SOBRE ARTE Y LITERATURA en LA VOZ DE CÁDIZ
"Periférica recupera la obra de uno de los autores más desconocidos de los siglos XVIII y XIX, Joseph Joubert". Esto reza el antetítulo de la extensa reseña que Juan Carlos Sierra firmaba el lunes pasado en La Voz de Cádiz. Su título: "Pensar y escribir literatura".
Hablar de Joseph Joubert (Montignac-le-Comte, 1754 -Villeneuve-sur-Yonne, 1824) significa en esta España literaria mencionar a un desconocido. A una gran mayoría de los lectores este nombre no le dice nada, aunque quizá sí los de algunos de sus contemporáneos en el mundo de las letras francesas, e íntimos amigos, Louis de Fontanes o el vizconde de Chateaubriand.
A no ser que uno maneje con cierta soltura no solo la lengua sino también la literatura francesa o que allá por 1995 se molestara en leer la edición que Carlos Pujol hiciera para Edhasa de los pensamientos de Joseph Joubert, resulta bastante lógico no haber recibido noticias sobre la obra de este interesantísimo escritor.
Por ello, lo que no parece lógico es que desde aquel ya lejano año de 1995 nadie se haya preocupado por ampliar la cobertura joubertiana en España. Menos mal que en la editorial Periférica están atentos a los agujeros negros del panorama literario en español y de vez en cuando, gracias al trabajo de Luis Eduardo Rivera, recuperan y publican en España, como ya lo hicieron con Gourmont o Rivarol, a esos pensadores franceses casi secretos pero indispensables para entender el tiempo que les tocó vivir.
Esta puesta al día tiene además una peculiaridad en cuanto a lo formal, a la presentación: el aforismo. En un momento como el nuestro, cuando lo que se valora esencialmente es la rapidez, no parece que los sesudos troncazos filosóficos al uso contribuyan eficazmente a acercar a autores como los que aquí nos ocupan.
No obstante, en el caso de Joseph Joubert hay que señalar que probablemente ni siquiera estuviera pensando en sus lectores, ni presentes ni futuros, ya que lo que ahora conocemos como su obra -sus Pensamientos, publicados con prólogo de Chateaubriand, o los Cuadernos- procede fundamentalmente de las anotaciones que fue realizando en su diario desde 1779.
Como tantos autores reconocidos posteriormente, Joubert no publicó nada en vida. Gracias al celo de su viuda y de su amigo Chateaubriand tenemos noticias suyas. Sin embargo, lo que hace peculiar a Joubert es el hecho de que realmente no se puede hablar de una obra orgánica, de un tomo cerrado en el que se registren sistematizados sus pensamientos. Todo lo contrario.
En el caso de Joubert, su humildad y su modestia probablemente lo inclinaron al apunte esporádico, a la ocurrencia intelectual a partir de la tertulia literaria y filosófica, de la convivencia con las mejores plumas del país galo... Nunca a la construcción sistematizada de libros concretos.
Fueron luego otros, en primer lugar su viuda y Chateaubriand, los que se encargaron de darle cuerpo a los folios y folios de apuntes de su diario y de su correspondencia. De ese trabajo de espigado entre los materiales de Joseph Joubert surge un libro como el que nos ofrece Periférica los aforismos que componen Sobre arte y literatura. A los poetas se les suele pedir en algún momento de su producción literaria una poética, a los narradores se les supone una labor previa de investigación en la historia de la literatura para determinar cuáles son sus influencias....
Sin embargo, Joseph Joubert nunca publicó un poema, una novela, una obra de teatro... A pesar de ello, los innumerables folios de su diario revelan una preocupación extrema y un juicio muy atinado sobre la labor del escritor.
Ilustración y romanticismo
Lo que llama poderosamente la atención de estos apuntes sobre el hecho literario es su actualidad, a pesar de los más de doscientos años que han transcurrido desde su gestación. Así, por ejemplo, el primero de los aforismos concluye de la siguiente manera: «Regla general: siempre que el escritor piense sólo en su lector, se le perdonará; si sólo piensa en sí mismo, se le castigará».
