Entrevista con Israel Centeno en EL NACIONAL
Ayer lunes, el principal diario venezolano, El Nacional, entrevistaba a página completa a Israel Centeno con motivo de la publicación de Iniciaciones en España. El titular era éste: "El que no arriesga no escribe, la literatura es una apuesta alta". Y la entrevista la firmaba Albinson Linares:
Considerado por la crítica como uno de los exponentes más puros de la ficción urbana venezolana, largo ha sido el camino recorrido por este autor. Calletania (1992), Hilo de cometa y otras iniciaciones (1996), El complot (2002) y Bengala (2005) son algunas de las obras producto de su ingenio narrativo. Una casual reedición, hecha por Periférica, lo ha convertido en una de las novedades literarias en España.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor", oía el niño con una atención reconcentrada, mientras observaba el paisaje por el que se abría paso la camioneta, dando tumbos.
En vez de oír la radio, el abuelo se grababa a sí mismo recitando su obra favorita, el Quijote, y ponía el cassette de camino al trabajo. Frecuentemente, compartía el viaje con su pequeño nieto, quien nunca se aburría de escuchar a Cervantes: "Muchas veces lo acompañaba a trabajar. Él era perito evaluador y tenía una obsesión con Cervantes, lo recitaba, era un verdadero fanático. Eso, en vez de provocar mi rechazo, hizo que me interesara en todo esto de la literatura", explica ese niño que, varias décadas más tarde, ha devenido en ser el escritor Israel Centeno.
Muchos autores son deudores de infancias prodigiosas donde han escuchado y aprendido de los adultos. Un caso peculiar es el de Gabriel García Márquez, quien solía decir que no le había ocurrido nada interesante desde la muerte de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, cuando él tenía 9 años.
Algunos de estos rasgos comparte Centeno, quien todavía siente la influencia cálida de la poderosa oralidad de su abuela: "Aún es muy mágica, porque es una narradora excelente, no usa conectores. Su prosa fluye a medida que narra las historias que su papá le contó, porque ella es de origen árabe. En mi familia hay una mezcolanza extraña, como en la de todos los venezolanos. Su discurso tanto escrito como oral es impecable".
Editor independiente (Memorias de Altagracia), profesor de talleres de creación literaria, poeta (Premio Federico García Lorca de la embajada española) y narrador (Premio Conac de Narrativa y la Bienal de Guayana), son algunos de los oficios ejercidos por este intelectual, negado a ser encasillado como un narrador urbano.
Fruto de su talento para trasvasar el caos venezolano y convertirlo en ficciones literarias, donde la crudeza y el lirismo van de la mano, son obras como Calletania (1992), Hilo de cometa y otras iniciaciones (1996), Exilio en Bowery (1998), El complot (2002) y Bengala (2005).
Centeno, apellido de su padre originario de la provincia española de Extremadura, parece una velada premonición. Una década después de la poco exitosa edición del volumen doble Hilo de cometa y otras iniciaciones, hecha por Planeta Venezuela, ha ocurrido una sorpresa: Periférica, pequeña casa editora de la ciudad de Cáceres, en la misma Extremadura, ha editado Iniciaciones, con una notable aceptación del público y la crítica.
Más vale tarde...
-¿Qué siente ante la favorable reacción del público y la crítica española?
Es una gran compensación, Iniciaciones ya tiene 10 años y, justo, una década después pasa esto. Se me acerca esta editorial Periferica, no sé por qué razón, ni quiero preguntarlo y se interesaron por mis trabajos. Sobre todo por mis novelas cortas. Al principio pensé que era una broma porque todo fue a través de correo electrónico. Periférica, aparte de rescatar autores clásicos que quedaron de cierta manera al margen, también están tomando en cuenta a autores contemporáneos de Europa y América Latina, que por alguna razón no fueron leídos en España.
¿Tocó el manuscrito, reescribió algo de la historia?
