editorial periférica

23 abril 2007

RECUERDOS DE UN ESTUDIANTE POBRE en HERALDO DE ARAGÓN

El pasado jueves, 19 de abril, el Heraldo de Aragón publicaba esta excelente reseña de Recuerdos de un estudiante pobre, firmada por José Giménez Corbatón y titulada "Desollar con la pluma":

El escritor revolucionario Jules Vallès continuó su El testamento de un bromista ("Artes & Letras" nº 155, 22.06.06) con este libro publicado en forma de folletín entre enero y marzo de 1884, un año antes de su muerte. Es un texto autobiográfico que no aparecería en volumen hasta que Bernard Lecache lo editó en Gallimard en 1930, permitiéndose "correcciones" al autor muy discutibles, como ha demostrado Lucien Scheler, estudioso de la obra del comunero. Es encomiable que Periférica se haya propuesto traducir los títulos del fundador de Le Cri du Peuple aún inéditos en nuestro país, e ignoro si entre los previstos se encuentra el titulado Le candidat des pauvres. Y es que los dos títulos mencionados, junto al que ahora reseño, enriquecen la trilogía de Jacques Vingtras (El niño, El bachiller y El insurrecto), editada hace años por algunas editoriales españolas, hoy difícil de encontrar en librería.

Camuflaje literario

Vallès revistió la confesión personal de camuflaje literario (llamó a estos recuerdos "memorias verdaderas"), hasta decidirse al fin a no ocultar los nombres reales, incluido el propio, como hiciera en la trilogía. Este juego ficción-autobiografía enriquece el conjunto de una obra en la que destacan los escritos periodísticos, los reportajes políticos, e incluso el panfleto.
Recuerdos de un estudiante pobre narra su vida en el Barrio Latino entre la primavera de 1850 y marzo de 1851, cuando el curso que impartía Michelet en el Collège de France fue suprimido. Periodo en el que la II República, encabezada por Luis Napoleón
Bonaparte, hizo que se tambalearan las libertades duramente conquistadas en 1848, desembocando en el golpe de estado que instaló el Segundo Imperio hasta 1870. Jules Vallès fue protagonista y testigo activo de su tiempo.
Permaneció siempre fiel a sus raíces: "Era mejor convertirse en ebanista como mi tío Joseph, llevar blusa y ser tu propio amo una vez apartada la lija y secada la cola, que ser, como mi padre, un profesor esclavo y miserable con la levita mal hecha, en la que el director vigilaba la trama y contaba las manchas como vigilaba los gestos, espiaba las palabras y husmeaba los pasos de sus subalternos".
Despreció la educación clásica, las elucubraciones filosóficas ("¡Como si necesitara sus teorías para tener mi propio ideal de juventud y ser dueño de mi propia vida!"), la carrera universitaria y la desigualdad social ("Sí, me gustaban los perfumes, el sol, el aire puro, pero los quería para todo el mundo"). Afirmó escribir "de cualquier modo y con toda franqueza", pero lo hizo con maneras que hoy resultan modernas. Se comprometió con "los rechazados" y "los vencidos", y sólo se ocupó de los poderosos para “desollarles con mi pluma o fusilarles con mi fusil”.
Trazó páginas divertidas sobre su inclinación a la pendencia, los "pasadores" (suplantaban, por dinero o sobornos, a quienes habían de presentarse a los exámenes de Bachiller), o los "negros" literarios. Un auténtico documento personal y social cuya publicación no tiene precio.

José Giménez Corbatón