Es decir, frente a la máxima romántica de que la escritura ha de convertirse en una suerte de médium a través del cual exorcizar los fantasmas del alma del autor o expresar su genio, Joubert advierte de la importancia del hipócrita lector, lección que aún hoy muchos no han entendido. La contraposición de criterios estéticos ilustrados y románticos es otro de los aspectos interesantes en las reflexiones literarias de Joubert. Hijo de su tiempo histórico y artístico, en el pensador galo se advierte la lucha entre dos horizontes estéticos contrapuestos pero complementarios -Neoclasicismo y Romanticismo-. Si en algunos de sus aforismos apuesta por el equilibrio de la razón ilustrada -«La naturaleza bien ordenada, contemplada por un hombre bien ordenado; he ahí lo poéticamente bello»-, en otros se observan los primeros síntomas de la emotividad romántica -»Había un cantante callejero que tenía mala voz, pero lograba cautivar a sus oyentes porque sabía expresarse, porque uno sentía en su canto la emoción y el placer que él mismo se causaba, y se los comunicaba a los demás».
Clásicos o modernos
En el resto de Sobre arte y literatura Joubert habla, entre otros asuntos, de la paradoja del lenguaje literario y de la palabra exacta -«Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor»-, de la relación de esta con el pensamiento -«Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos»-, de las cualidades del escritor -Hablar de Joseph Joubert (Montignac-le-Comte, 1754 -Villeneuve-sur-Yonne, 1824) significa en esta España literaria mencionar a un desconocido. A una gran mayoría de los lectores este nombre no le dice nada, aunque quizá sí los de algunos de sus contemporáneos en el mundo de las letras francesas, e íntimos amigos, Louis de Fontanes o el vizconde de Chateaubriand.
A no ser que uno maneje con cierta soltura no solo la lengua sino también la literatura francesa o que allá por 1995 se molestara en leer la edición que Carlos Pujol hiciera para Edhasa de los pensamientos de Joseph Joubert, resulta bastante lógico no haber recibido noticias sobre la obra de este interesantísimo escritor.
Por ello, lo que no parece lógico es que desde aquel ya lejano año de 1995 nadie se haya preocupado por ampliar la cobertura joubertiana en España. Menos mal que en la editorial Periférica están atentos a los agujeros negros del panorama literario en español y de vez en cuando, gracias al trabajo de Luis Eduardo Rivera, recuperan y publican en España, como ya lo hicieron con Gourmont o Rivarol, a esos pensadores franceses casi secretos pero indispensables para entender el tiempo que les tocó vivir.
Esta puesta al día tiene además una peculiaridad en cuanto a lo formal, a la presentación: el aforismo. En un momento como el nuestro, cuando lo que se valora esencialmente es la rapidez, no parece que los sesudos troncazos filosóficos al uso contribuyan eficazmente a acercar a autores como los que aquí nos ocupan.
No obstante, en el caso de Joseph Joubert hay que señalar que probablemente ni siquiera estuviera pensando en sus lectores, ni presentes ni futuros, ya que lo que ahora conocemos como su obra -sus Pensamientos, publicados con prólogo de Chateaubriand, o los Cuadernos- procede fundamentalmente de las anotaciones que fue realizando en su diario desde 1779.
Como tantos autores reconocidos posteriormente, Joubert no publicó nada en vida. Gracias al celo de su viuda y de su amigo Chateaubriand tenemos noticias suyas. Sin embargo, lo que hace peculiar a Joubert es el hecho de que realmente no se puede hablar de una obra orgánica, de un tomo cerrado en el que se registren sistematizados sus pensamientos. Todo lo contrario.
