NAVIDAD Y MATANZA en EL PAÍS
El sábado pasado aparecía esta reseña (de la que nos están llegando muchos ecos desde toda América Latina) de Navidad y Matanza en el suplemento Babelia de El País:
Un juego que da miedo
La novela de Carlos Labbé (Santiago de Chile, 1977), Navidad y Matanza, es un juego literario que describe un juego literario. Eso en principio. Algunos de sus personajes llevan por nombres los mismos de la semana. Con lo cual ya tenemos ahí la presencia de Chesterton y su El hombre que fue Jueves. No sólo por sus nombres, sobre todo por su mudanza de identidades y por la permeabilidad entre realidad y ficción. Los dos personajes principales se llaman Alicia y Bruno, dos nombres de clara filiación literaria. Ahí asoma su personalidad lúdica, a pesar de su victoriano recato, el profesor de matemáticas Charles Dodgson, más conocido por Lewis Carroll. La novela de Labbé está situada en Chile, entre 1999 y nuestros días. Diríamos que el meollo del relato comienza con dos desapariciones. Un día de verano, Alicia y su hermano Bruno desaparecen mientras se bañaban en el Pacífico. Un periodista inicia una investigación sobre dichas desapariciones. La materia es suculenta para un buen reportaje.
Sigamos con los guiños y las referencias literarias que esta novelita fagocita con deslumbrante criterio. Resulta que Alicia parece mantener ciertos intercambios epidérmicos con algún que otro adulto. Su desparpajo y su sensual desenvoltura no parecen indicar algún tipo de coacción. Así podemos ir atando cabos. Resulta que el comportamiento de Alicia nos recuerda demasiado a la Lolita de Nabokov. Y resulta que hacia los años veinte, Vladímir Nabokov tradujo al ruso Alicia en el país de las maravillas. Y fue precisamente ese trabajo el que inspiró la hechura de su consagrado prototipo literario. Navidad y Matanza es una historia teñida de aires surrealistas, nada extraño también si no olvidamos que del libro de Carroll los surrealistas sacaron caros provechos. Dije más arriba que este libro era un juego sobre un juego. En principio. A medida que uno avanza por sus páginas, le va quedando una sensación de cierto temor metafísico y desasosiego. Éste también es un arte que exige mucha competencia. Recuerdo que en Estrella distante, Roberto Bolaño hace que un personaje, buscando una dependencia determinada, se equivoque y se introduzca justo en la que nunca debió entrar: en la que hay unas personas torturadas. En la página cuarenta y cuatro de este precioso relato Labbé repite el mismo mecanismo: un fotógrafo, buscando un lavabo se encuentra con una escena que me negaré a relatar. Es una visión muy inquietante que releí varias veces. Es posible que este año lea algunos libros de contrastada valía artística. Éste será sin lugar a dudas uno de ellos.
Un juego que da miedo
La novela de Carlos Labbé (Santiago de Chile, 1977), Navidad y Matanza, es un juego literario que describe un juego literario. Eso en principio. Algunos de sus personajes llevan por nombres los mismos de la semana. Con lo cual ya tenemos ahí la presencia de Chesterton y su El hombre que fue Jueves. No sólo por sus nombres, sobre todo por su mudanza de identidades y por la permeabilidad entre realidad y ficción. Los dos personajes principales se llaman Alicia y Bruno, dos nombres de clara filiación literaria. Ahí asoma su personalidad lúdica, a pesar de su victoriano recato, el profesor de matemáticas Charles Dodgson, más conocido por Lewis Carroll. La novela de Labbé está situada en Chile, entre 1999 y nuestros días. Diríamos que el meollo del relato comienza con dos desapariciones. Un día de verano, Alicia y su hermano Bruno desaparecen mientras se bañaban en el Pacífico. Un periodista inicia una investigación sobre dichas desapariciones. La materia es suculenta para un buen reportaje.
Sigamos con los guiños y las referencias literarias que esta novelita fagocita con deslumbrante criterio. Resulta que Alicia parece mantener ciertos intercambios epidérmicos con algún que otro adulto. Su desparpajo y su sensual desenvoltura no parecen indicar algún tipo de coacción. Así podemos ir atando cabos. Resulta que el comportamiento de Alicia nos recuerda demasiado a la Lolita de Nabokov. Y resulta que hacia los años veinte, Vladímir Nabokov tradujo al ruso Alicia en el país de las maravillas. Y fue precisamente ese trabajo el que inspiró la hechura de su consagrado prototipo literario. Navidad y Matanza es una historia teñida de aires surrealistas, nada extraño también si no olvidamos que del libro de Carroll los surrealistas sacaron caros provechos. Dije más arriba que este libro era un juego sobre un juego. En principio. A medida que uno avanza por sus páginas, le va quedando una sensación de cierto temor metafísico y desasosiego. Éste también es un arte que exige mucha competencia. Recuerdo que en Estrella distante, Roberto Bolaño hace que un personaje, buscando una dependencia determinada, se equivoque y se introduzca justo en la que nunca debió entrar: en la que hay unas personas torturadas. En la página cuarenta y cuatro de este precioso relato Labbé repite el mismo mecanismo: un fotógrafo, buscando un lavabo se encuentra con una escena que me negaré a relatar. Es una visión muy inquietante que releí varias veces. Es posible que este año lea algunos libros de contrastada valía artística. Éste será sin lugar a dudas uno de ellos.
J. Ernesto Ayala-Dip
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