editorial periférica

01 junio 2008

SIN FLORES NI CORONAS en LA VERDAD de Murcia

Ababol, suplemento de La Verdad, de Murcia, publicaba ayer esta reseña ("Entre el horror y la esperanza") de Sin flores ni coronas. La firmaba José Belmonte Serrano:

La literatura está llena de sorpresas. Y en ello, probablemente, reside su mayor encanto. Sorpresa para quienes jamás habíamos oído hablar de Odette Elina, pintora y, sobre todo, escritora francesa, nacida en París en 1910. Su origen judío le traería las mayores complicaciones. A partir de 1940 deja a un lado su cómoda y tranquila vida y decide entrar en contacto con la Resistencia. Fue, en primer lugar, enlace entre los escritores residentes en la zona sur. Ahí estaban, entre otros, François Mauriac y Louis Aragon. Fue la encargada de distribuir las armas entre los maquis, así como de coordinar la acción paramilitar. Todo un alarde de valor y patriotismo de primera hora que es cortado de raíz cuando es arrestada por la temible Gestapo. Fue sometida a torturas y encerrada en un campo de concentración.
Cuando volvió de Auschwitz, en 1945, decidió consignar en unas notas, acompañadas de unos cuantos dibujos, de una especial sutilidad pese a su esquematismo, todo lo que había vivido en esa desdichada etapa. La primera edición, de 1947, se agotó en poco tiempo. Pero sólo eran unos cuantos ejemplares. En noviembre de 1981, diez años antes de su muerte, Odette Elina accedió a editar nuevamente su obra amparada en la seguridad de que, a pesar de todo lo sucedido, aun hoy «el nazismo –que, en realidad, nunca ha dejado de existir– intenta imponerse por medio de la violencia y el crimen». La edición española, oportunamente sacada a la luz por la Editorial Periférica, con una espléndida traducción de Luis Eduardo Rivera, está dedicada a quienes aún no habían nacido en 1945. Y añade la autora: «Que este testimonio pueda despertar en ellos el horror al nazismo, pero también la esperanza en el porvenir del hombre». Y entre esos dos términos –el horror y la esperanza– se desarrolla una obra que, a pesar de ser conmovedora, no peca en absoluto del patetismo y la desesperación de otras muchas del mismo estilo. Para empezar, Odette Elina es una soberbia escritora que pone todo su empeño en ofrecer al lector un texto depurado, lleno de poesía. «La autora –nos advierte una de sus más firmes estudiosas, Sylvie Jedynak, autora del postfacio– consigue, efectivamente, conciliar lirismo y barbarie. Ironía y ternura también».