RECUERDOS DE UN ESTUDIANTE POBRE en LA OPINIÓN DE MÁLAGA
El sábado 3 de marzo, Guillermo Busutil publicaba en La Opinión de Málaga esta extensa reseña... o mejor: este sugerente artículo "de contexto" a partir de Recuerdos de un estudiante pobre. Lo titulaba "Noches del Barrio Latino":
París ha sido, desde el siglo XIX, la capital iconográfica de la bohemia artística. Un espacio escénico en el que los jóvenes aspirantes a escritores, filósofos o artistas plásticos, encontraron todo lo necesario para curtir su espíritu estético mediante una forma de vida desordenada y desafiante que era fundamental para llevar a cabo la exploración hacia el enigma del yo. Por eso mismo, París fue también la geografía de una bohemia literaria que adquirió conciencia de sí misma en la segunda mitad del siglo XIX, definió su carta de naturaleza, se organizó, oficializó y produjo excelentes cartografías literarias creadas por los poetas malditos como Rimbaud y Baudelaire, por narradores de la talla de André Gide, artífice de la excelente novela de aprendizaje Los monederos falsos, o de otros, más posteriores en el tiempo, que contribuyeron a mitificar aún más esta capital de los artistas.
Ese sería el caso de Miller y Ernest Hemingway, promotores de un constante viaje de ida y vuelta de otros autores a la ciudad que continuaría ejerciendo esa especial capitalidad tutelar de la bohemia.La cual siguió extendiéndose y alimentando la literatura hasta el homenaje que Cortázar le tributó en Rayuela. El libro de la bohemia cultural de los sesenta y cuyas páginas son también las calles, cafés, boites, rincones y puentes del París mitómano y del París secreto, al que también Enrique Vila-Matas le dedicó una estupenda novela, París no se acaba nunca, en la que recogía sus años de juventud y de aspirante a convertirse en un escritor famoso, al mismo tiempo que "educaba" su talento mediante las penurias económicas, las noches interminables de conversaciones literarias y de alcohol, los paseos por la ciudad y la imprescindible educación de la mirada que precisa todo artista en el comienzo de su carrera. Una iniciación e incluso cuadro de época a la que igualmente se acercó Jules Vallès. El excelente novelista y periodista francés, autor de El testamento de un bromista y director del diario crítico Le Cri du Peuple, que convirtió sus años de estudiante en Nantes y en París en una interesante crónica literaria de la bohemia que hizo célebre la vida nocturna, licenciosa y creativa, del Barrio Latino. Precisamente el viejo corazón de esa bohemia parisina y artística que Vallès retrata con brillantez en las páginas de Recuerdos de un estudiante pobre, publicada en la editorial Periférica.
Recuerdos de un estudiante...
Con un brillante tono moderno, coloquial y detallista, Vallès relata su vida entre la pobreza, el compromiso político y el entusiasmo de la bohemia de Nantes y de París del siglo XIX. Dos ciudades de las que realiza un dibujo impresionista y emocional para transmitir a los lectores el ambiente estudiantil de la época, con sus inquietudes, contradicciones y miserias académicas. Pero Jules Vallès consigue imprimirle a su narración, tan emotiva como ácida y caricaturesca en ocasiones, toda la atmósfera, el espíritu bohemio y humano del Barrio Latino con sus callejuelas, pensiones, casas de comidas baratas y tabernas en las que se daban cita los artistas, los soñadores y vecinos que compartían las miserias, las alegrías y contradicciones de su generación. Un ambiente en el que el escritor francés, transmutado en su propio personaje en estas divertidas páginas, se buscó la vida dando clases, enamorándose, ejerciendo una libertad alegre y orgullosa, al mismo tiempo que entablaba relación con los maestros literarios del momento y con el espíritu creativo de una época de cambios. Todo ello hace que esta novela o, si se prefiere, libro de memorias de juventud, sea un interesante retrato de la formación de un artista y de una ciudad como cuna de la bohemia.
París ha sido, desde el siglo XIX, la capital iconográfica de la bohemia artística. Un espacio escénico en el que los jóvenes aspirantes a escritores, filósofos o artistas plásticos, encontraron todo lo necesario para curtir su espíritu estético mediante una forma de vida desordenada y desafiante que era fundamental para llevar a cabo la exploración hacia el enigma del yo. Por eso mismo, París fue también la geografía de una bohemia literaria que adquirió conciencia de sí misma en la segunda mitad del siglo XIX, definió su carta de naturaleza, se organizó, oficializó y produjo excelentes cartografías literarias creadas por los poetas malditos como Rimbaud y Baudelaire, por narradores de la talla de André Gide, artífice de la excelente novela de aprendizaje Los monederos falsos, o de otros, más posteriores en el tiempo, que contribuyeron a mitificar aún más esta capital de los artistas.
Ese sería el caso de Miller y Ernest Hemingway, promotores de un constante viaje de ida y vuelta de otros autores a la ciudad que continuaría ejerciendo esa especial capitalidad tutelar de la bohemia.La cual siguió extendiéndose y alimentando la literatura hasta el homenaje que Cortázar le tributó en Rayuela. El libro de la bohemia cultural de los sesenta y cuyas páginas son también las calles, cafés, boites, rincones y puentes del París mitómano y del París secreto, al que también Enrique Vila-Matas le dedicó una estupenda novela, París no se acaba nunca, en la que recogía sus años de juventud y de aspirante a convertirse en un escritor famoso, al mismo tiempo que "educaba" su talento mediante las penurias económicas, las noches interminables de conversaciones literarias y de alcohol, los paseos por la ciudad y la imprescindible educación de la mirada que precisa todo artista en el comienzo de su carrera. Una iniciación e incluso cuadro de época a la que igualmente se acercó Jules Vallès. El excelente novelista y periodista francés, autor de El testamento de un bromista y director del diario crítico Le Cri du Peuple, que convirtió sus años de estudiante en Nantes y en París en una interesante crónica literaria de la bohemia que hizo célebre la vida nocturna, licenciosa y creativa, del Barrio Latino. Precisamente el viejo corazón de esa bohemia parisina y artística que Vallès retrata con brillantez en las páginas de Recuerdos de un estudiante pobre, publicada en la editorial Periférica.
Recuerdos de un estudiante...
Con un brillante tono moderno, coloquial y detallista, Vallès relata su vida entre la pobreza, el compromiso político y el entusiasmo de la bohemia de Nantes y de París del siglo XIX. Dos ciudades de las que realiza un dibujo impresionista y emocional para transmitir a los lectores el ambiente estudiantil de la época, con sus inquietudes, contradicciones y miserias académicas. Pero Jules Vallès consigue imprimirle a su narración, tan emotiva como ácida y caricaturesca en ocasiones, toda la atmósfera, el espíritu bohemio y humano del Barrio Latino con sus callejuelas, pensiones, casas de comidas baratas y tabernas en las que se daban cita los artistas, los soñadores y vecinos que compartían las miserias, las alegrías y contradicciones de su generación. Un ambiente en el que el escritor francés, transmutado en su propio personaje en estas divertidas páginas, se buscó la vida dando clases, enamorándose, ejerciendo una libertad alegre y orgullosa, al mismo tiempo que entablaba relación con los maestros literarios del momento y con el espíritu creativo de una época de cambios. Todo ello hace que esta novela o, si se prefiere, libro de memorias de juventud, sea un interesante retrato de la formación de un artista y de una ciudad como cuna de la bohemia.
Guillermo Busutil
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