editorial periférica

31 octubre 2006

Torquemada en DIARIO DE SEVILLA

Don Benito el Garbancero
Don Ramón María del Valle-Inclán dio en llamar a Galdós "don Benito El garbancero", y ello por su escritura pedestre, por el aire cervantino y el universo abuhardillado que se trabajaba el canario. Pero es que don Ramón andaba metido en el simbolismo, en la prosa decadente a lo Villiers, mientras que don Benito quería dar el aguafuerte de un Madrid escaso y pudibundo, con olor a verdura y niña pobre. Con esto quiero decir que ambas cabezas nunca se entendieron, siendo así que uno era la contrafaz del otro, y cada cual un trozo adolorido y pobre de vanguardia (no en vano, don Ramón hablaba de "un Madrid absurdo, brillante y hambriento" como un personaje más de sus Luces de bohemia).Yendo al asunto que nos ocupa, la editorial Periférica publica Torquemada en la hoguera de Galdós, obra de un costumbrismo humano y tembloroso, que viene directamente de Dickens y Balzac, del ancho naturalismo decimonónico, pero que va más lejos que el británico, y se queda a un paso de la franca brutalidad del galo. Digo que el Torquemada de Galdós va más allá de Dickens, pues se trata de la figura del avaro, del memorable Ebenezer Scroodge de Cuento de Navidad, o del rapaz conmovedor y auñón que rige el infortunio de Oliver Twist, sólo que convertido ya en protagonista, y no en figura destacada, potente, secundaria, como en la obra de aquel niño aterido que fue don Carlos Dickens. Así pues, la originalidad de Galdós está en ponernos ante las cuitas de un prestamista, ante su humanidad bronca y desfigurada, utilizando para ello la numerosa artillería sentimental y el cúmulo de trampas literarias que medra en la novela del XIX (me refiero a esos niños desdichados y hermosos, de rara inteligencia, que pasean su blancura bajo el frío). En esto, como en muchas otras cosas, Dickens fue un maestro insuperable, pues son varias las generaciones que han llorado con la pobreza idealizada, con la improbable redención que asiste a sus personajes. Y algo de eso es lo que hallamos en este Torquemada galdosiano, cuando sale a la noche de Madrid para ofrecer limosna, pensando que la caridad, que su conversión al bien, habrá de salvar a su hijo enfermo.Por supuesto, la obra de Galdós no acaba bien, como ocurría invariablemente con las novelas de su maestro Dickens. Y es esto, precisamente, lo que hace más humano, más complejo, más grande y cervantino, menos dócil a la caricatura valleinclanesca, a don Benito El garbancero, viejo bigote con mastín y boina.

Enlace: http://www.diariodesevilla.com/diariodesevilla/articulo.asp?idart=3495459&idcat=1182

16 octubre 2006

Rodrigo Soto en "Verbo Sur" de Babelia

El pasado sábado publicaba Rodrigo Soto, en la sección "Verbo Sur" de Babelia, dedicada a autores latinoamericanos, un interesante artículo sobre dos autoras fundamentales y míticas (en especial la primera): las costarricenses Yolanda Oreamuno y Eunice Odio.

