Nuestras traducciones en EL PERIÓDICO DE GUATEMALA
Méndez Vives dedica hoy su columna de El Periódico de Guatemala, "Viaje al centro de los libros", a las últimas traducciones de Luis Eduardo Rivera, publicadas por Periférica. Dice así:
Nuestro escritor Luis Eduardo Rivera, autor de una novela singular, inclasificable, divertida por ingeniosa e inteligente: Velador de noche, soñador de día, y de variedad de cuentos y libros de poesía, se marchó del país en los años setenta y encontró en París el espacio y tiempo que necesitaba para la literatura. A cada vuelta de rueda aparece un nuevo libro suyo, que intercala con sus traducciones del francés. En Francia descubrió el placer de leer a autores que le resultaban desconocidos (como una asignatura pendiente), gozando como niño cada vez que descubría lo genial, y en los últimos años se ha dedicado a traducir a quienes más lo han sorprendido, para compartir el placer con nosotros, los lectores de habla hispana, y especialmente los que vivimos en esta tierra tan ajena al ingenio extraordinario de los pensadores franceses de los siglos XVIII y XIX. En 1996 publicó en México los Pensamientos de Joseph Joubert (1754-1824), y este año aparecieron en España dos nuevas traducciones de pensadores que murieron jóvenes, El testamento de un bromista, de Jules Vallés (1832-1885), y Pensamientos y rivalorianas, de Antoine de Rivarol (1753-1801). Es notable observar que los autores que Rivera elige para traducir tienen una conexión directa con su propio estilo, son pausados, ingeniosos, profundos y divertidos, e incluso Rivarol parece una invención suya para escribir aforismos mientras permanece disfrazado, aunque entendemos que se trata de traducciones y nadie tratará de comprobarlo, porque: "No tenemos derecho a lo imposible". Los textos son claros y sencillos, ya que según Rivarol: "A la modestia le conviene muy poco la oscuridad", o según Joubert: "Hay que ser profundos en términos claros y no en términos oscuros". En El testamento de un bromista encontramos páginas divertidísimas que nos demuestran que los franceses también pasaron por períodos terribles, porque no siempre fueron un museo de primera clase. El protagonista es Ernest Pitou, que narra su vida desde cuando a los 6 años le pegaban y forzaban a aprender la poesía que no resolvió su vida, porque a él le hubiera bastado con ser zapatero remendón. El libro nos muestra su sensibilidad, la actitud cauta hacia el amor, los estudios y las amistades, y de cómo, tras su llegada a París, aprendió lo que significa participar en las luchas sociales. Textos de primera, que nos indican que el hombre no ha mudado mucho en los últimos siglos, las preocupaciones son las mismas, y apenas cambia la apariencia y la comodidad, porque en lugar de riendas de caballo ahora conducimos automóviles.
Enlace:
http://www.elperiodico.com.gt/look/article.tpl?IdLanguage=13&IdPublication=1&NrIssue=795&NrSection=12&NrArticle=27877
Nuestro escritor Luis Eduardo Rivera, autor de una novela singular, inclasificable, divertida por ingeniosa e inteligente: Velador de noche, soñador de día, y de variedad de cuentos y libros de poesía, se marchó del país en los años setenta y encontró en París el espacio y tiempo que necesitaba para la literatura. A cada vuelta de rueda aparece un nuevo libro suyo, que intercala con sus traducciones del francés. En Francia descubrió el placer de leer a autores que le resultaban desconocidos (como una asignatura pendiente), gozando como niño cada vez que descubría lo genial, y en los últimos años se ha dedicado a traducir a quienes más lo han sorprendido, para compartir el placer con nosotros, los lectores de habla hispana, y especialmente los que vivimos en esta tierra tan ajena al ingenio extraordinario de los pensadores franceses de los siglos XVIII y XIX. En 1996 publicó en México los Pensamientos de Joseph Joubert (1754-1824), y este año aparecieron en España dos nuevas traducciones de pensadores que murieron jóvenes, El testamento de un bromista, de Jules Vallés (1832-1885), y Pensamientos y rivalorianas, de Antoine de Rivarol (1753-1801). Es notable observar que los autores que Rivera elige para traducir tienen una conexión directa con su propio estilo, son pausados, ingeniosos, profundos y divertidos, e incluso Rivarol parece una invención suya para escribir aforismos mientras permanece disfrazado, aunque entendemos que se trata de traducciones y nadie tratará de comprobarlo, porque: "No tenemos derecho a lo imposible". Los textos son claros y sencillos, ya que según Rivarol: "A la modestia le conviene muy poco la oscuridad", o según Joubert: "Hay que ser profundos en términos claros y no en términos oscuros". En El testamento de un bromista encontramos páginas divertidísimas que nos demuestran que los franceses también pasaron por períodos terribles, porque no siempre fueron un museo de primera clase. El protagonista es Ernest Pitou, que narra su vida desde cuando a los 6 años le pegaban y forzaban a aprender la poesía que no resolvió su vida, porque a él le hubiera bastado con ser zapatero remendón. El libro nos muestra su sensibilidad, la actitud cauta hacia el amor, los estudios y las amistades, y de cómo, tras su llegada a París, aprendió lo que significa participar en las luchas sociales. Textos de primera, que nos indican que el hombre no ha mudado mucho en los últimos siglos, las preocupaciones son las mismas, y apenas cambia la apariencia y la comodidad, porque en lugar de riendas de caballo ahora conducimos automóviles.
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