Eduardo Liendo dijo hace poco, a propósito de la reedición de Diario del enano, que cuando al autor se le presenta la oportunidad de reeditar hay quienes no lo tocan y otros que sí, porque es como cuando te dan una segunda oportunidad en la vida. Lo que trabajé fue el aspecto estilístico, la historia la dejé intacta, le imprimí un estilo que trabajé mucho tiempo después. Aunque no hay grandes variaciones puntualicé algunas cosas como la supresión de adverbios. Si tienes la oportunidad de editar toda tu vida, nunca publicas porque el trabajo de creación se basa en la sustracción, la tacha y enmienda, por ese empeño de volver sobre el texto y reacomodarlo.
¿Cómo es el trabajo de escritura en un texto diáfano y directo, pero lírico como Iniciaciones?
Me gusta trabajar aspectos como la aridez, el esperpento y situaciones sórdidas, pero el lirismo inmediatamente interviene. La apuesta lírica en el lenguaje es muy importante, dar esos giros, incorporar una imagen. Eso tiene mucho que ver con lo que hice en Calletania, una novela del barrio donde hay toda una incorporación de imágenes y metáforas muy precisas que van a perfilar mi voz. Meterme con situaciones muy duras, como lo hice en Bengala y salir relativamente ileso, es posible por el recurso de las imágenes.
La paciencia del outsider
¿Qué lo diferencia del Centeno de hace una década?
Tengo más o menos las mismas inquietudes. Siempre está el país, sigo tratando de comprender a Venezuela mediante mi escritura. Tal como se desprende de esta lectura, mis personajes mantienen una relación de amor-odio con el proceso modernizador. Alguien dijo en España que Iniciaciones era una deconstrucción de la modernidad, todo lo contrario de lo que había planteado Gallegos que era la conquista de lo salvaje. Creo que acá algunos personajes le tienen miedo a ese proceso.
¿Iniciaciones fue un intento por comprender a la "otra" Venezuela, la del interior del país?
Estaba escribiendo Calletania, donde venía trabajando el tema de la violencia y traté de romper con el concepto de que mi generación estaba dedicada a la narrativa urbana. Por eso Iniciaciones trata de comprender esa Venezuela profunda que todavía no terminamos de descifrar, aunque sea un escenario ajeno a mi experiencia vital. Siempre me ha atraído esa Venezuela del interior, que aún es desconocida por muchos de nosotros. Creo que sólo algunos escritores, muy especiales, la conocieron, como son los casos de Gallegos, Otero Silva y Díaz Solís.
¿Es un interés solitario o lo nota en la obra de otros autores?
Hay gente que ha ido en esa dirección. Juan Carlos Méndez Guédez escribe sobre Barquisimeto, no se queda en Caracas.También se nota en los cuentos de Rubí Guerra. Lo que pasa es que estamos llenos de etiquetas como la de "narrativa urbana" y resulta que, siempre que tomas elementos de tu paisaje inmediato, lo modificas porque escribes ficción e incorporas cosas de cualquier lugar del país. Terminas escribiendo, en mi caso, una Caracas intervenida. Hay ejemplos como el de Ricardo Azuaje que escribe sobre la ciudad, pero con la carga de haber vivido en el interior y cuando escribe sobre Caracas lo hace de otra manera.
¿Siente que su obra se ha desarrollado al margen de cierto canon escogido por la crítica nacional?
Me he limitado a ser auténtico y coherente en todo, desde la política hasta la narrativa. Lo que no sé, es si a la coherencia se le pasa factura. Pero, si de algo me he convencido en todos estos años, es que en Venezuela se es escritor "a pesar de" todo lo demás. Hay gente que quiere ser escritor no "a pesar de" sino tratando de "incorporarse a". Yo pienso que me hice un autor a pesar del "estado", de cierto canon, porque tengo una voluntad creativa que de alguna manera se quiere imponer. No nos caigamos a coba, cuando escribes, lo haces con ese criterio de querer imponer una voluntad creativa y estética. Aunque mucha gente fracase, mi voluntad continúa allí y, por eso, intento ser genuino.