En el caso de Joubert, su humildad y su modestia probablemente lo inclinaron al apunte esporádico, a la ocurrencia intelectual a partir de la tertulia literaria y filosófica, de la convivencia con las mejores plumas del país galo... Nunca a la construcción sistematizada de libros concretos.Fueron luego otros, en primer lugar su viuda y Chateaubriand, los que se encargaron de darle cuerpo a los folios y folios de apuntes de su diario y de su correspondencia. De ese trabajo de espigado entre los materiales de Joseph Joubert surge un libro como el que nos ofrece Periférica los aforismos que componen Sobre arte y literatura. A los poetas se les suele pedir en algún momento de su producción literaria una poética, a los narradores se les supone una labor previa de investigación en la historia de la literatura para determinar cuáles son sus influencias....Sin embargo, Joseph Joubert nunca publicó un poema, una novela, una obra de teatro, A pesar de ello, los innumerables folios de su diario revelan una preocupación extrema y un juicio muy atinado sobre la labor del escritor.Ilustración y romanticismoLo que llama poderosamente la atención de estos apuntes sobre el hecho literario es su actualidad, a pesar de los más de doscientos años que han transcurrido desde su gestación. Así, por ejemplo, el primero de los aforismos concluye de la siguiente manera: «Regla general: siempre que el escritor piense sólo en su lector, se le perdonará; si sólo piensa en sí mismo, se le castigará».Es decir, frente a la máxima romántica de que la escritura ha de convertirse en una suerte de médium a través del cual exorcizar los fantasmas del alma del autor o expresar su genio, Joubert advierte de la importancia del hipócrita lector, lección que aún hoy muchos no han entendido. La contraposición de criterios estéticos ilustrados y románticos es otro de los aspectos interesantes en las reflexiones literarias de Joubert. Hijo de su tiempo histórico y artístico, en el pensador galo se advierte la lucha entre dos horizontes estéticos contrapuestos pero complementarios -Neoclasicismo y Romanticismo-. Si en algunos de sus aforismos apuesta por el equilibrio de la razón ilustrada -«La naturaleza bien ordenada, contemplada por un hombre bien ordenado; he ahí lo poéticamente bello»-, en otros se observan los primeros síntomas de la emotividad romántica -»Había un cantante callejero que tenía mala voz, pero lograba cautivar a sus oyentes porque sabía expresarse, porque uno sentía en su canto la emoción y el placer que él mismo se causaba, y se los comunicaba a los demás»-.Clásicos o modernosEn el resto de Sobre arte y literatura Joubert habla, entre otros asuntos, de la paradoja del lenguaje literario y de la palabra exacta -«Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor»-, de la relación de esta con el pensamiento -«Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos»-, de las cualidades del escritor -»El verdadero poeta ( ). Su espíritu está colmado de imágenes muy claras, mientras que el nuestro sólo está lleno de señales confusas»- o de la crítica -«Los críticos no sabrían distinguir y apreciar ni los diamantes brutos ni el oro en barras; en literatura no conocen sino lo que circula, las monedas; ellos son comerciantes, su crítica tiene balanzas, pesas, pero no tiene ni crisol ni piedra de toque»-.
Finalmente, con Joubert nos atrevemos a advertir sobre lo pernicioso del mercado y las modas -«Burdos intelectos, provistos de órganos robustos, han entrado de golpe en la literatura, ¿y son ellos los que pesan las flores!»-, o sobre la peligrosidad de las mesas de novedades y sus best-sellers -«El gran inconveniente de nuestros libros nuevos es el de impedirnos leer los libros antiguos», porque «Las obras de los antiguos, incluso las mediocres, son todas marcas de buen sello»-. Palabra de Joseph Joubert.
Hablar de Joseph Joubert (Montignac-le-Comte, 1754 -Villeneuve-sur-Yonne, 1824) significa en esta España literaria mencionar a un desconocido. A una gran mayoría de los lectores este nombre no le dice nada, aunque quizá sí los de algunos de sus contemporáneos en el mundo de las letras francesas, e íntimos amigos, Louis de Fontanes o el vizconde de Chateaubriand.
A no ser que uno maneje con cierta soltura no solo la lengua sino también la literatura francesa o que allá por 1995 se molestara en leer la edición que Carlos Pujol hiciera para Edhasa de los pensamientos de Joseph Joubert, resulta bastante lógico no haber recibido noticias sobre la obra de este interesantísimo escritor.
Por ello, lo que no parece lógico es que desde aquel ya lejano año de 1995 nadie se haya preocupado por ampliar la cobertura joubertiana en España. Menos mal que en la editorial Periférica están atentos a los agujeros negros del panorama literario en español y de vez en cuando, gracias al trabajo de Luis Eduardo Rivera, recuperan y publican en España, como ya lo hicieron con Gourmont o Rivarol, a esos pensadores franceses casi secretos pero indispensables para entender el tiempo que les tocó vivir.
Esta puesta al día tiene además una peculiaridad en cuanto a lo formal, a la presentación: el aforismo. En un momento como el nuestro, cuando lo que se valora esencialmente es la rapidez, no parece que los sesudos troncazos filosóficos al uso contribuyan eficazmente a acercar a autores como los que aquí nos ocupan.
No obstante, en el caso de Joseph Joubert hay que señalar que probablemente ni siquiera estuviera pensando en sus lectores, ni presentes ni futuros, ya que lo que ahora conocemos como su obra -sus Pensamientos, publicados con prólogo de Chateaubriand, o los Cuadernos- procede fundamentalmente de las anotaciones que fue realizando en su diario desde 1779.
