editorial periférica

01 noviembre 2008

EL DÍA DE LA MUDANZA en EL FARO DE MURCIA

“Vínculos emocionales y materiales”, así titulaba Ángela Belmar Talón su aproximación a El día de la mudanza publicada por el suplemento El faro de las letras, del periódico El faro (de Murcia).

Con El día de la mudanza su autor, Pedro Badrán, se lanzó con el Premio Nacional de Novela Breve en Colombia gracias a este relato que narra cómo el traslado de vivienda para una familia se convirtió en un descenso a los infiernos.
Una obra en la que de la misma manera que conocemos profundamente los sentimientos que despierta en un padre y una madre, así como sus dos hijos, una mudanza, no sabemos apenas ningún dato de ellos tales como sus nombres -excepto el de sus dos retoños, Agustín y Camila- ni sus apariencias, es decir, Badrán prescinde de los elementos físicos y más superficiales para contextualizarlos, ya que prefiere ahondar en las emociones e incluso en las que los propios objetos que pueblan la casa parecen causar.
Tras fracasar en los negocios, el cabeza de familia se ve en la tesitura de trasladar a su prole a un barrio y una casa mucho más modestos. Hasta este momento gozaban de un estatus social que les permitía mantener incluso a una criada y una niñera, sus paredes y muebles estaban engalanados de costosos elementos decorativos y además la señora se podía dar el lujo de coleccionar carísimas joyas. Pero tras esta negativa situación, estas circunstancias se ven truncadas, y el cambio de lugar también implica un salto en la escala social que impera en Colombia. A partir de este momento, la pérdida de privilegios se ve íntimamente relacionada con la pérdida de afecto hacia el progenitor y con el desmoronamiento psicológico de su mujer. Para ello, el apego a los enseres que atesoraba en su anterior alojamiento parece ser su razón de vivir, el significado del estilo que vida que siempre ha ambicionado; al tener que prescindir de ellos, prescinde de querer vivir, y también de la posición que ostentaba, dando paso a la vergüenza. En definitiva, el hecho de verse obligados a mudarse al extrarradio implica un perjuicio para sus cuatro personalidades: ahora se transmutan en seres absolutamente diferentes, incluso algunos de los objetos que les acompañan en su nueva vida.
Todos estos hecho se con fletan con los primeros escarceos sexuales y el despertar al mundo de los adultos de la hija adolescente –aunque se sepa muy bien porque conforman la última parte del libro- en el que arrastra esa pérdida de confianza que provoca la merma, en este caso, material, y por tanto la diferenciación en el escalafón social.
El escritor colombiano realiza en El día de la mudanza una feroz crítica a la sociedad de las apariencias, donde el materialismo y el consumismo lideran las relaciones humanas con un estilo que destaca el soberbio juego de tiempos verbales. Así, invita a cada uno de los integrantes del clan a narrar con su voz y bajo su perspectiva la desmembración de su propia familia tras la pérdida de su condición social, que implica en consecuencia la pérdida de todos los privilegios que se identificaban con una clase alta. Sin embargo, en ningún momento se habla del amor, de la relación personal de afecto que existió o perdura entre ellos, simplemente queda un poso amargo en el que recrear el resentimiento hacia un padre y un marido que no supo proteger económicamente a su estirpe como debía.
Una novela nostálgica que se empeña una y otra vez en volver a los recuerdos –fundamentalmente materiales y entre los que cabe destacar la ausencia de afectos- que rodearon a una familia durante tiempos pasados y más esplendorosos, como si se tratase del repaso a un viejo álbum de fotografías. Para ellos, su vida verdadera era áquella en la que disfrutaban de todas las comodidades, de la presente sólo mencionan la vergüenza y el malestar que les provoca, porque no es el lugar al que pertenecen, es sólo una existencia mediocre que ha desembocado en una generalizada infelicidad.

EL DÍA DE LA MUDANZA en EL PERIÓDICO MEDITERRÁNEO

El Periódico Mediterráneo, de Castellón, se hacía eco también de la aparición de El día de la mudanza, bajo el título "Tradición caribeña".

