editorial periférica

30 diciembre 2007

SOBRE ARTE Y LITERATURA en PÚBLICO

Antonio Jiménez Morato firmaba esta semana en Público un reportaje sobre el aforismo ("píldoras que construyen la realidad, que abrazan la verdad y condensan el pensamiento en microgramos de la literatura más breve, más lúcida y más agradecida") titulado con acierto "Lujos en minúscula":

Los profetas de la modernidad repiten cada dos por tres que el futuro será de los géneros breves. Y uno no sabe en qué se basa esa opinión, porque precisamente los géneros más extensos llegan a más público debido a que son menos exigentes con el lector y permiten una inmersión más relajada dentro del universo que proponen.
Si se cumplieran los vaticinios de los profetas, todo el mundo leería en el metro micro-relatos o estas píldoras de pensamientos que se van expandiendo a medida que meditamos sobre ellas. Pero basta mirar alrededor en el vagón para ver las mismas novelas gigantes desde hace años.
Por eso, no extraña lo complicado que es editar y conseguir lectores para un género tan intenso y severo con el lector como son los aforismos.

Explosión de píldoras
En los últimos años el interés por el género ha crecido en España y algunos, pocos pero escogidos editores, se han decidido a acercarnos estas colecciones de piedras preciosas.
Julián Rodríguez, como editor, y Luis Eduardo Rivera, como traductor, desde Periférica, continúan con la publicación de Sobre arte y literatura, de Joseph Joubert, el trabajo de acercar a grandes aforistas que se inició con Pensamientos y rivarolianas, de Antoine de Rivarol, y se extendió con Pasos en la arena, de Remy de Gourmont. Tres libros que demuestran que, bien editados, los aforismos llegan a sus lectores.
La escuela francesa, a la que pertenecen estos tres autores, ha sido, desde luego, una de las grandes canteras de los filósofos de la brevedad que, blandiendo el afilado bisturí del ingenio, construyen pensamientos que aúnan lo profundo con lo estético. Ahí radica el arte del aforismo, en que parecen filosofía destilada con tintes poéticos.

El aforista Juan Ramón
No es de extrañar que uno de los grandes cultivadores del género en España haya sido Juan Ramón Jiménez. El premio Nobel encontró, dentro de su ingente producción,un hueco para escribir numerosos aforismos. Una nutrida selección de ellos se puede leer en el volumen que Andrés Trapiello –otro autor que acostumbra a deslizar algunas de estas reflexiones con vestimentas líricas en sus dia diarios– ha editado en la colección que él dirige, La Veleta, de la editorial Comares.
En dicho libro se aprecian las características que hacen único al aforismo frente a otras posibilidades de expresión e investigación del pensamiento: tan modernos gracias a su matiz lírico y su fragmentaridad. Del mismo modo que asimilamos el mundo de manera sesgada, los aforismos plasman esa experiencia fragmentada, pero sin abandonar por ello la intención de tocar, o al menos intuir, y por tanto construir la verdad.

El aforismo se nutre pues de una meditación filosófica enunciada de un modo creativo, bello, que pretende dar un pensamiento íntegro y ordenado en una frase, valiéndose de la paradoja y del humor si es necesario. El aforismo es filosofía refrescante, higiénica, que airea el plomo agolpado en los sobrios cortinajes del pensamiento académico. Por eso se acercaron al aforismo pensadores como Nietzsche o escritores como Kafka, que encontraron en el pensamiento fragmentado un campo de operaciones único para reflejar el collage acelerado de la vida moderna.

SOBRE ARTE Y LITERATURA en ABC

El suplemento cultural de ABC publicaba hace unos días dos acercamientos a Sobre arte y literatura, de Joubert. Felix Romeo lo hacía a través de una de las "entradas", titulada "Joubert", de su sección "Las iluminaciones":
JOUBERT. Dice Auster que los Cuadernos de Joseph Joubert son «diferentes a todo cuanto haya leído jamás». Joubert (1754-1824) fue revolucionario y después, amigo ya de Chateaubriand, su ánimo exaltado se volvió más conservador. Desde hace trece años, cuando apareció una selección de sus «pensamientos», realizada por Carlos Pujol para Edhasa, no se publicaba en España. Luis Eduardo Rivera ha antologado para Periférica algunas de sus reflexiones en Sobre arte y literatura. Joubert no publicó nunca ningún libro, quizá por miedo a defraudarse, aunque escribió siempre un diario. Creía en la verdad, la belleza y el trabajo, y recomendaba la lectura de los clásicos. No renunciaba a una parte que no era controlable por el escritor: «Hay versos que, por su carácter, parecen formar parte del reinomineral; son dúctiles y resplandecientes. Otros, pertenecen al reino vegetal; tienen savia. Los últimos, finalmente, pertenecen al reino animal; tienen vida. Los más bellos son los que tienen alma; éstos pertenecen a los tres reinos, pero aún más a la Musa».


