GINA e INICIACIONES en HERALDO DE ARAGÓN
Suplemento "Artes&Letras" del Heraldo de Aragón. Jueves 14 de diciembre. Sección "Página 8". Autor de la reseña: José Giménez Corbatón:
Es de agradecer que Periférica incluya en su joven catálogo a autores latinoamericanos desconocidos para el lector español. Iniciaciones y Gina son dos novelas cortas nacidas de la pluma de escritores que gozan de prestigio en sus países tras haber publicado varios libros de narrativa y de poesía.
Iniciaciones, del venezolano Israel Centeno (Caracas, 1958), formó parte de un título más extenso, Hilo de cometa y otras iniciaciones, que obtuvo el Premio Bienal de Guayana en 1994 y fue publicado dos años más tarde por la sucursal venezolana de Planeta. El volumen contenía dos novelitas, de las que Periférica ofrece, por el momento, la primera, llenando así uno de los muchos huecos que algunos grupos editoriales españoles crean al no distribuir en nuestro país los títulos publicados por sus sucursales americanas.
Israel Centeno demuestra en Iniciaciones que no es un escritor fácil ni dispuesto a complacer a lectores poco exigentes. Compone su breve novela con cuatro voces que alternan la primera y la tercera persona, y tejen una tórrida historia de iniciación a la vida, de sexo atormentado, de inquietudes intelectuales que oscilan entre el entramado más profundo de la sociedad venezolana y su historia a lo largo de buena parte del siglo XX, y la constante injerencia de referentes europeos, en concreto parisinos. De las "iniciaciones" que contribuyen a la maduración de los personajes forman parte Sartre, el Rojo y Negro stendhaliano, las Flores del mal, el "nouveauroman", la Costa Azul y hasta los trigramas del Yi-Ching. Los personajes se mueven desde la quebrada y el hato nativos hasta la atracción por una convulsa Europa donde pueden hallarse alternativas que abran paso a una posmodernidad de la que estos casi-relatos (o novela intermitente) son un buen ejemplo.
Tampoco Rodrigo Soto (San José de Costa Rica, 1962) está lejos de esa tendencia que marca (o impone) la diversidad y el relativismo culturales de nuestra época. De Soto se habían incluido algunos relatos en las antologías de nuevos narradores latinoamericanos publicadas por Mondadori, Páginas de Espuma o Lengua de Trapo. Como Centeno, se sirve de la primera y de la tercera persona narrativas para contarnos la historia de "Gina-la-superantropóloga", quien da comienzo a la narración de su vida afirmando que se ha propuesto ser "una buena esposa [...], leal, buena nota, valiente". Pero, añade, no "una imbécil ni una víctima modelo".
Como algún personaje de Centeno, la Gina de Soto es una superviviente de la marea política latinoamericana -aparece la solidaridad con el movimiento sandinista nicaragüense en el corazón de sus recuerdos juveniles-, aunque también del mayo del 68 parisino.
A su antiguo cómplice universitario, una especie de rasta izquierdista que acaba ejerciendo la violencia con su propia compañera, Gina, cargada de razones, lo abandona no sin antes recordarle su infantilismo egoísta: "Si vieras lo ridículo que te ves actuando comosi tuvieras diecisiete años. Andá a contarle el cuento de tu cochina revolución libertaria a tu abuela... Mientras papi y mami pagan, todo se puede". Gina es el retrato de una mujer que lucha (sobre todo consigo misma) por alcanzar la madurez, tratando de hacer compatible esa búsqueda, cuya solución sólo puede ser personal, con la vida de pareja y lamaternidad. Al final de su periplo, intuye que el ejemplomás cercano a la verdad que anhela se lo ofrecen los indios de las montañas de Talamanca, quienes apenas han variado su vida en los últimos siglos, no han asumido el rol "costarricense" ni conciencia nacional alguna, siguen aferrados a la memoria de sus ancestros y se resignan a la etiqueta de "pobres indios" que se les viene endosando desde la época de la colonización española.
Ni en Iniciaciones ni en Gina hallamos restos de aquel realismo mágico latinoamericano que sedujo a los lectores españoles hace varias décadas. Centeno parece aludir a aquellos encantamientos para darles la vuelta: maneja una concisión y una crudeza que los hace irreconocibles. Las elipsis temporales y los sobreentendidos psicológicos confieren una espesura a la linealidad narrativa cercana a la opacidad onettiana. Su prosa tiene vocación poética, e invita al deleite de una segunda lectura. La de Soto, igualmente cuidada, utiliza registros coloquiales y un sentido del humor amable que pule las aristas de su retrato femenino. Centeno y Soto, como sus personajes, marcan las distancias y buscan ubicarse, unos en la literatura, otros en la vida.