"El día de la mudanza, del escritor colombiano, Pedro Badrán, es una novela intensa y desasosegante que narra la vida de una familia en decadencia: padre, madre, hijos. El entorno y los objetos de la vieja casa y de la nueva casa, que reflejan todos los cambios, son al mismo tiempo que herramientas para construir este poderoso relato sobre la intimidad, los ritos de paso y el desconcierto, parte de una metáfora aún mayor: tras las vidas privadas podemos leer el derrumbe de un país"

EL DÍA DE LA MUDANZA en DIARIO CÓRDOBA

El día de la mudanza, "un libro pequeño, valiente y prodigioso", como fuera calificado hace ahora dos semanas en Radio 3, ha ido consiguiendo, poco a poco, un también pequeño pero firme número de seguidores y "comentaristas". La nouvelle de Pedro Badrán merece esos comentarios y mucho más. Cuadernos del Sur, suplemento cultural del Diario Córdoba, recibía así su lanzamiento a comienzos del pasado verano: "Una obra intensa y desasosegante que narra la vida de una familia en decadencia. El entorno y los objetos de la vieja casa y de la nueva casa, que reflejan todos los cambios, son al mismo tiempo herramientas para construir este poderoso relato sobre la intimdad, los ritos de paso y el desconcierto".

PROYECTOS DE PASADO en EL PAÍS

En septiembre se ocupaba también Babelia (suplemento de El País) de Proyectos de pasado, de Ana Blandiana (así como de otros libros recién publicados de autores rumanos: Mihail Sebastian, Alexandre Ecoviou). Firmaba la nota Ignacio Vidal-Folch.

"También durante la guerra fría hubo en Rumania, no sólo entre los que se exiliaron (como Norman Manea), alguna literatura de interés más que local, como en los casos de Ecovoiu y Blandiana, nacidos respectivamente en 1943 y 1942. De ellos, dos modestas editoriales publican sendos libros de cuentos, con atmósferas de misterio y sueño, más o menos fantásticos y opresivos y más o menos alegóricos a los efectos del totalitarismo sobre el alma del individuo y a la degradación de las relaciones sociales. Más allá de esa función alegórica y alusiva, aspiran, como es lo propio del empeño literario, a comentar aspectos universales de la condición humana, el absurdo, la crueldad, la soledad íntima del individuo y su irresoluble conflicto con la comunidad... Paradigma de esto es el relato 'Aves voladoras para el consumo' [de Ana Blandiana]: con el propósito de criar pollos en el balcón de su piso de Bucarest y así burlar las privaciones, una mujer compra una gallina clueca y doce huevos ligeramente raros, pero las aves que nacen son ángeles; o 'Reportaje' [de Ana Blandiana]: las imágenes de un viaje soñado a París enlazan con las impresiones de un viaje por la pesadilla real de una isla penitenciaria y éstas con los detallados recuerdos de la noche, ya remota, en que en la casa familiar de la narradora se presentó el policía, sórdido y hambriento, que venía a detener a su padre."

