GINA en EL PAÍS
Hace escasas semanas comenzaba nuestra apuesta por la literatura actual (a la que seguirán nuevos títulos de la Europa cercana, en traducciones que verán la luz a lo largo de 2007 y 2008).
Los dos primeros autores contemporáneos eran el costarricense Rodrigo Soto y el venezolano Israel Centeno, dos escritores con una sólida trayectoria ya pero casi desconocidos en España, lo que vamos a tratar de remediar, ya que no sólo publicaremos estas primeras novelas, sino que a lo largo de los próximos años iremos presentando a los lectores de España y América Latina otros títulos relevantes de su carrera, además de algunos inéditos.
Cuando comenzamos a trazar el proyecto de Periférica nos marcamos dos objetivos claros (ligados entre sí, pues el contexto de clásicos debía crear a su vez el de autores contemporáneos... además de establecer "líneas de contacto" y conexiones entre unos y otros; las conexiones que, estamos convencidos, existen entre ellos, y que hemos rastreado durante años antes de dar a luz Periférica): por un lado, la "recuperación" de nombres fundamentales de la literatura de los últimos siglos nunca traducidos al castellano, o poco difundidos durante estas décadas; por otro, la "presentación" (sobre todo al lector español) de algunos de los escritores más interesantes de la actualidad internacional, en especial de Europa y América Latina.
El doble lanzamiento de Gina e Iniciaciones responde a este último objetivo, y queremos, desde este blog, celebrar la acogida que están teniendo sus novelas tanto en las librerías como en las mesas de redaccción de los medios españoles y latinoamericanos.
Ya se han hecho eco de su aparición varios suplementos regionales, pero este último sábado el "doblete" con excelentes críticas en ABC y El País supone, sin duda, una ayuda importante para difundir el trabajo de Soto y Centeno, y la confirmación de que nuestra apuesta merecía la pena.
Era Javier Goñi quien firmaba esta reseña de Gina en Babelia:
Otros ámbitos
La lectura, a cierta edad, es sumamente arbitraria y caprichosa y uno leyó, hace mucho tiempo, una antología heredada, en papel deleznable, de posguerra atroz, Los mejores cuentistas hispanoamericanos, una selección de la A, Argentina, a la V, Venezuela, de un tal José Sanz y Díaz (Revista literaria Novelas y Cuentos, marzo de 1949), y me quedé con la portada de Manolo Prieto donde venían, coloreados, los distintos países, incluso ese quebradizo brazo centroamericano que une lo inabarcable, donde cabía Costa Rica, que no tenía fuerzas armadas, pero sí -de hacerle caso al tal señor Sanz y Díaz- cuentistas excelsos, poetas notables e interesantes novelistas, como no se olvidan de señalar recientes antólogos como Eduardo Becerra (Lengua de Trapo), Enrique Jaramillo Levi (Páginas de Espuma) o, hace diez años, Alberto Fuguet y Sergio Gómez, editores del irreverente McOndo (Mondadori), donde ya aparecía un relato de Rodrigo Soto (San José de Costa Rica, 1962), que también es incluido en los libros anteriores (no, claro, en la vieja y nunca olvidada, no sé por qué, antología de Novelas y Cuentos).
Quiero decir, con esta arrancada desde tan atrás, que bienvenido sea Rodrigo Soto, un escritor, con cierta obra, nada conocida en España hasta ahora (salvo las antologías citadas) y en quien con buen ojo se ha fijado un pequeño editor que nos ofrece, a la gran familia lectora en español -dicho sea sin retórica-, esta pequeña joya, una novela breve e intensa, con nombre de mujer, Gina, buena nota (la describe así Soto), que es una excelente primera aproximación a un escritor de Costa Rica, con un hueco entre los nuevos de la literatura del otro lado del charco, tras los Macondos y los McOndos. Dentro de los valiosos nombres que componen el estupendo bestiario que de allí nos llegan continuamente -con visado o sin él, pero todos ellos con papeles- desde México, el coloso, hasta Argentina, paciente convaleciente de diván, Rodrigo Soto lo hace, sin ruido, con una novela de prosa muy viva, fragmentada, por donde atraviesa Gina, esa buena nota, con todos los imprevistos de su vida a hombros, incluidos hijos, sueños, (des)amores, y por donde atraviesan también ráfagas de historia reciente -Somoza, sandinistas- del mezclado y frágil brazo que une a pulso las dos mitades del continente, de gran tonelaje ambas. Tal vez esta novela, por tonelaje -ya que estamos en ello-, y porque su autor es costarricense -una literatura de poca presencia entre nosotros- no hubiera tenido cabida, en un primer momento, en otra editorial de más catálogo. Existen -ya antes de Capote- otras voces y otros ámbitos y una editorial como Periférica hace honor a su nombre proporcionándonos la oportunidad de conocer a un escritor como Rodrigo Soto. Aunque se anuncian otros títulos suyos en la misma casa editora, no sería de extrañar que fuesen apareciendo ya por el horizonte barcos de mayor calado deseosos de hacerse con la presa. Si así fuese, a esta cuidada y elegante editorial le cabría la satisfacción de haber sido la primera.
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