Como tantos autores reconocidos posteriormente, Joubert no publicó nada en vida. Gracias al celo de su viuda y de su amigo Chateaubriand tenemos noticias suyas. Sin embargo, lo que hace peculiar a Joubert es el hecho de que realmente no se puede hablar de una obra orgánica, de un tomo cerrado en el que se registren sistematizados sus pensamientos. Todo lo contrario.
En el caso de Joubert, su humildad y su modestia probablemente lo inclinaron al apunte esporádico, a la ocurrencia intelectual a partir de la tertulia literaria y filosófica, de la convivencia con las mejores plumas del país galo... Nunca a la construcción sistematizada de libros concretos.
Fueron luego otros, en primer lugar su viuda y Chateaubriand, los que se encargaron de darle cuerpo a los folios y folios de apuntes de su diario y de su correspondencia. De ese trabajo de espigado entre los materiales de Joseph Joubert surge un libro como el que nos ofrece Periférica los aforismos que componen Sobre arte y literatura. A los poetas se les suele pedir en algún momento de su producción literaria una poética, a los narradores se les supone una labor previa de investigación en la historia de la literatura para determinar cuáles son sus influencias....
Sin embargo, Joseph Joubert nunca publicó un poema, una novela, una obra de teatro... A pesar de ello, los innumerables folios de su diario revelan una preocupación extrema y un juicio muy atinado sobre la labor del escritor.
Ilustración y romanticismo
Lo que llama poderosamente la atención de estos apuntes sobre el hecho literario es su actualidad, a pesar de los más de doscientos años que han transcurrido desde su gestación. Así, por ejemplo, el primero de los aforismos concluye de la siguiente manera: «Regla general: siempre que el escritor piense sólo en su lector, se le perdonará; si sólo piensa en sí mismo, se le castigará».
Es decir, frente a la máxima romántica de que la escritura ha de convertirse en una suerte de médium a través del cual exorcizar los fantasmas del alma del autor o expresar su genio, Joubert advierte de la importancia del hipócrita lector, lección que aún hoy muchos no han entendido. La contraposición de criterios estéticos ilustrados y románticos es otro de los aspectos interesantes en las reflexiones literarias de Joubert. Hijo de su tiempo histórico y artístico, en el pensador galo se advierte la lucha entre dos horizontes estéticos contrapuestos pero complementarios -Neoclasicismo y Romanticismo-. Si en algunos de sus aforismos apuesta por el equilibrio de la razón ilustrada -«La naturaleza bien ordenada, contemplada por un hombre bien ordenado; he ahí lo poéticamente bello»-, en otros se observan los primeros síntomas de la emotividad romántica -»Había un cantante callejero que tenía mala voz, pero lograba cautivar a sus oyentes porque sabía expresarse, porque uno sentía en su canto la emoción y el placer que él mismo se causaba, y se los comunicaba a los demás».
Clásicos o modernos
En el resto de Sobre arte y literatura Joubert habla, entre otros asuntos, de la paradoja del lenguaje literario y de la palabra exacta -«Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor»-, de la relación de esta con el pensamiento -«Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos»-, de las cualidades del escritor -Hablar de Joseph Joubert (Montignac-le-Comte, 1754 -Villeneuve-sur-Yonne, 1824) significa en esta España literaria mencionar a un desconocido. A una gran mayoría de los lectores este nombre no le dice nada, aunque quizá sí los de algunos de sus contemporáneos en el mundo de las letras francesas, e íntimos amigos, Louis de Fontanes o el vizconde de Chateaubriand.
A no ser que uno maneje con cierta soltura no solo la lengua sino también la literatura francesa o que allá por 1995 se molestara en leer la edición que Carlos Pujol hiciera para Edhasa de los pensamientos de Joseph Joubert, resulta bastante lógico no haber recibido noticias sobre la obra de este interesantísimo escritor.
Por ello, lo que no parece lógico es que desde aquel ya lejano año de 1995 nadie se haya preocupado por ampliar la cobertura joubertiana en España. Menos mal que en la editorial Periférica están atentos a los agujeros negros del panorama literario en español y de vez en cuando, gracias al trabajo de Luis Eduardo Rivera, recuperan y publican en España, como ya lo hicieron con Gourmont o Rivarol, a esos pensadores franceses casi secretos pero indispensables para entender el tiempo que les tocó vivir.
Esta puesta al día tiene además una peculiaridad en cuanto a lo formal, a la presentación: el aforismo. En un momento como el nuestro, cuando lo que se valora esencialmente es la rapidez, no parece que los sesudos troncazos filosóficos al uso contribuyan eficazmente a acercar a autores como los que aquí nos ocupan.