PROYECTOS DE PASADO en LETRAS LIBRES

En el número de septiembre pasado, la revista Letras Libres publicaba esta reseña de Proyectos de pasado, de Ana Blandiana, firmada por J. Ernesto Ayala-Dip:
En una oportunidad, a Gabriel García Márquez le preguntaron de dónde sacaba él los materiales de su ingente imaginación. Más o menos literalmente el escritor colombiano respondió que en América Latina, en el siglo XIX, existió un general que había perdido todas sus batallas, o casi todas. Que eso sucediera, sin que a dicho general se lo destituyera, ya era más digno de una crónica fantástica que de una página de la historia real de un país; y sin embargo la anécdota no era producto de la fantasía. Siempre, como sabemos desde la portentosa alegoría política que es Los viajes de Gulliver, la fantasía, lo fantástico, es un intento extremadamente razonable de enmendar las graves carencias de la condición humana o de los sistemas sociales y políticos que se procuran los hombres. Este pequeño preámbulo viene a cuento (nunca mejor dicho) de la publicación del libro de relatos de la escritora rumana Ana Blandiana Proyectos de pasado.
En tiempos de penurias ideológicas, como las acaecidas durante los regímenes totalitarios de las llamadas repúblicas socialistas de Europa Central y la extinta Unión Soviética, la apelación a la literatura fantástica, o de cualquier otro género que hiciera de la hipérbole o la elipsis su razón de ser, era algo más que el cultivo de la imaginación más extrema, era sencillamente el único método narrativo capaz de burlar los férreos sistemas de control ideológico y estético de los comisarios de la censura proletaria. Como hemos mencionado el célebre libro de Jonathan Swift, citemos otro en su misma estela, Rebelión en la granja, de George Orwell. La furibunda crítica al sistema comunista que Orwell hace desde su libro queda perfectamente resumida en una frase que ya ha hecho historia: En la granja, “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”. Años después, el autor de 1984 dijo que Rebelión en la granja fue el primer libro en el que intentó “fusionar la intención política y la artística en un todo”. Y aquí quería llegar. Ana Blandiana (su nombre real es Otilia Valeria Coman, 1942) reúne once cuentos en donde el elemento directriz es la transfiguración de la realidad más desoladora en materia fantástica. Ese paso entre mundos con distintas leyes, esa especie de túnel cortazariano en donde se comienza en un ámbito y se termina en otro, ese espejo de Lewis Caroll, en la escritora rumana adquiere la dimensión de una literatura de desenmascaramiento ideológico. No estamos ante la decodificación ontológica de los cuentos y novelas de Kafka, su sentimiento de culpa pasado y futuro, aunque sea similar cierto sentimiento de intemperie e indefensión, estamos sencillamente ante la representación literaria de una oprobiosa sinrazón de Estado, una representación que no juzga ni sanciona: sólo, nada más y nada menos, describe y desnuda. El relato que presta título al volumen, “Proyectos de pasado”, es una de las historias más tristes que leí en mucho tiempo. Y también una de las de mayor factura artística. Su asunto se mueve (tan bien señalado y estudiado por su prologuista y uno de los traductores, Viorica Patea) en esa línea de asombrosa naturalidad, en ese suelo de la realidad más palpable hasta que de pronto descubrimos el terrible abismo, sin que por ello el relato, como artefacto de ficción, acuse el sutilísimo cambio de tercio que se produce entre sus líneas y que lo gobernará hasta su final. Hay una boda, unos novios, unos invitados y de pronto son todos arrestados (esto sucede en la Rumanía comunista) y enviados a una suerte de tierra de nadie. De pronto son nadie. Desterrados a un trozo de territorio que tendrán que labrar, edificar, donde criar a sus hijos, así durante diez largos años, hasta el retorno a la civilización socialista. Relato dentro de un relato, esta historia es escalofriante no porque podría suceder, sino porque sucedió e irremediablemente seguirá sucediendo. Otro elemento que no es menor en el cuento es la imposibilidad de comprender. Y la imposibilidad de reconstruir fidedignamente los hechos del pasado. En este cuento, además, hay un narrador (el que leemos) que a su vez escucha a otro narrador, el que vivió la historia de la boda aciaga. Pues bien, el dilema moral surge cuando menos lo esperábamos: resulta que quien sufrió el desplazamiento forzoso no puede evitar la memoria de los inhumanos hechos. Es su épica personal, le pertenece y como tal la necesita, como si no quisiera juzgar a sus carceleros. Sólo recordar que fue un héroe, que sobrevivió. Como si lo que menos importara fuese la naturaleza y el origen de su infierno. Y no se pierda el lector el cuento “Aves voladoras para el consumo”. Y “La iglesia fantasma”. Dos piezas de una inteligencia compositiva de gran calado. En el primero, la metáfora acerca de lo espiritual en un régimen letal para la existencia de los ángeles; y en el otro, todo un tratado sobre el estatuto de la ficción en ese eterno debate en que una de las partes insiste en hacernos creer que no existen en la realidad generales que no ganan ninguna batalla.