LA POLILLA Y LA HERRUMBRE en QUÉ LEER
"Enredo entre aristócratas" es el título de la reseña que Carles Barba firmaba, a propósito de La polilla y la herrumbre, de Mary Cholmondeley, en el Qué leer del mes pasado:
Quien se acerque a este libro puede pegar un respingo inicial ante el nombre de su autora: "¿Mary Chol... qué?". En cuanto lea las dos primeras páginas, garantizamos que se tranquilizará. Estamos en un microescenario rural, en la campiña inglesa, entre vicarios y señoritas casaderas. Estamos, en suma, en esa veta de la novela británica que arranca con Jane Austen, sigue con las Brönte y George Eliot, es retomada por E.M. Forster y produce todavía excelentes pastiches en manos de L.P. Hartley en El mensajero o de Ian McEwan en Expiación. La polilla y la herrumbre es, dentro de esa línea, una nouvelle redonda, una pieza de cámara exquisitamente orquestada, en la que se confrontan dos familias de la rancia aristocracia, los Trefusis y los Varney, con dos hermanos de la clase media (Janet y Fred Black: ella, una belleza; él, un truhán) y con un millonario hecho a sí mismo (Stephan Vanbrunt), cuyo dinero no siempre le abre las puertas de la alta sociedad.
Todo comienza cuando Janet es convocado por una amiga, Cuckoo Brandt, quien en le lecho de muerte le pide un favor muy especial, que ha de mantener en secreto. El cumplimiento de este juramento pondrá a la chica en falso ante su hermano, ante su prometido y ante la sociedad en general.
A través de un enredo y de sus consencuencias, Cholmondeley sumerge al lector en un clima de densísimo voltaje emocional, y se revela, de paso, como una extraordinaria anatomista del amor y una agudísima conocedora de la psique humana.
Quien se acerque a este libro puede pegar un respingo inicial ante el nombre de su autora: "¿Mary Chol... qué?". En cuanto lea las dos primeras páginas, garantizamos que se tranquilizará. Estamos en un microescenario rural, en la campiña inglesa, entre vicarios y señoritas casaderas. Estamos, en suma, en esa veta de la novela británica que arranca con Jane Austen, sigue con las Brönte y George Eliot, es retomada por E.M. Forster y produce todavía excelentes pastiches en manos de L.P. Hartley en El mensajero o de Ian McEwan en Expiación. La polilla y la herrumbre es, dentro de esa línea, una nouvelle redonda, una pieza de cámara exquisitamente orquestada, en la que se confrontan dos familias de la rancia aristocracia, los Trefusis y los Varney, con dos hermanos de la clase media (Janet y Fred Black: ella, una belleza; él, un truhán) y con un millonario hecho a sí mismo (Stephan Vanbrunt), cuyo dinero no siempre le abre las puertas de la alta sociedad.
Todo comienza cuando Janet es convocado por una amiga, Cuckoo Brandt, quien en le lecho de muerte le pide un favor muy especial, que ha de mantener en secreto. El cumplimiento de este juramento pondrá a la chica en falso ante su hermano, ante su prometido y ante la sociedad en general.
A través de un enredo y de sus consencuencias, Cholmondeley sumerge al lector en un clima de densísimo voltaje emocional, y se revela, de paso, como una extraordinaria anatomista del amor y una agudísima conocedora de la psique humana.
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