tantos philosòphes desconocidos del siglo XVIII, nómada de cortes, tentado siempre a morder la mano que le alimentaba por un entonces nuevo y hoy -casi- obvio sentido de libertad, consiguió la sentencia de sentencias cuando enunció: "Los aforismos cuestan lo que valen: nada". La inversión de los términos -valen lo que cuestan- también hubiera sido certera si comulgásemos con su contenido. No lo compartimos del todo, así que explicaremos en unas frases la historia del más sintético de los géneros literarios. Reminiscencia natural de los proverbios latinos, de la enseñanza clásica ("que tus preceptos sean breves", Horacio) el aforismo rebrilló en los salones cortesanos durante el reinado de Luis XIV en forma de agudeza rápida y malévola: una estocada en duelo incruento cuya herida era más dolorosa por la infección de ridículo ("el amor propio es el mayor de los aduladores", La Rochefocauld). Una versión más reflexiva, menos detonante y mundana, llegó de la mano de Pascal en sus Pensamientos ("cuando se lee demasiado deprisa o demasiado despacio no se entiende nada"). Así, durante el siglo XVIII y, sobre todo, en Francia (aunque Lichtenberg brille con luz propia en Alemania), la sentencia, la pulla ingeniosa, la frase tocada por la gracia y el esprit, no sólo hizo que las damas rieran tras sus abanicos y las lenguas torpes o de amplia retórica se vieran humilladas antes de orientar sus pesados cañones: también edificó una cultura basada en la ligereza bien afilada, mientras se abrían vías de agua en los rumorosos estanques del Antiguo Régimen.
La prosa francesa, cuando no retoma el clasicismo en su vertiente heroica y guillotinaria, aún conserva esa voluntad de servir, por un lado, el ingenio de Port-Royal y, por otro, las pecas postizas ("el alcohol brinda mañanas conmovedoras, pero difíciles", Guy Debord). El peligro del género es que, en la mayoría de ocasiones, su fascinante apariencia sólo resiste una primera impresión. Así que el oyente se asombra, pero no tanto el lector, quien tras revisar el aforismo cae en la cuenta de la perogrullada. Porque hasta lo muy breve requiere un talento específico. Así, la chorrada fácil abunda en Voltaire, cuya magia, por llamar de algún modo a su ilusionismo, requiere la necesidad de una réplica o el desarrollo de un astuto despliegue; sin embargo, el brillo aforístico es el único legado de autores como Chamfort ("¿qué es el mundo literario?: ¡asnos coceando ante un pesebre vacío!") o Rivarol ("hacemos más por quienes tememos que por quienes amamos"). Este último, la alegría de los salones en los años previos a la toma de la Bastilla, cayó en el olvido durante el siglo XIX y fue recuperado en sus postrimerías por quien sería su alumno en la peculiar disciplina del ágil latigazo verbal. Hablamos de Remy de Gourmont el autor de estos Pasos en la arena.
"En 1914, Remy de Gourmont, el escritor del Mercure de France, era una gran figura literaria de ese país. Escribía de un modo aéreo y ligero; dotado del genio de la lengua, su espíritu anarquizante parecía totalmente libre de prejuicios. Físicamente era un monstruo y socialmente un tímido. Murió el 29 de septiembre de 1915. (...) En la consideración general, hoy De Gourmont ha descendido enormemente. Se ha volatilizado, desvanecido". Ésa es la idea que, en época de entreguerras, le merecía De Gourmont a un Josep Pla poco dado a la ornamentación de fondo y forma. En efecto, De Gourmont fue, durante su vida, una poderosa e influyente figura literaria cuyo relumbrón social quedó anulado a los treinta años por una enfermedad de la piel que deformó su rostro. Eso no le impidió, desde las filas del simbolismo, disponer el campo para el resto de ismos que habrían de llegar, no sólo mediante un ingente trabajo crítico y erudito, sino con una serie de novelas y cuentos de tono subido que, en el ámbito de su influjo, marcarían también la pauta de nuestro primer modernismo. Rubén Darío le veneraba: "Me creí estar en casa de un Erasmo, que fuese un Pascal, que fuese un Lulio". De su audaz narrativa, hoy apenas se recuerda la nouvelle Una noche en el Luxemburgo, editada aquí por última vez en el mítico sello Nostromo con un epílogo mareante de Ramón Gómez de la Serna, quien quizá le admirase también. Mayor valor, por el clasicismo inherente al género, tienen los aforismos recogidos en estos Pasos en la arena con un impecable prólogo de Luis Eduardo Rivera y semblanzas del autor por Guillaume Apollinaire (de circunstancia) y Paul Léautaud (cruda, pero estupenda).
En sus aforismos, De Gourmont sigue, no le queda otro remedio, el camino que en la misma arena fue abriendo una tradición de moralistas franceses. Sin embargo, la influencia decisiva, el genial desenfoque conceptual, la bravura, de Friedrich Nietzsche se dejan notar en cada uno de esos pasos. De entre los muchos logros del prusiano, uno fue espabilar la autocomplacencia de los literatos europeos con la sutil ferocidad de sus máximas, escritas por un ángel con el veneno del mundo: "Quien llora quiere que se llore con él; así ejerce dominio y se alegra". De Gourmont, por su parte, se las apaña tan bien, si no mejor, que el maestro: "El hombre es un animal que ha logrado serlo, eso es todo".
Esta pequeña, pero suculenta obra, no es la de un epigramático vacío. De Gourmont trata los asuntos propios del género: la estética, el amor, la vanidad, la moral y la muerte, cada una por su lado o en ágiles combinaciones. La única discrepancia con el prologuista sería determinar el asunto donde más acierta el de De Gourmont. Para Rivera es en la faceta estética, y tendrá razón. Sin embargo, opino que aquel escritor muy feo, generoso y nada sentimental afinaba en el terreno que decía aborrecer, las intermitencias del espíritu: "Hay que ser dichosos. Nos debemos esto, aunque sólo sea por orgullo". "Estar por encima de todo. Despreciarlo todo y amarlo todo. Saber que no hay nada y que sin embargo esa nada lo contiene todo". "Yo sonrío ante las ilusiones humanas; pero no quisiera unificarlas en una sola ilusión obligatoria". "Palabras de un cura de pueblo a una devota muy escrupulosa: 'Dios no es tan tonto como parece".