DOS TIGRESAS TRISTES
por Rodrigo Soto
El 9 de julio de 1956 moría en Ciudad de México la novelista Yolanda Oreamuno. Lo hacía sumida en la pobreza, en el departamento y entre los brazos de su amiga entrañable, la poeta Eunice Odio. Costarricenses por nacimiento ambas, creadoras extraordinarias, hermosas e incomprendidas, nos legaron, además de su obra brillante -y casi completamente desconocida fuera de un grupo de felices iniciados-, la belleza de su leyenda trágica.
Nacida Yolanda en 1916; Eunice, tres años después. Su breve biografía está jalonada desde el inicio por circunstancias difíciles: huérfana de padre desde muy niña, Yolanda fue raptada en plena ciudad de San José a la edad de 19 años; casada poco después con un diplomático chileno, enviudó el mismo año de su boda. El escritor Joaquín Gutiérrez gustaba de contar cómo, en plena Guerra Civil española, Yolanda y otros jóvenes escritores boicotearon la presentación de un declamador franquista, lanzando insultos y "pedos químicos" que pusieron en desbandada a la concurrencia que abarrotaba el Teatro Raventós esa noche. En fin, al abandonar Costa Rica -harta de un medio pacato y hostil, pero todavía sin una obra que respaldara su arrogancia-, se dejó decir: "Ahí les dejo mi leyenda, para que se entretengan".
La belleza de Eunice Odio fue codiciada y celebrada por muchos. Tal vez, los más célebres versos se los dedicó el gran poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas. En el largo poema que le escribió, dice entre otras cosas: "A veces a ti misma te esquivamos. / Tratamos de cubrirte con palabras / y adjetivos espléndidos, por temor / a ver entre tus pliegues algo de lo desconocido".
Y es que, en efecto, Eunice Odio se asomó a lo desconocido. Su vasta obra poética da testimonio de ello: densa, de resonancias místicas, esotéricas y simbólicas. No sorprende que de ella dijera Augusto Monterroso: "Eunice Odio fue una mujer muy difícil, tuvo una vida muy difícil y escribió una poesía más difícil aún".
De ese asomarse a lo desconocido, también dan fe unas extraordinarias cartas que le escribió al venezolano Juan Lizcano, por muchos años su editor, confidente y amigo. En ellas, le refiere una serie de acontecimientos asombrosos que le ocurrieron a lo largo de varios meses. "Fue en el mes de noviembre de 1964. Esa mañana, mi criada Virginia llegó a las ocho y media de la mañana. Mientras esperaba que trajera la gran taza de café negro que tomo al despertar, empezaron a salir, de mi cuerpo, una enorme cantidad de filamentos luminosos, que tendrían entre seis y ocho centímetros de largo y el grueso de un cabello muy delgado, salieron de mí, como digo, en enormes cantidades y más veloces que la luz misma". Quienes leímos de jóvenes a Carlos Castaneda reconoceremos sin dificultad la escena, pero también tendremos pistas para mejor entender la fascinación de Castaneda por la poesía.
Eunice Odio adoptó la nacionalidad guatemalteca en 1948, en medio del proceso democrático que vivía ese país, y se radicó en México tras la caída del Gobierno de Jacobo Arbenz. Algunos años después, en 1963, se declararía furiosamente anticomunista, lo que en medio de la euforia castrista le allegaría numerosas enemistades y no pocas dificultades para subsistir.
La huella de su estancia en México marcó la obra de ambas creadoras (tal y como sucede con los también costarricenses Francisco Zúñiga y Chavela Vargas). Una de las novelas más extraordinarias de Yolanda Oreamuno se titula De su obscura familia; en escasas 50 páginas, nos relata con intensidad deslumbrante el proceso que vive un exiliado político costarricense que llega a ese país tras la Guerra Civil de 1948: hijo de las clases adineradas, languidece en el letargo de su medianía, hasta que el exilio lo lleva a México, donde los olores, las gentes, el paisaje, la intensidad vibrante de la ciudad, le dan un mazazo en la cabeza, despertándolo a la vida.
Eunice murió 18 años después que su amiga, también en México, pero hubo de hacerlo sola pues ya no estaba Yolanda para tenerla en sus brazos; no encontraron su cuerpo sino varios días después de fallecida. Se rumorea que Sergio Ramírez prepara una novela sobre la vida y leyenda de ambas.


Rodrigo Soto (San José de Costa Rica, 1962) ha sido incluido en antologías del relato latinoamericano como McOndo (Mondadori) y Líneas aéreas (Lengua de Trapo). La editorial Periférica publica la semana que viene en España su novela Gina.
Enlace: http://www.elpais.es/articulo/semana/tigresas/tristes/elpbabsem/20061014elpbabese_10/Tes/

15 octubre 2006

Noticias y novedades

Van llegando nuevas reseñas y noticias de la aparición de nuestro Torquemada en la hoguera en diferentes medios nacionales, las últimas en el Diario de Mallorca y, este último viernes, en el periódico malagueño Sur.
Por otra parte, puede leerse en www.divertinajes.com, dentro de la sección dedicada al sector editorial a cargo de la periodista Eva Orúe ("Círculo de iluminación"), la entrevista que hemos mantenido sobre nuestras apuestas para la próxima semana: dos autores latinoamericanos contemporáneos...

Periféricos muy centrales, y centrados
por Eva Orúe
Julián Rodríguez, director literario de Periférica, sabe que el camino, más aún para una iniciativa como la suya, excéntrica, es decir, lejos del centro o de los centros de esto que hemos dado en llamar la industria editorial, no es fácil. Cuando se puso en marcha, anunció su intención de centrar una parte de su trabajo en recuperar clásicos poco conocidos o poco difundidos en España, y la otra en presentar a los lectores en español a algunos de los escritores más interesantes del panorama internacional, haciendo hincapié en los países cercanos al nuestro y en la literatura de Latinoamérica.
En esta segunda línea se inscriben sus próximos lanzamientos, previstos para la semana que viene: el venezolano Israel Centeno y el costarricense Rodrigo Soto, novelistas jóvenes pero ya con una sólida trayectoria. Centeno ha publicado en sellos importantes (Alfagura Venezuela, Planeta Venezuela, Norma Venezuela, etc) y está considerado uno de los novelistas fundamentales de la literatura latinoamericana actual. Soto está incluido en antologías como McOndo (Mondadori), Líneas aéreas (Lengua de Trapo), Pequeñas resistencias (Páginas de espuma)... y es uno de los renovadores de la novela centroamericana junto a Carlos Cortés, Castellanos Moya o Rey Rosa. Las novelas que tendremos oportunidad de leer son más o menos breves, pero muy interesantes e intensas: Iniciaciones (de Centeno) y Gina (de Soto), y la editorial tiene tanta confianza en ellos que ha contratado tres novelas de cada uno (ya publicadas en sus países de origen), además de algunos inéditos. Más adelante, en febrero de 2007, aparecerán autores europeos: portugueses, franceses, italianos y rumanos...