La poética violenta
¿Está presente el elemento de la exclusión en sus obras?
Creo que, desde que nació la república, este es un país que ha vivido excluyéndose, una parte a la otra, como es el caso de Andrés Bello que hoy día es considerado uno de los padres de la institucionalidad chilena o Teresa Carreño, que es otro ejemplo. Somos un país de exiliados, aquí la exclusión no ha sido sólo social, lo ves en otros ámbitos como el de la sexualidad donde se presenta el elemento del expulsado, el que no logra formar parte de esto. Pienso que gran parte de los venezolanos, desde que rompimos con España, hemos vivido en la marginalidad en todos los sentidos, no porque vivimos en Nueva Tacagua, sino porque no hemos sido ciudadanos. Se ha hecho de la ciudadanía un antivalor.
¿Hay una poética de la violencia en Venezuela?
Por supuesto y eso no debe acomplejarnos. Hay que ver cuánto provecho le han sacado a eso los colombianos y los neoyorquinos, porque el problema no es el tema, sino cómo se estructura la poética, la forma cómo se aborda. Aquí podemos hacer todo tipo de narrativa. Existen personas que no ven el cine venezolano porque es violento, pero se engullen cualquier película de acción hollywoodense o leen literatura violenta colombiana, sin ningún complejo.Se cree que el autor venezolano tiene que ser políticamente correcto y debe moverse en el territorio imaginario.
¿No es parte del oficio registrar la realidad imperante?
Pero claro que sí. Los autores no pueden olvidar que todos los fines de semana matan a 80 personas y nuestras historias de violencia abundan, porque hemos sido víctimas de esto desde antes del nacimiento de la nación. Es imposible soslayar el tema, la diferencia radica en el tratamiento. Es una cuestión de estilo. Creo que un autor joven debe identificar su voz, no negarla. No puedes obviar ninguna situación así sea adversa. Siempre digo que el que no arriesga, no escribe. La literatura es una apuesta alta y los nuevos escritores tienen que ser conscientes de su oficio, de su tiempo histórico y la tradición. Deben arriesgarse a pensar y especular el futuro.
Opiniones de Centeno sobre la literatura comprometida y el papel del escritor en Venezuela destacadas al final de esta entrevista, como texto de apoyo o "despiece":
"Pienso que seguirá existiendo un movimiento independiente del proceso político porque creo que el autor genuino, el verdadero creador, no es ni chavista ni de oposición. Como ciudadano puedes adoptar posiciones políticas, pero en literatura lo que te interesa es narrar. Indudablemente hay una notoria carga subjetiva, pero tu oficio debe trabajar en favor de la obra literaria. El escritor que sacrifica por un proyecto político, bien sea de derecha o de izquierda, su hálito creador y lo pone al servicio de un proceso de cualquier índole, muere como autor. No existe otro compromiso que el de la obra. No creo en los autores comprometidos."
"No creo en la Red de escritores ni en la agencia literaria, porque todo eso está diseñado para apoyar una revolución y yo no avalo ninguna iniciativa de un proceso que te dice en la cara que va hacia un partido único, con símbolos únicos como ese perro y la rana del ministerio de la Cultura. No me interesa la persona que gerencia el Estado en este momento porque es un hombre servil a un proyecto autocrático. No me interesa ni la Red ni que me pensionen o me recoja nadie."
"No podríamos crear sindicatos de escritores, porque no hay una actividad más individualista y solitaria. Necesitamos apartarnos de ese colectivo que todo lo borra, como la muerte, que todo lo iguala; para poder distinguir y generar un mundo diferenciado. El artista lo que hace es modificar el mundo, partiendo desde su voluntad individual. No puedes agruparlo o colectivizarlo. Por eso es que la escritura del realismo socialista no funcionó, porque se colectivizó."
