editorial periférica

15 julio 2007

SAIDE en LEVANTE

Manuel Arranz firmaba el pasado viernes, en el diario valenciano Levante, esta reseña de nuestra "novela negra de verano" para 2007, Saide, de Octavio Escobar Giraldo: "Lo crudo y lo cocido", cuyo antetítulo decía "Entre lo policíaco y la crítica social":

No me gusta la novela negra. Tampoco me gusta la novela rosa, ni la histórica, ni la erótica, ni la gótica, ni siquiera la filosófica. No me gustan las novelas de ningún color. Lo que no quiere decir que no me gusten el erotismo, la historia o la filosofía, claro está, más bien al contrario. Pero a mí las novelas me gustan sin calificativos, crudas, como el pescado. Y no pienso congelarlas antes de cocinarlas y comérmelas. Si se me indigestan, mejor. Para eso las leo. De modo que con toda probabilidad yo no hubiera abierto nunca esta novela de no venir avalada por una pequeña y exquisita editorial que ya me ha proporcionado varias sorpresas. Y una vez más, ha valido la pena. Saide, novela del colombiano Octavio Escobar Giraldo, es una novela de hoy. Esto parece una perogrullada, incluso puede que lo sea, así que intentaré explicarme mejor, pues para la novela ser de hoy no es precisamente una buena recomendación, desde mi punto de vista. Lo que quiero decir en el fondo, es que el mundo, y con mundo me refiero naturalmente a las personas, hombres y mujeres, niños y ancianos, quizás también a los animales, aunque en esta novela salen poco, que lo habitan, y que la novela refleja, y digo refleja conscientemente, y no describe, o recrea, y ni siquiera pinta, es como para poner la carne de gallina a cualquiera. Y lo bueno del caso, o lo malo seguramente, es que no es para tanto. Sus personajes son personas normales y corrientes, con vidas y trabajos normales y corrientes, o que han llegado a serlo, que aman, odian y disfrutan de la vida de una forma normal y corriente, mienten y engañan, sobre todo a sí mismos, con toda normalidad, porque tampoco son muy inteligentes, y ni falta que les hace, cogen autobuses, dan paseos en lancha, viven en apartamentos infectos donde casi siempre hay un ventilador encendido, beben cerveza, comen mal, trasnochan, se emborrachan, deben un favor a alguien o alguien les debe un favor, tienen conversaciones paupérrimas, e ideas más paupérrimas todavía sobre lo que sucede a su alrededor, y así van tirando, en un mundo bastante pegajoso y maloliente, y no siempre a causa del calor. No sé, tal vez en esto consista la novela negra, ya les he dicho que no soy un experto en el género, pero yo estaría más tentado a considerar negro al mundo que refleja la novela. Eso sí, un mundo lleno de oportunidades, en el que un día usted puede hacerse millonario y al siguiente pueden pegarle un tiro. Aunque también pueden pegarle un tiro sin necesidad de que se haya hecho millonario. Les pondré un único ejemplo para que entiendan de lo que estoy intentando hablarles. Uno de los personajes
está hablando de los hombres que llegan cosidos a balazos a las urgencias de los hospitales, generalmente acompañados por una mujer histérica. Quien habla es un
médico, un poco corrupto también él, ya me entienden: «Yo creo que aman de verdad a ese hombre que conocieron hace dos semanas, al que se entregaron dos horas o dos
días después de que lo conocieran, borracho, animalizado, del que muchas veces se quedan embarazadas. Por eso gritan, por eso lloran cuando se los quita una bala. Tienen ensangrentado el vestido que les regaló para lucirlas en un bar (…) se abrazan al cuerpo inerte sin importarles que la minifalda se suba…». En fin, yo creo que la escena habla por sí sola. La originalidad de esta novela reside precisamente en que el autor no ha tenido que imaginar nada para escribirla, ni darse un garbeo por los bajos fondos, empaparse de códigos del hampa, ni nada parecido. Le ha bastado con leer los periódicos de su país y ver los telediarios. Ah, y tomarse una cerveza de cuando en cuando en el bar de la esquina mientras escucha las conversaciones de los clientes. Estremecedora, ya les digo, porque lo que cuenta sucede todos los días a nuestro alrededor con la mayor normalidad del mundo. Incluso se ha creado un premio Crónica Negra Colombiana para contarlo, que esta novela ganó por cierto en 1995… Disculpen, pero está entrando otra ambulancia.

Manuel Arranz