Vallès en LA RAZÓN, HERALDO DE ARAGÓN y LA DINAMO
Siguen llegando ecos de la publicación de El testamento de un bromista. Hace nada, dos estupendas y entusiastas reseñas. Que descubrían casi al unísono lo fundamental de la novela, pero que se acercaban a ella desde dos puntos de vista que quedaban muy claros en los títulos de sus aproximaciones.
Toni Montesinos comenzaba así la suya en el suplemento cultural de La Razón ("Caballo verde"), que titulaba "Del maltrato a los niños": "Hay algunos autores que rompen con todos los prejuicios que un lector al uso, o incluso experimentado, podría tener de la prosa de ficción europea del siglo XIX; autores que se atrevieron con temas, puntos de vista o estructuras narrativas que hoy nos parecen actuales por su modernidad y valentía pero que serían, como mínimo, algo extraños en medio de un contexto realista, naturalista, costumbrista. Uno de esos escritores que representan la libertad total ante la escritura es el francés Jules Vallès". Y concluía: "Literatura ajena a las modas, con un pulso tan próximo al actual que parece haber nacido en el siglo XXI".
Por su parte, la reseña del suplemento "Artes&Letras" del Heraldo de Aragón, tenía un título casi bíblico, "Islas de resurrección", que hubiera gustado, sin duda, a Vallès. José Giménez Corbatón calificaba esta novela de "corrosiva", ofrecía información extra sobre el contexto político y social en el que apareció la obra de nuestro autor, resaltaba la "excelente traducción de Luis Eduardo Rivera", y, para acabar, definía a Vallès con estas palabras: "Un periodista y un escritor apasionado, violento, incisivo, pero también sensible y colorista, de pincelada moderna y viva en el sentido más noble de la palabra".
Poco después nos llegaba una nueva reseña, publicada por una revista de tendencias "diferente", La Dinamo, vinculada al espacio alternativo homónimo del barrio madrileño de Lavapiés, y firmada por Tarski D. Guzmán. Reproducimos un fragmento:
"Es bien sabido que una parte significativa de lo que, para entendernos, cabe llamar literatura comprometida, marcada por una carga ideológica manifiesta, adolece de unas buenas intenciones que casi siempre conducen a la beatería más aburrida y empalagosa. Por supuesto, también existe una tradición de literatura política estéticamente relevante, que sin duda pasa por Ehremburg o Brecht, y cuyo canon aún esta por completarse. Así lo demuestra esta recuperación por parte de una primeriza editorial de Jules Vallès (1832-1895), una especie de mito underground de la literatura de izquierdas del siglo XIX que ha sido aclamado por una larga estirpe de intelectuales: de Andreu Nin a Henri Lefebvre pasando por Jorge Semprún. El testamento de un bromista circula por los terrenos de la sátira decimonónica ?en ocasiones tiene dejes cercanos al Diario de un don nadie de los Grossmith? y la novela política eludiendo decididamente el naturalismo. La narración de la desventurada infancia y adolescencia del bromista, cabe suponer que trasunto de la propia vida de Vallès, se convierte así en una pieza destacada de la literatura del disparate, con afilados, saludables y, sobre todo, tronchantes efectos críticos".
Toni Montesinos comenzaba así la suya en el suplemento cultural de La Razón ("Caballo verde"), que titulaba "Del maltrato a los niños": "Hay algunos autores que rompen con todos los prejuicios que un lector al uso, o incluso experimentado, podría tener de la prosa de ficción europea del siglo XIX; autores que se atrevieron con temas, puntos de vista o estructuras narrativas que hoy nos parecen actuales por su modernidad y valentía pero que serían, como mínimo, algo extraños en medio de un contexto realista, naturalista, costumbrista. Uno de esos escritores que representan la libertad total ante la escritura es el francés Jules Vallès". Y concluía: "Literatura ajena a las modas, con un pulso tan próximo al actual que parece haber nacido en el siglo XXI".
Por su parte, la reseña del suplemento "Artes&Letras" del Heraldo de Aragón, tenía un título casi bíblico, "Islas de resurrección", que hubiera gustado, sin duda, a Vallès. José Giménez Corbatón calificaba esta novela de "corrosiva", ofrecía información extra sobre el contexto político y social en el que apareció la obra de nuestro autor, resaltaba la "excelente traducción de Luis Eduardo Rivera", y, para acabar, definía a Vallès con estas palabras: "Un periodista y un escritor apasionado, violento, incisivo, pero también sensible y colorista, de pincelada moderna y viva en el sentido más noble de la palabra".
Poco después nos llegaba una nueva reseña, publicada por una revista de tendencias "diferente", La Dinamo, vinculada al espacio alternativo homónimo del barrio madrileño de Lavapiés, y firmada por Tarski D. Guzmán. Reproducimos un fragmento:
"Es bien sabido que una parte significativa de lo que, para entendernos, cabe llamar literatura comprometida, marcada por una carga ideológica manifiesta, adolece de unas buenas intenciones que casi siempre conducen a la beatería más aburrida y empalagosa. Por supuesto, también existe una tradición de literatura política estéticamente relevante, que sin duda pasa por Ehremburg o Brecht, y cuyo canon aún esta por completarse. Así lo demuestra esta recuperación por parte de una primeriza editorial de Jules Vallès (1832-1895), una especie de mito underground de la literatura de izquierdas del siglo XIX que ha sido aclamado por una larga estirpe de intelectuales: de Andreu Nin a Henri Lefebvre pasando por Jorge Semprún. El testamento de un bromista circula por los terrenos de la sátira decimonónica ?en ocasiones tiene dejes cercanos al Diario de un don nadie de los Grossmith? y la novela política eludiendo decididamente el naturalismo. La narración de la desventurada infancia y adolescencia del bromista, cabe suponer que trasunto de la propia vida de Vallès, se convierte así en una pieza destacada de la literatura del disparate, con afilados, saludables y, sobre todo, tronchantes efectos críticos".
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