"Yo milité en izquierda, he ido ubicándome en el centro y podría decir que le sonrío a la social democracia europea, porque considero que es la única que puede establecer gobiernos socialistas, los únicos posibles que no confisquen la libertad del hombre ni toquen sus proyectos individudales. Es completamente distinto plantear una república socialista que tener un gobierno socialista."
Considerado por la crítica como uno de los exponentes más puros de la ficción urbana venezolana, largo ha sido el camino recorrido por este autor. Calletania (1992), Hilo de cometa y otras iniciaciones (1996), El complot (2002) y Bengala (2005) son algunas de las obras producto de su ingenio narrativo. Una casual reedición, hecha por Periférica, lo ha convertido en una de las novedades literarias en España.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor", oía el niño con una atención reconcentrada, mientras observaba el paisaje por el que se abría paso la camioneta, dando tumbos.
En vez de oír la radio, el abuelo se grababa a sí mismo recitando su obra favorita, el Quijote, y ponía el cassette de camino al trabajo. Frecuentemente, compartía el viaje con su pequeño nieto, quien nunca se aburría de escuchar a Cervantes: "Muchas veces lo acompañaba a trabajar. Él era perito evaluador y tenía una obsesión con Cervantes, lo recitaba, era un verdadero fanático. Eso, en vez de provocar mi rechazo, hizo que me interesara en todo esto de la literatura", explica ese niño que, varias décadas más tarde, ha devenido en ser el escritor Israel Centeno.
Muchos autores son deudores de infancias prodigiosas donde han escuchado y aprendido de los adultos. Un caso peculiar es el de Gabriel García Márquez, quien solía decir que no le había ocurrido nada interesante desde la muerte de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, cuando él tenía 9 años.
Algunos de estos rasgos comparte Centeno, quien todavía siente la influencia cálida de la poderosa oralidad de su abuela: "Aún es muy mágica, porque es una narradora excelente, no usa conectores. Su prosa fluye a medida que narra las historias que su papá le contó, porque ella es de origen árabe. En mi familia hay una mezcolanza extraña, como en la de todos los venezolanos. Su discurso tanto escrito como oral es impecable".
Editor independiente (Memorias de Altagracia), profesor de talleres de creación literaria, poeta (Premio Federico García Lorca de la embajada española) y narrador (Premio Conac de Narrativa y la Bienal de Guayana), son algunos de los oficios ejercidos por este intelectual, negado a ser encasillado como un narrador urbano.
Fruto de su talento para trasvasar el caos venezolano y convertirlo en ficciones literarias, donde la crudeza y el lirismo van de la mano, son obras como Calletania (1992), Hilo de cometa y otras iniciaciones (1996), Exilio en Bowery (1998), El complot (2002) y Bengala (2005).
Centeno, apellido de su padre originario de la provincia española de Extremadura, parece una velada premonición. Una década después de la poco exitosa edición del volumen doble Hilo de cometa y otras iniciaciones, hecha por Planeta Venezuela, ha ocurrido una sorpresa: Periférica, pequeña casa editora de la ciudad de Cáceres, en la misma Extremadura, ha editado Iniciaciones, con una notable aceptación del público y la crítica.
Más vale tarde...
-¿Qué siente ante la favorable reacción del público y la crítica española?
Es una gran compensación, Iniciaciones ya tiene 10 años y, justo, una década después pasa esto. Se me acerca esta editorial Periferica, no sé por qué razón, ni quiero preguntarlo y se interesaron por mis trabajos. Sobre todo por mis novelas cortas. Al principio pensé que era una broma porque todo fue a través de correo electrónico. Periférica, aparte de rescatar autores clásicos que quedaron de cierta manera al margen, también están tomando en cuenta a autores contemporáneos de Europa y América Latina, que por alguna razón no fueron leídos en España.
¿Tocó el manuscrito, reescribió algo de la historia?