¿Españoles?, pregunto. «Hemos creído que ya hay muchas editoriales españolas de interés con autores también españoles en su catálogo, y creemos que los que podían interesarnos están ya en ellas (quizá los hay inéditos, seguro, pero es difícil conocerlos)... Por otro lado, nuestra idea es publicar siempre varios títulos de un solo autor, o toda su obra, nuestro proyecto es a largo plazo... y es difícil "atraer" a un autor español de otra editorial, mantenerlo durante años, etc., en los tiempos actuales... sin embargo, esto es más fácil con autores extranjeros, que valoran nuestro trabajo de otro modo, que no les importa que seamos una editorial pequeña porque para ellos la compañía de los clásicos es (así lo creen y lo dicen) muy buena, porque quieren ser publicados en españa en un sello que no esté demasiado pendiente de la cuenta de resultados, es decir, que les permita también a ellos "desarrollarse" en el catálogo, etc.»
Le comento que he leído su edicion de Torquemada en la hoguera, de Galdós, y también que llama mi atención que hayan publicado ese texto corto de Don Benito cuando hace no tanto, en 2002, ya salió en Punto de Lectura. «No comparé con ésa, porque ya ha pasado a estar, me dijeron, descatalogada, pero algunas otras ediciones de este libro "sacrificaron" parte del texto original: aquí una frase, allá un párrafo, esto que es diálogo lo pasamos a texto-corrido... aun siendo buenas editoriales. Eso por una parte. Por otra, queríamos hacer una edición que respetara el original y prologarla por uno de los mejores conocedores de Galdós [Gullón] y de esta obra, queríamos incluir a algún español "clásico", un autor coetáneo de los extranjeros que estábamos publicando: por fechas, por calidad, tenía que ser Galdós... Claro, Galdós ha "sufrido" mucho por aquello de "garbancero" (primero Valle-Inclán, luego Benet, dos autores a los que, por otro lado, aprecio), y no lo merecía: es nuestro Balzac.» Creo, además, que "brilla" más en las novelas más breves que en las muy extensas... Fortunata y Jacinta, por ejemplo, es estupenda, pero en ocasiones se repite el texto casi con las mismas palabras, hay demasiadas digresiones, no hubo una "poda" a tiempo, etc. Y, sin embargo, en Torquemada, en toda la serie, no hay esos "deslices": creo que es la mejor serie de novelas de Galdós, y también lo creen Pitol o Gullón, que se mostró entusiasmado y fue muy generoso al saber que íbamos a publicar este libro.»Añadiré algo, y espero no ser pesado: en cualquier editorial (digo de este signo, minoritaria pero con pretensiones de llegar a todas partes) francesa o italiana, se publican a autores "del país", más reconocidos o menos, sin problema, al lado de nombres de la actualidad o de nombres señeros... quizá aquí aún tenemos cierto complejo respecto a nuestros "clásicos": nosotros, en Periférica, queríamos, de alguna manera, humildemente pero dentro de nuestro proyecto general, "normalizar" eso. Te confesaré que varios amigos escritores nos han dicho: "genial, al fin Galdós lejos de las ediciones comentadas, para estudiantes, o de las ediciones de bolsillo para ganar dinero fácil". Así, literalmente, y han sido varios...»
¿Publicaréis el resto del ciclo? «Nuestra idea es seguir con todas las novelas de Torquemada, sólo dependerá de lo que "respeten" nuestro proyecto otros editores: si no se adelantan a la segunda y tercera y cuarta entrega... las haremos nosotros. Para ésta, además del prólogo, encargamos una guía didáctica, de lectura, por si se animaban algunos profesores de enseñanza secundaria: era un modo de dar a conocer la editorial en otro ámbito, a profesionales de ese sector, y también un modo de que los lectores del futuro, los muy jóvenes ahora, conozcan, "vean", nuestros libros... y ojalá los aprecien.»