No obstante, en el caso de Joseph Joubert hay que señalar que probablemente ni siquiera estuviera pensando en sus lectores, ni presentes ni futuros, ya que lo que ahora conocemos como su obra -sus Pensamientos, publicados con prólogo de Chateaubriand, o los Cuadernos- procede fundamentalmente de las anotaciones que fue realizando en su diario desde 1779.
Como tantos autores reconocidos posteriormente, Joubert no publicó nada en vida. Gracias al celo de su viuda y de su amigo Chateaubriand tenemos noticias suyas. Sin embargo, lo que hace peculiar a Joubert es el hecho de que realmente no se puede hablar de una obra orgánica, de un tomo cerrado en el que se registren sistematizados sus pensamientos. Todo lo contrario.
En el caso de Joubert, su humildad y su modestia probablemente lo inclinaron al apunte esporádico, a la ocurrencia intelectual a partir de la tertulia literaria y filosófica, de la convivencia con las mejores plumas del país galo... Nunca a la construcción sistematizada de libros concretos.Fueron luego otros, en primer lugar su viuda y Chateaubriand, los que se encargaron de darle cuerpo a los folios y folios de apuntes de su diario y de su correspondencia. De ese trabajo de espigado entre los materiales de Joseph Joubert surge un libro como el que nos ofrece Periférica los aforismos que componen Sobre arte y literatura. A los poetas se les suele pedir en algún momento de su producción literaria una poética, a los narradores se les supone una labor previa de investigación en la historia de la literatura para determinar cuáles son sus influencias....Sin embargo, Joseph Joubert nunca publicó un poema, una novela, una obra de teatro, A pesar de ello, los innumerables folios de su diario revelan una preocupación extrema y un juicio muy atinado sobre la labor del escritor.Ilustración y romanticismoLo que llama poderosamente la atención de estos apuntes sobre el hecho literario es su actualidad, a pesar de los más de doscientos años que han transcurrido desde su gestación. Así, por ejemplo, el primero de los aforismos concluye de la siguiente manera: «Regla general: siempre que el escritor piense sólo en su lector, se le perdonará; si sólo piensa en sí mismo, se le castigará».Es decir, frente a la máxima romántica de que la escritura ha de convertirse en una suerte de médium a través del cual exorcizar los fantasmas del alma del autor o expresar su genio, Joubert advierte de la importancia del hipócrita lector, lección que aún hoy muchos no han entendido. La contraposición de criterios estéticos ilustrados y románticos es otro de los aspectos interesantes en las reflexiones literarias de Joubert. Hijo de su tiempo histórico y artístico, en el pensador galo se advierte la lucha entre dos horizontes estéticos contrapuestos pero complementarios -Neoclasicismo y Romanticismo-. Si en algunos de sus aforismos apuesta por el equilibrio de la razón ilustrada -«La naturaleza bien ordenada, contemplada por un hombre bien ordenado; he ahí lo poéticamente bello»-, en otros se observan los primeros síntomas de la emotividad romántica -»Había un cantante callejero que tenía mala voz, pero lograba cautivar a sus oyentes porque sabía expresarse, porque uno sentía en su canto la emoción y el placer que él mismo se causaba, y se los comunicaba a los demás»-.Clásicos o modernosEn el resto de Sobre arte y literatura Joubert habla, entre otros asuntos, de la paradoja del lenguaje literario y de la palabra exacta -«Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor»-, de la relación de esta con el pensamiento -«Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos»-, de las cualidades del escritor -»El verdadero poeta ( ). Su espíritu está colmado de imágenes muy claras, mientras que el nuestro sólo está lleno de señales confusas»- o de la crítica -«Los críticos no sabrían distinguir y apreciar ni los diamantes brutos ni el oro en barras; en literatura no conocen sino lo que circula, las monedas; ellos son comerciantes, su crítica tiene balanzas, pesas, pero no tiene ni crisol ni piedra de toque»-.
Finalmente, con Joubert nos atrevemos a advertir sobre lo pernicioso del mercado y las modas -«Burdos intelectos, provistos de órganos robustos, han entrado de golpe en la literatura, ¿y son ellos los que pesan las flores!»-, o sobre la peligrosidad de las mesas de novedades y sus best-sellers -«El gran inconveniente de nuestros libros nuevos es el de impedirnos leer los libros antiguos», porque «Las obras de los antiguos, incluso las mediocres, son todas marcas de buen sello»-. Palabra de Joseph Joubert.
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