Eduardo Liendo dijo hace poco, a propósito de la reedición de Diario del enano, que cuando al autor se le presenta la oportunidad de reeditar hay quienes no lo tocan y otros que sí, porque es como cuando te dan una segunda oportunidad en la vida. Lo que trabajé fue el aspecto estilístico, la historia la dejé intacta, le imprimí un estilo que trabajé mucho tiempo después. Aunque no hay grandes variaciones puntualicé algunas cosas como la supresión de adverbios. Si tienes la oportunidad de editar toda tu vida, nunca publicas porque el trabajo de creación se basa en la sustracción, la tacha y enmienda, por ese empeño de volver sobre el texto y reacomodarlo.
¿Cómo es el trabajo de escritura en un texto diáfano y directo, pero lírico como Iniciaciones?
Me gusta trabajar aspectos como la aridez, el esperpento y situaciones sórdidas, pero el lirismo inmediatamente interviene. La apuesta lírica en el lenguaje es muy importante, dar esos giros, incorporar una imagen. Eso tiene mucho que ver con lo que hice en Calletania, una novela del barrio donde hay toda una incorporación de imágenes y metáforas muy precisas que van a perfilar mi voz. Meterme con situaciones muy duras, como lo hice en Bengala y salir relativamente ileso, es posible por el recurso de las imágenes.
La paciencia del outsider
¿Qué lo diferencia del Centeno de hace una década?
Tengo más o menos las mismas inquietudes. Siempre está el país, sigo tratando de comprender a Venezuela mediante mi escritura. Tal como se desprende de esta lectura, mis personajes mantienen una relación de amor-odio con el proceso modernizador. Alguien dijo en España que Iniciaciones era una deconstrucción de la modernidad, todo lo contrario de lo que había planteado Gallegos que era la conquista de lo salvaje. Creo que acá algunos personajes le tienen miedo a ese proceso.
¿Iniciaciones fue un intento por comprender a la "otra" Venezuela, la del interior del país?
Estaba escribiendo Calletania, donde venía trabajando el tema de la violencia y traté de romper con el concepto de que mi generación estaba dedicada a la narrativa urbana. Por eso Iniciaciones trata de comprender esa Venezuela profunda que todavía no terminamos de descifrar, aunque sea un escenario ajeno a mi experiencia vital. Siempre me ha atraído esa Venezuela del interior, que aún es desconocida por muchos de nosotros. Creo que sólo algunos escritores, muy especiales, la conocieron, como son los casos de Gallegos, Otero Silva y Díaz Solís.
¿Es un interés solitario o lo nota en la obra de otros autores?
Hay gente que ha ido en esa dirección. Juan Carlos Méndez Guédez escribe sobre Barquisimeto, no se queda en Caracas.También se nota en los cuentos de Rubí Guerra. Lo que pasa es que estamos llenos de etiquetas como la de "narrativa urbana" y resulta que, siempre que tomas elementos de tu paisaje inmediato, lo modificas porque escribes ficción e incorporas cosas de cualquier lugar del país. Terminas escribiendo, en mi caso, una Caracas intervenida. Hay ejemplos como el de Ricardo Azuaje que escribe sobre la ciudad, pero con la carga de haber vivido en el interior y cuando escribe sobre Caracas lo hace de otra manera.
¿Siente que su obra se ha desarrollado al margen de cierto canon escogido por la crítica nacional?
Me he limitado a ser auténtico y coherente en todo, desde la política hasta la narrativa. Lo que no sé, es si a la coherencia se le pasa factura. Pero, si de algo me he convencido en todos estos años, es que en Venezuela se es escritor "a pesar de" todo lo demás. Hay gente que quiere ser escritor no "a pesar de" sino tratando de "incorporarse a". Yo pienso que me hice un autor a pesar del "estado", de cierto canon, porque tengo una voluntad creativa que de alguna manera se quiere imponer. No nos caigamos a coba, cuando escribes, lo haces con ese criterio de querer imponer una voluntad creativa y estética. Aunque mucha gente fracase, mi voluntad continúa allí y, por eso, intento ser genuino.
La poética violenta
¿Está presente el elemento de la exclusión en sus obras?
