editorial periférica

06 diciembre 2006

JUVENILIA en DIARIO DE FERROL


Una de las aproximaciones críticas más interesantes (y documentadas) a nuestra edición de Juvenilia aparecía el 19 de noviembre en el suplemento de los domingos del Diario de Ferrol. La firmaba Luis Alonso Girgado y se titulaba "El encanto de un clásico: Juvenilia, de Miguel Cané":

"A día de hoy, la edición del libro de pequeño, casi mínimo formato, tiene en Thule, Periférica y Funambulista tres esmerados sellos de producción, tres apuestas por la calidad y la innovación. La segunda citada, Periférica, ha dado en la diana con la muy meritoria y vigilada edición de un libro que cosechó para su autor perdurable y bien merecida fama: Juvenilia, de Miguel Cané (1851-1905). Argentino nacido accidentalmente en Montevideo, Cané, junto a otros de su generación -la de 1880- como Eduardo Wilde, Paul Groussac o Eugenio Cambaceres, fue adelantado y pionero que abrió caminos diversos en las letras de su país. Diplomático, político de relieve, periodista, Cané prefigura al aristócrata social y cultural, al primoroso escritor que hace arte del trabajo con la palabra y que ofrece categoría estética de alto rango en la tarea expresiva. Espíritu cosmopolita y universal a la vez que declarado patriota, viajero por Europa y muy inclinado a lo francés (la prosa de Juvenilia lo deja bien claro), se acercó al naturalismo, aunque su espíritu y su cosmovisión participan del idealismo romántico y de un equilibrado realismo.
En el conjunto de lo que Cané escribió sólo Juvenilia se alzó a infinita distancia de todo lo demás. Pasa en algunos escritores. Fue un libro de cabecera de generaciones sucesivas y de lectura en las aulas y así se hizo un clásico, circunstancia que excede del hecho de que sus páginas, de confesada inspiración autobiográfica, recorran ambiente, sucesos y personajes del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde se forjó buena parte de la clase intelectual y política del país argentino. Desde su publicación en 1882, Juvenilia vio la luz en las más notables editoriales argentinas y españolas: la mítica Sur y otras tan memorables como Espasa Calpe (en su popular Austral), El Molino, Sopena, etc.
Libro, pues, autobiográfico y de recuerdos de infancia y adolescencia; narración que se despliega `sin plan y a medida que los recuerdos vienen´ (p.128) en imparable sucesión de escenas y episodios escolares por los que desfila toda una galería de personajes con su cara y con su cruz, que de todo hay, aunque sobresalgan algunos como el inolvidable monsieur Jacques, director del Colegio, sabio, científico y humanista, pero también rígido e irritable. O el bondadoso José M. Torres. A estos dos nombres se une toda una legión de condiscípulos del narrador que son la salsa de muchas aventuras y desventuras, algunas de ellas contadas con gracia en un libro que, al fin, posee también una raíz humorística.
Pero Juvenilia es una evocación de sueños de futuro en tiempos adolescentes y de primera juventud; tiempos y sueños que, al ser evocados, rezuman nostalgia, tristeza y melancolía al recrear las primeras -y dolorosas a veces- revelaciones del mundo y de la vida, del amor, de las diferencias sociales, de las relaciones humanas, del mundo del saber y de la cultura, de la radical soledad del ser humano, del abandono de la religión y de otras claves que se van dando en el proceso de maduración o autoformación que también guardan estas páginas, rematadas en un despliegue de tensión emotiva que el recuerdo hace aflorar y teñidas de una pátina de idealismo que no distorsiona la visión de lo narrado, pero que realza y enfatiza lo que en ello hubo de hermoso, de ejemplar, de entrañable y de existencialmente trascendente.
Regresa Juvenilia en esta oportuna y pulcra edición como un libro que resiste al tiempo. Resiste por su estilo bien cuidado que se apoya en símiles y metonimias, en párrafos redondeados de perfección, en incontables alusiones cultas y en una altura retórica que fundamente el buen decir, pero que se hace llaneza expresiva en seguida, superando `las enormes dificultades que se presentan al que quiere escribir con sencillez. Es que la sencillez es la vida y la verdad, y nada hay más difícil que penetrar en ese santuario´ (p. 9).
A entrar en ese santuario de hondo intimismo, de delicada confesionalidad que es Juvenilia, donde el autobiografismo deja respiro abierto al tiempo, a la vida, a la mirada retrospectiva de lo que fue y vive en la emoción del recuerdo y la capacidad comunicativa y reconstructiva de la palabra, invitamos desde aquí al lector. Este libro sorprende y emociona al tiempo que nos enriquece con observaciones y juicios muy a tener en cuenta. Literatura de inusual altura estética y convincente verdad humana, la de esta Juvenilia que Miguel Cané nos ha legado y que no podemos desconocer. Dicho queda."

En la foto, pasillos del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde se desarrolla la acción de Juvenilia.