Es de agradecer que Periférica incluya en su joven catálogo a autores latinoamericanos desconocidos para el lector español. Iniciaciones y Gina son dos novelas cortas nacidas de la pluma de escritores que gozan de prestigio en sus países tras haber publicado varios libros de narrativa y de poesía.
Iniciaciones, del venezolano Israel Centeno (Caracas, 1958), formó parte de un título más extenso, Hilo de cometa y otras iniciaciones, que obtuvo el Premio Bienal de Guayana en 1994 y fue publicado dos años más tarde por la sucursal venezolana de Planeta. El volumen contenía dos novelitas, de las que Periférica ofrece, por el momento, la primera, llenando así uno de los muchos huecos que algunos grupos editoriales españoles crean al no distribuir en nuestro país los títulos publicados por sus sucursales americanas.
Israel Centeno demuestra en Iniciaciones que no es un escritor fácil ni dispuesto a complacer a lectores poco exigentes. Compone su breve novela con cuatro voces que alternan la primera y la tercera persona, y tejen una tórrida historia de iniciación a la vida, de sexo atormentado, de inquietudes intelectuales que oscilan entre el entramado más profundo de la sociedad venezolana y su historia a lo largo de buena parte del siglo XX, y la constante injerencia de referentes europeos, en concreto parisinos. De las "iniciaciones" que contribuyen a la maduración de los personajes forman parte Sartre, el Rojo y Negro stendhaliano, las Flores del mal, el "nouveauroman", la Costa Azul y hasta los trigramas del Yi-Ching. Los personajes se mueven desde la quebrada y el hato nativos hasta la atracción por una convulsa Europa donde pueden hallarse alternativas que abran paso a una posmodernidad de la que estos casi-relatos (o novela intermitente) son un buen ejemplo.
Tampoco Rodrigo Soto (San José de Costa Rica, 1962) está lejos de esa tendencia que marca (o impone) la diversidad y el relativismo culturales de nuestra época. De Soto se habían incluido algunos relatos en las antologías de nuevos narradores latinoamericanos publicadas por Mondadori, Páginas de Espuma o Lengua de Trapo. Como Centeno, se sirve de la primera y de la tercera persona narrativas para contarnos la historia de "Gina-la-superantropóloga", quien da comienzo a la narración de su vida afirmando que se ha propuesto ser "una buena esposa [...], leal, buena nota, valiente". Pero, añade, no "una imbécil ni una víctima modelo".
Como algún personaje de Centeno, la Gina de Soto es una superviviente de la marea política latinoamericana -aparece la solidaridad con el movimiento sandinista nicaragüense en el corazón de sus recuerdos juveniles-, aunque también del mayo del 68 parisino.
A su antiguo cómplice universitario, una especie de rasta izquierdista que acaba ejerciendo la violencia con su propia compañera, Gina, cargada de razones, lo abandona no sin antes recordarle su infantilismo egoísta: "Si vieras lo ridículo que te ves actuando comosi tuvieras diecisiete años. Andá a contarle el cuento de tu cochina revolución libertaria a tu abuela... Mientras papi y mami pagan, todo se puede". Gina es el retrato de una mujer que lucha (sobre todo consigo misma) por alcanzar la madurez, tratando de hacer compatible esa búsqueda, cuya solución sólo puede ser personal, con la vida de pareja y lamaternidad. Al final de su periplo, intuye que el ejemplomás cercano a la verdad que anhela se lo ofrecen los indios de las montañas de Talamanca, quienes apenas han variado su vida en los últimos siglos, no han asumido el rol "costarricense" ni conciencia nacional alguna, siguen aferrados a la memoria de sus ancestros y se resignan a la etiqueta de "pobres indios" que se les viene endosando desde la época de la colonización española.
Ni en Iniciaciones ni en Gina hallamos restos de aquel realismo mágico latinoamericano que sedujo a los lectores españoles hace varias décadas. Centeno parece aludir a aquellos encantamientos para darles la vuelta: maneja una concisión y una crudeza que los hace irreconocibles. Las elipsis temporales y los sobreentendidos psicológicos confieren una espesura a la linealidad narrativa cercana a la opacidad onettiana. Su prosa tiene vocación poética, e invita al deleite de una segunda lectura. La de Soto, igualmente cuidada, utiliza registros coloquiales y un sentido del humor amable que pule las aristas de su retrato femenino. Centeno y Soto, como sus personajes, marcan las distancias y buscan ubicarse, unos en la literatura, otros en la vida.
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