Creo que, desde que nació la república, este es un país que ha vivido excluyéndose, una parte a la otra, como es el caso de Andrés Bello que hoy día es considerado uno de los padres de la institucionalidad chilena o Teresa Carreño, que es otro ejemplo. Somos un país de exiliados, aquí la exclusión no ha sido sólo social, lo ves en otros ámbitos como el de la sexualidad donde se presenta el elemento del expulsado, el que no logra formar parte de esto. Pienso que gran parte de los venezolanos, desde que rompimos con España, hemos vivido en la marginalidad en todos los sentidos, no porque vivimos en Nueva Tacagua, sino porque no hemos sido ciudadanos. Se ha hecho de la ciudadanía un antivalor.
¿Hay una poética de la violencia en Venezuela?
Por supuesto y eso no debe acomplejarnos. Hay que ver cuánto provecho le han sacado a eso los colombianos y los neoyorquinos, porque el problema no es el tema, sino cómo se estructura la poética, la forma cómo se aborda. Aquí podemos hacer todo tipo de narrativa. Existen personas que no ven el cine venezolano porque es violento, pero se engullen cualquier película de acción hollywoodense o leen literatura violenta colombiana, sin ningún complejo.Se cree que el autor venezolano tiene que ser políticamente correcto y debe moverse en el territorio imaginario.
¿No es parte del oficio registrar la realidad imperante?
Pero claro que sí. Los autores no pueden olvidar que todos los fines de semana matan a 80 personas y nuestras historias de violencia abundan, porque hemos sido víctimas de esto desde antes del nacimiento de la nación. Es imposible soslayar el tema, la diferencia radica en el tratamiento. Es una cuestión de estilo. Creo que un autor joven debe identificar su voz, no negarla. No puedes obviar ninguna situación así sea adversa. Siempre digo que el que no arriesga, no escribe. La literatura es una apuesta alta y los nuevos escritores tienen que ser conscientes de su oficio, de su tiempo histórico y la tradición. Deben arriesgarse a pensar y especular el futuro.
Opiniones de Centeno sobre la literatura comprometida y el papel del escritor en Venezuela destacadas al final de esta entrevista, como texto de apoyo o "despiece":
"Pienso que seguirá existiendo un movimiento independiente del proceso político porque creo que el autor genuino, el verdadero creador, no es ni chavista ni de oposición. Como ciudadano puedes adoptar posiciones políticas, pero en literatura lo que te interesa es narrar. Indudablemente hay una notoria carga subjetiva, pero tu oficio debe trabajar en favor de la obra literaria. El escritor que sacrifica por un proyecto político, bien sea de derecha o de izquierda, su hálito creador y lo pone al servicio de un proceso de cualquier índole, muere como autor. No existe otro compromiso que el de la obra. No creo en los autores comprometidos."
"No creo en la Red de escritores ni en la agencia literaria, porque todo eso está diseñado para apoyar una revolución y yo no avalo ninguna iniciativa de un proceso que te dice en la cara que va hacia un partido único, con símbolos únicos como ese perro y la rana del ministerio de la Cultura. No me interesa la persona que gerencia el Estado en este momento porque es un hombre servil a un proyecto autocrático. No me interesa ni la Red ni que me pensionen o me recoja nadie."
"No podríamos crear sindicatos de escritores, porque no hay una actividad más individualista y solitaria. Necesitamos apartarnos de ese colectivo que todo lo borra, como la muerte, que todo lo iguala; para poder distinguir y generar un mundo diferenciado. El artista lo que hace es modificar el mundo, partiendo desde su voluntad individual. No puedes agruparlo o colectivizarlo. Por eso es que la escritura del realismo socialista no funcionó, porque se colectivizó."
"Yo milité en izquierda, he ido ubicándome en el centro y podría decir que le sonrío a la social democracia europea, porque considero que es la única que puede establecer gobiernos socialistas, los únicos posibles que no confisquen la libertad del hombre ni toquen sus proyectos individudales. Es completamente distinto plantear una república socialista que tener un gobierno socialista."
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