07 octubre 2006

JUAN BOLEA sobre LA PELIRROJA en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN


El Periódico de Aragón 25/09/2006 Juan Bolea

Parece un Max Estrella, y recuerda a un Pedro Luis de Gálvez.
El autor de Os gatos, Pasquinadas, O pais das uvas, o, ahora, de La Pelirroja (A Ruiva) debió de ser, además del niño terrible de las letras portuguesas de finales del XIX y principios del XX, un bohemio, un alma atormentada y lúcida en la Lisboa del cambio de siglo. Un gran caricaturista literario, a la manera de Dickens, y un fino analista de la sociedad de su tiempo, en la época en el que el novelista debía necesariamente practicar la crítica social.
Dicen sus biógrafos que los escritos de José Valentim Fialho de Almeida (1857-1911), tenidos por una especie de reverso a la novelística de Eça de Queiroz, por el perfil oscuro de ese mismo ángel claro, llegaban a conmover medularmente a Fernando Pessoa. Y, puedo fedatarlo, su prosa sigue conmoviendo hoy en día.
Alcanza nuestras fibras por su hondura y sinceridad, por su desgarrado talento, la lectura de La pelirroja, una de las mejores novelas de Fialho de Almeida, inexplicablemente inédita hasta el momento en nuestro país.
La brillante traducción de Antonio Sáez Delgado, para la editorial Periférica, ha permitido conservar buena parte de la riqueza estilística y lingüística del texto original. Se trata de una novela decimonónica, desde luego, folletinesca o melodramática, pero concebida desde una enorme audacia, y por medio de una mentalidad ciertamente avanzada para su época.
La historia nos cuenta la peripecia de una prostituta portuguesa, bonita y pelirroja, desde sus primeros escarceos en el mercado de la carne hasta su caída final, víctima de las enfermedades, el alcohol, la pobreza y el hambre.
Carolina es el nombre de este extraordinario personaje. Hija de un enterrador, eróticamente imaginativa y precoz, la joven trabará muy temprano contacto con sus primeros amores. Que no serán señoritos del Chiado ni de la Baixa, sino los bustos mortuorios, blancos y rígidos, de los cadáveres que su padre, el enterrador, trasteaba en el depósito del cementerio antes de proceder a su inhumación. Frente a esos marchitos caballeros, recorriendo con mano doncel la piel fría de sus flancos, Carolina experimentará sus primeras y enfermizas calenturas. Esa escena en la que la muchacha pugna por despertar a los muertos, para que la abracen y le hagan el amor, sigue siendo hoy francamente audaz, de manera que imagínense leyéndola hace más de cien años.
Fialho de Almeida, no en vano había transcurrido con frecuencia por las cloacas de la sociedad portuguesa, sabía muy bien de lo que escribía. Vástago de una familia de Vila de Frades venida a menos, sufrió estrecheces económicas y frecuentó la vida golfa de los cafés lisboetas. Sus inquietudes literarias, la potencia de su estilo renovador, su extraña capacidad de incorporar neologismos, o una visión internacional de los problemas de su tiempo, combinando esos recursos europeístas con un naturalismo de raíces sórdidas, estéticas, y de escenarios góticos, le convierten en un narrador clave en la moderna novela portuguesa.


Enlace: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=272821

TORQUEMADA en LAS PROVINCIAS de Valencia

Durante las últimas semanas, han seguido apareciendo en la prensa española varias notas sobre diferentes libros de Periférica, entre las que podríamos destacar, por su enjundia, una del escritor Juan Bolea a propósito de La Pelirroja (en la que califica de brillante la traducción de Antonio Sáez Delgado). Y hoy mismo, sábado, nos desayunamos con una breve pero buena aproximación a nuestro Torquemada en la hoguera, publicada en el diario Las provincias de Valencia. Dice así:

Miseria anímica
El excelente prólogo del crítico Germán Gullón, que no sólo se centra en la producción literaria de Pérez Galdós sino que justifica actitudes en la evolución narrativa por el estado sentimental y amoroso del escritor, predispone al lector a analizar Torquemada en la hoguera como una novela donde aflora el racionalismo frente a sentimientos religiosos mantenidos como tradición-superstición. En este aspecto interesantes son los pasajes en que Torquemada recurre a la típica oferta: "si me concedes el favor, prometo...". Párrafos en que también Dios es sustituído por Humanidad. Benito Párez Galdós, famoso ya por la difusión de los Episodios Nacionales , conocido en el mundo intelectual y con sólida posición económica, inicia un cambio en la temática de sus novelas ahondando en los dilemas del ser, cuando desea aferrarse a la fe para ser escuchado y salvar a su hijo. Torquemada, el usurero; Bailón, el carnicero; un sastre y un fotógrafo (también vecinos) y la pobre tía Roma, integran el friso de personajes que viven pendientes de la salud de niño, del hijo del usurero, de la criatura que es buena y sabia, sobre la que parece descargar el castigo de una mistriosa divinidad. Benito Pérez Galdós continuó un ciclo con Torquemada como protagonista. Unos libros que han sido alabados por César M. Arconada, Luis Buñuel y Sergio Pitol. Los jóvenes de hoy tienen la palabra.