editorial periférica

12 abril 2008

YURI HERRERA entrevistado en CAMBIO 16

Natalio Blanco entrevistaba hace unos días a Yuri Herrera en la revista semanal Cambio 16:

Publicada en su México natal en 2004 y ahora en
España por Periférica, Trabajos del reino nos acerca al mundo del narcotráfico a través de la mirada de un compositor de corridos con un lenguaje dotado de una fuerza ejemplar y un lirismo sorprendente.


Licenciado en Ciencias Políticas y en Creación Literaria por la Universidad de Texas y editor de una revista literaria, Yuri Herrera consiguió hace unos años deslumbrar a sus compatriotas con esta novela, un sutil y evocador canto contra el brutal mundo del narcotráfico mexicano. Tiene claro que mientras el discurso oficial siga hablando de las drogas como si el problema se fuera a acabar con encarcelamientos masivos no servirá de mucho la lucha hasta que no se reconozca que esta realidad es un problema de salud pública y un fiel reflejo de la demanda insaciable de un mercado inmenso. Con Trabajos del reino, su primera novela, la crítica de su país no ahorró elogios por la fuerza narrativa de su estilo. ¿Qué acogida espera de este libro en su presentación en España?
Aunque las reseñas del libro en México fueron positivas, la novela
no tuvo mucha repercusión. Sé que existe en España un creciente interés por este tema y que la literatura latinoamericana tiene cada vez más lectores en la Península. Espero que Trabajos del reino encuentre un público más amplio, sobre todo de la mano de una editorial como Periférica, que en tan poco tiempo ha ganado mucho prestigio.

El protagonista de la novela, un compositor de narcocorridos nos desvela la ‘vida palaciega’ de un cártel del narcotráfico. ¿Hay que ser, de alguna manera, tan valiente como uno de estos compositores para recrear este mundo brutal en una novela?
No. Aunque sí me informé exhaustivamente acerca de este mundo, no tuve contacto directo con los grandes capos del narcotráfico. El libro no tiene pretensiones realistas, ni puede considerarse una representación fiel de la vida en el ámbito del tráfico de drogas. Más bien ese mundo es el escenario a través del cual me propuse elaborar sobre las relaciones entre el arte y el poder. Las anécdotas del narcotráfico, el registro lingüístico fronterizo, el paisaje, son la materia con que está construida la novela, pero no se refiere a personajes específicos o a eventos concretos, a diferencia de lo que hacen los corridistas, que sí recuperan los acontecimientos cotidianos de este fenómeno.

¿Ha llegado a recibir algún tipo de amenazas tras su publicación?
Es curioso que me pregunte esto. Cada vez que “ejecutan” (por usar la palabra utilizada por la prensa en México para referirse a estos asesinatos) a un artista relacionado con el narcotráfico, algún amigo me llama para preguntarme si no me pone nervioso esto. Pero, como decía, la novela no describe las prácticas de ninguna persona concreta, es más como una fábula que echa mano del imaginario del narcotráfico, sin concentrarse en un solo hecho. Ignoro si los capos del negocio de las drogas leen novelas, pero ésta, al menos, aparentemente no forma parte de su biblioteca.

Con su novela podemos palpar que el Bien y el Mal conviven en un estrecho habitáculo con imprevisibles consecuencias. ¿Es así la realidad o aún peor?
La convivencia a la que hace referencia está presente no sólo en el universo del narcotráfico. Uno de los objetivos de la novela es ilustrar la complejidad de las reacciones que tienen los individuos frente al poder. La faceta oscura del poder, así como la fascinación que los hombres poderosos producen en muchos, es bien visible en los capos del narcotráfico, pero esta convivencia del bien y el mal se da en todos los ámbitos en que los hombres acumulan poder. Supongo
que la realidad es mucho peor de lo que se describe en la novela, sobre todo porque el poder político y el poder empresarial no muestran claramente esa otra faceta, y, a diferencia de lo que sucede con los delincuentes, estamos predispuestos a confiar en políticos y empresarios como si pertenecieran a una esfera intocada por el mal. No estoy diciendo que nuestros senadores o los hombres de negocios sean lo mismo que los narcotraficantes, sólo señalo que la acumulación de poder puede conducir, independientemente de las prácticas gracias a las cuales se haya conseguido ese poder, a la misma locura que es tan visible en el caso de los criminales.

¿Son los cantantes de narcocorridos de los pocos que se atreven en su país a denunciar una realidad tan lacerante y a la que casi nadie le intenta poner freno?
No. En primer lugar hay que decir que hay tanta diversidad entre los cantantes de corridos como entre los escritores o periodistas. Algunos denuncian, otros hacen apología de ciertos personajes, otros intentan dar cuenta de su realidad de manera objetiva. Por otro lado, hay una gran cantidad de periodistas que han pagado con su vida el haber difundido los negocios de los narcotraficantes, o los nexos de estos con los políticos, el ejército o el gran capital. Un caso ejemplar, aunque no el único, es el semanario Zeta, de Tijuana, que desde hace años ha sobrevivido bajo el acoso de los narcotraficantes y sus empleados en el gobierno, y cuyos reporteros frecuentemente deben realizar su trabajo protegidos por escoltas. Quisiera añadir algo más: sí hay un intento de los gobiernos estatales y del gobierno federal por poner un freno a este fenómeno, pero sus resultados son magros, y continuarán siéndolo en la medida en que el enfoque se reduzca a un enfrentamiento militar. La “guerra contra las drogas” es un eufemismo que encubre nuestra incapacidad para entender este fenómeno en todas sus aristas. El discurso oficial habla de las drogas como si se tratara de un demonio en estado de pureza, y como si el problema se fuera a acabar con encarcelamientos masivos, cuando la realidad es que es un problema de salud pública, y es también reflejo de la demanda insaciable de un mercado inmenso; mientras esa demanda no disminuya, no importa a cuántos capos se enjuicie, el negocio persistirá. Por último la estrategia actual del combate al narcotráfico deja de lado el hecho de que en diversas sociedades se han encontrado maneras de lidiar con las drogas que no se limitan a la prohibición. El tema exige una discusión mucho más profunda que la que se ha dado hasta ahora.