Hay escritores que merecen recuperarse. Y, al menos aquí, De Gourmont consiguió un libro de cabecera que aguanta el paso del tiempo.


Francisco Casavella

PASOS EN LA ARENA en CLARÍN

El último número de la revista Clarín, el 66, publica una breve reseña de Pasos en la arena firmada por Laura Díaz titulada "Sabiduría de bolsillo":
"Remy de Gourmont fue un crítico y novelista de prestigio en el París de principios de siglo. El tiempo no ha sido benévolo con sus grandes obras, muy representativas de la estética simbolista, pero ha respetado sus escépticos aforismos, que siguen la línea de Chamfort y de Antoine de Rivarol: Hay una persona con la que nunca llegamos a ser completamente sinceros, aunque sepamos que nos conoce a fondo y que podemos contar con su benevolencia: nosotros mismos.
No fue fácil la vida de Remy de Gourmont. Una enfermedad de la piel le desfiguró el rostro a los treinta años y le convirtió en un ermitaño recluido en su oficina del Mercure de France y en sus libros. El título de estos aforismos procede de una cita del Robinson Crusoe: Un día, yendo a buscar mi canoa, descubrí con claridad sobre la arena las marcas de un pie humano. Nunca he sentido un espanto tan grande...
Guillaume Apollinaire, gran admirador suyo, y Paul Léautaud, su discípulo, completan la semblanza de Remy de Gourmont que nos ofrece Luis Eduardo Rivera. Un libro de pocas páginas al que volvemos una y otra vez, una conversación inteligente que no cansa y no se acaba nunca."

08 enero 2007

PASOS EN LA ARENA en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN y LA VOZ DE CÁDIZ

Durante las últimas semanas han aparecido varios artículos sobre Pasos en la arena, de Remy de Gourmont. Destacamos ahora dos de los más interesantes:

El primero es la aproximación de Juan Carlos Sierra que apareció en La Voz de Cádiz el 17 de diciembre, dentro de un reportaje sobre recomendaciones y lecturas para la Navidad titulado "Al calor de un buen libro". Sierra cerraba su nota sobre Pasos en la arena rotundamente: "Un libro breve pero de tal intensidad intelectual que perdurará en la memoria del lector por muchos otros títulos que pasen por su vida".

