editorial periférica

30 diciembre 2007

HELP A ÉL en LA VOZ DE GALICIA

Luís Pousa firmaba hace dos sábados esta bien documentada (hay que resaltarlo otra vez al referirse al suplemento Culturas del periódico gallego La Voz de Galicia) reseña de Help a él, titulada "En la estela del gran Borges":

Jorge Luis Borges eligió la primera letra del alfabeto hebreo para nombrar un objeto maravilloso en el que se podía contemplar la totalidad del universo. Así nació El Aleph, una pieza sagrada de la literatura de todos los tiempos que solamente otro argentino, el irreverente Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941), podía atreverse a reescribir. Porque eso, una parodia del enorme cuento borgiano, es Help a él, relato que el sello Periférica recupera ahora para el público español, y que fue escrito en agosto de 1982, en la estela de Los pichiciegos, la novela sobre la guerra de las Malvinas que Fogwill completó en siete días (del 11 al 17 de junio de 1982) y que convirtió a este sociólogo, profesor universitario y publicista (durante un tiempo se dedicó a escribir chistes y horóscopos para envoltorios de chicles) en un autor de culto en Argentina.

Desde el mismo título (Help a él es un anagrama de "El Aleph"), juguetea Fogwill con el texto de Borges, al que añade elementos de su propio recetario (sexo y drogas en dosis más que generosas) que jamás habría empleado el autor de Ficciones. Merece la pena, para entender cómo operan los engranajes de este mecano literario, comparar página a página ambos relatos y descubrir cómo la Beatriz Viterbo borgiana se transforma en Vera Ortiz Beti (otro anagrama), heroína muy distante de las mujeres asexuadas que pululan por la prosa de J. L. B.

Porque, hasta el último coletazo de la narración, Fogwill va profanando el puzle de Borges para desarmarlo y volver a componerlo a su manera, recurriendo también a un literato plomizo como secundario de lujo —Carlos Argentino Daneri, en "El Aleph", Adolfo B. Laiseca Ortiz, en Help a él—, ambos poseedores del milagroso objeto que impulsa cada relato: la pequeña esfera borgiana y el frasco con un jarabe alucinógeno que conduce al protagonista de Fogwill a tener un psicodélico y erótico (muy erótico) encuentro con esa Vera rescatada de entre los muertos: «No hay mejor regalo para una muerta que dejarla jugar unos instantes con las memorias y las fabulaciones de los vivos, lo que quizás fue su mayor deseo en el momento de salir a la vida —del sueño quieto de la vida— para entrar en el mundo, en la tierra que se mueve, que gira y temblequea un poco y circunvala el sol y cae infinitamente hacia un lugar que solo pueden advertir las que se dejan abrazar por el hombre que las vuelve objeto de su ficción» (así, con esta prosa deslumbrante, se las gasta Fogwill).
Cierra el volumen el relato Sobre el arte de la novela que, como Help a él, pertenece al libro de cuentos Pájaros de la cabeza (1985). Es este, como su propio título apunta, un texto metaliterario, por el que se desliza la tortuosa relación de un hombre con su madre («las viejas madres: no pasaun día sin que se piense en ellas por un instante», apostilla el protagonista) y en el que respiramos de nuevo las grandes obsesiones de Fogwill (la muerte, el sexo, la droga) y un estilo que regala a menudo párrafos como esta deliciosa gema: «La bala que una madrugada de octubre de 1952 sesgó la vida de un puntero maoísta en el barrio de Banfield era una carga de vejez que atravesó su piel haciendo que todo el tiempo del universo se le pusiera adentro». No alcanza aquí, sin embargo, las alturas, casi estratosféricas, a las que vuela el autor en Help a él.

Luís Pousa