editorial periférica

12 abril 2008

EL CUADERNO ROJO y SOBRE ARTE Y LITERATURA en HERALDO DE ARAGÓN

El escritor y crítico José Giménez Corbatón firmaba este último jueves en el suplemento del Heraldo de Aragón la reseña "Francia: escritura y vida", dedicada a Sobre arte y literatura y El cuaderno rojo:

Imposible resumir en una reseña la importancia de Joseph Joubert y de Benjamin Constant, dos autores en lengua francesa (el segundo había nacido en Lausanne) a caballo entre los siglos XVIII y XIX, de vital interés para calar en las profundas transformaciones estéticas y morales que se producen en una época convulsa, preñada de formulaciones renovadas, de esperanzas y de dudas.
Joubert conoció a los Ilustrados –trabajó para Diderot-, apoyó la revolución y después la abandonó, incapaz de someterse a la inevitable deriva, una violencia que ofuscaba su gusto natural por la moderación, la generosidad y el análisis ponderado. Chateaubriand, que se benefició de su amistad y que, tras la muerte de su amigo, fue el primero en hacer irradiar sus cuadernos, lo definía como “un egoísta que sólo se preocupaba de los demás”. Más tarde Joubert ocuparía algún puesto oficial con el Imperio. La Restauración lo apartó de la vida pública y se consagró a sus amigos y a una vida intelectualmente muy rica, pero sumida en lo apacible. Nunca aceptó ser publicado. Pero sus cuadernos íntimos ocupan miles de páginas, y la posteridad ha editado diferentes versiones, a menudo agrupando los breves textos –muchos casi aforísticos- por temas. Es la opción adoptada por la editorial Periférica. Ha elegido fragmentos en torno a dos campos, el del arte y el de la literatura. Pero, por encima de todo, Joubert es un moralista y un esteta. Su estilo es límpido, cadencioso, exacto, y no descuida nunca la belleza expresiva. Basta con abrir cualquier página al azar para quedar subyugado: “Evita comprar un libro cerrado” – “El gran inconveniente de nuestros libros nuevos es el de impedirnos leer los libros antiguos” – “El final de una obra debe hacer recordar siempre el comienzo” – “Cuando se escribe con facilidad siempre se cree contar con más talento del que se tiene” – “No puede hallarse poesía en ningún lado cuando no se lleva dentro” – “Es imposible volvernos instruidos si sólo leemos lo que nos gusta”.

De Benjamin Constant, el autor de Adolphe, se ha dicho que vivió tantas vidas que todas fueron un fracaso, y que el mayor acierto lo constituyó su entierro, al comienzo del gobierno de Louis-Philippe, en 1830, pues el féretro que conducía sus restos se vio acompañado por una densa manifestación popular. Más allá de sus posiciones políticas, algunas reaccionarias, otras teñidas de modernidad, deambuló por media Europa y no dejó nunca de sufrir el acecho de los acreedores. Amante de las mujeres, del juego, de la inconstancia, de un “dejarse llevar” por los acontecimientos, vivió intensamente: solía llamarse a sí mismo el “inconstante Constant”. El relato de sus años juveniles que contiene este Cuaderno rojo es un prodigio de sinceridad, de desapego interior y de gracia. No puede ser de otro modo en alguien que reconocía la dificultad de entenderse a sí mismo, que confesaba mantenerse vivo por educación, o que escribía en su Diario el 1 de diciembre de 1805: “Parece como si cada vez que tengo una impresión, fuera para tener al día siguiente justo la contraria”.