El segundo de los artículos que queremos destacar fue publicado en El Periódico de Aragón el reciente 3 de enero. Lo firmaba Juan Bolea y lo reproducimos por entero:
En un texto publicado en 1910 en la revista Les marges, Guillaume Apollinaire recordaba que, llegado a París desde la provincia, cada día, pasadas las cinco de la tarde, iba a hurgar en los puestos de los bouquinistas, en los muelles del Sena.
Todos las tardes, Apollinaire fantaseaba con tropezarse con tal o cual poeta o pensador, hasta que una tarde se fijó en "un hombre robusto, en la plenitud de la edad, que vestía un abrigo negro, chistera y bufanda blanca enrrollada al cuello con descuido". Le puso el sobrenombre de el fabulista porque se daba un aire a Lafontaine. Un día, vio a ese desconocido observando el cielo. Cuando la primera estrella apareció, él le tiró un beso. Era Remy de Gourmont, a quien Apollinaire definiría como "el interesado por todas las cosas del universo: los animales, los astros, los libros y las calles, la humanidad y el amor que conmueve a toda naturaleza".
Paul Léautaud nos proporciona otro retrato de este secreto príncipe de las letras francesas. "Un hombre erguido, algo corpulento, ancho, pesado de cuerpo", a quien la sífilis iba a desfigurar horriblemente cuando contaba treinta años.
A partir de ese estrago físico, se dejó ver menos. En realidad, sólo acudía a la redacción del Mercure, donde participaba en una tertulia con otros escritores.
Siempre descuidado en su vestimenta, con su pequeña esclavina y sus grandes zapatos, y su sempiterna bufanda enrollada al cuello, Remy de Gourmont se esmeraba cada vez más con el lenguaje. Amaba con pasión la lengua francesa; alguna vez escribió que las palabras le habían causado mucha más alegrías que las ideas.
Los libros de Gourmont son hoy difíciles de encontrar. Por esa razón es de agradecer que Periférica se haya tomado la molestia de editar sus Pasos en la arena un delicioso volumen de epigramas donde resuenan las voces de Marco Aurelio y de Nietzsche, de Baltasar Gracián, de Montaigne, de La Bruyére.
Por lo que respecta a erudición y dominio literario, muy pocos escritores de su tiempo pudieron equiparársele. Para algunos estudiosos, su estilo seco, distante, en apariencia, y a veces hasta desdeñoso o altivo, revelan su origen aristrocrático. Que pudo remontarse, incluso, a aquel legendario Gormon, rey vikingo, o a una célebre familia del mismo apellido, pionera en el arte de la imprenta, en el París del siglo XV.
Entre las obras de este artista de culto hay que citar Sixtine o Una noche en el Luxemburgo, novelas en las que aparecen ya esbozadas nuevas técnicas, que se pondrían en boga años después, como el monólogo interior o lo que André Gide denominó mise en abîme, o relato dentro del relato, o técnica de las muñecas rusas. En esos textos, Gourmont conseguiría conciliar pensamiento y creación literaria, dos de sus más acendradas pasiones.
Un precursor. Los franceses lo tienen clasificado en la escuela simbolista, dentro de la cual ocupa un lugar privilegiado, como el indiscutible crítico del movimiento, comparándosele en prestigio con el incomparable Sainte-Beuve.
Juan Bolea

Los "nuevos editores" en EL PAÍS

El pasado sábado Babelia dedicaba un extenso reportaje a los nuevas (y pequeñas) editoriales españolas surgidas durante los últimos años, entre ellas Periférica. Arrancaba así:
"Las pequeñas editoriales españolas, que han proliferado en los últimos años, viven su particular esplendor en un sector difícil y marcado por la incertidumbre. La elección de buenos autores, la creación de un catálogo coherente y una cierta especialización representan sus principales desafíos".

Éste es el enlace para acceder al reportaje (en la edición web, sin embargo, no están todos los contenidos): http://www.elpais.com/suple/babelia/index.html