Y José Luis García Martín, en su sección "Ventanas de papel", del mismo suplemento, le dedicaba "Esquirlas":
Chateaubriand, en 1838, publicó por primera vez los pensamientos de Joseph Joubert,muerto catorce años antes sin haber publicado una línea. Fueron grandes amigos, quizá porque eran complementarios: el uno, todo extroversión y afán de protagonismo; el otro, vuelto hacia dentro, conciencia sigilosa de su siglo. La «maldita ambición» que atormentaba a Joubert nada tenía que ver con la que llevó a su amigo a ser el más admirado y poderoso mascarón de proa de su tiempo, pretendía «resumir siempre un libro en una página, una página en una frase, y esa frase en una palabra». El arte de Joubert era de quintaesencias, no de fárragos. Durante medio siglo, retirado del mundo siempre que le fue posible, se dedicó a anotar el resultado de sus cogitaciones: «En este silencio todome habla, y en vuestro ruido todo se calla».
Luis Eduardo Rivera, que ya se había ocupado de otro secreto moralista, Antoine de Rivarol, traduce ahora Sobre arte y literatura (Periférica), una selección temática de Joubert. A veces no resiste la tentación de recortar: «Para escribir bien se necesita una facilidad natural y una dificultad adquirida», leemos. Carlos Pujol, su anterior traductor, resulta más fiel: «Para escribir bien se requiere una facilidad natural y una dificultad adquirida, o, dicho de otro modo, escribir fácilmente por naturaleza y difícilmente por
arte (por reflexión y por buen gusto, etc)».
Joubert no buscaba la brillantez memorable del aforismo, que a menudo sacrifica una verdad por un rasgo de ingenio. «Nunca pensamiento alguno –señaló Chateaubriand– había suscitado tantas dudas a la inteligencia, ni planteado cuestiones tan elevadas, ni inquietado tanto».
Joubert no escribió un libro, sino el germen de muchos libros. Resulta imposible hojear sus cuadernos y no quedar enriquecido para siempre: «Para escribir bien no basta con ser claro: hay que encantar, seducir, poner ilusiones en todos los ojos», «Los pensamientos tienen que enlazarse como los sonidos en la música, por su armonía, y no como los eslabones de una cadena», «Tradición: obras que han sido puestas a prueba por la memoria», «Todo es enigma en los poetas, decía Platón. Pero en esa clase de enigmas es preciso que haya a la vez un sentido aparente que sea bello y un sentido oculto que aún sea más bello», «Un pensamiento es tan real como una bala de cañón».
Hay libros breves que no se agotan nunca. La editorial Periférica parece querer especializarse en ellos.

Enlaces: http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=8748&num=829&sec=38, http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=8753&num=829&sec=38


Nota aclaratoria: Luis Eduardo Rivera nos escribía lo siguiente a propósito de este comentario sobre su traducción: "Es cierto [lo que dice García Martín], está recortado, y de eso me di cuenta más tarde, pero no por mí, sino por Chateaubriand, en su selección. En el momento en que comencé a traducir a Joubert [hace casi veinte años; nuestra edición, como ha señalado Rioyo es la sección 'sobre arte y literatura' de un volumen mayor publicado en México en 1996 por Aldus] no había logrado conseguir los Cuadernos, pues estaban agotados desde hacía décadas, y no había modo de encontrarlos en las librerías de viejo. Tenía como seis antologías, dos o tres muy buenas, entre ellas la ya clásica de Chateaubriand, en la que me basé. Más tarde supe que Chateaubriand se tomó la libertar de acortar ese aforismo porque encontró que hay otro en donde Joubert retoma la segunda parte de ese pequeño texto y lo vuelve un aforismo a parte entera".

SOBRE ARTE Y LITERATURA en EL PAÍS DOMINGO y EL BOOMERAN(G)

En Periférica le estamos agradecidos a Javier Rioyo por el constante apoyo que viene brindando a nuestra editorial, así como a otros proyectos cercanos al nuestro, tanto en televisión como en radio o prensa escrita. Después de ocuparse recientemente de Help a él en su blog, en unos pocos días ha dedicado diversos "momentos" de su trabajo a nuestro último título, Sobre arte y literatura, de Joseph Joubert.

En El País Domingo eran éstas sus palabras, dentro de un artículo titulado "Alguno me ha dicho": No se deben tener prisas. Hay que meditar. Ya lo decía J. Joubert, el admirable pensador querido por Chateaubriand, Paul Auster o Sciascia, e ignorado por nosotros, que escribió tacañamente -y no sólo "sobre arte y literatura", como con acierto acaban de publicar aquí esos queridos editores "periféricos"-, pero que cuando lo hacía, acertaba: "Como esposa hay que escoger únicamente a la mujer que uno escogería como amigo, si ella fuera un hombre.


Y en El Boomeran(g), con el título "Rescatar a Joubert":

Hace años, en México y por azar, me encontré con un libro que siempre me acompaña: Pensamientos de Joseph Joubert. Lo compré sin saber nada del autor, lo compré porque tuve la fortuna de abrir sus páginas. Lo primero que leí: "Es imposible volvernos instruidos si sólo leemos lo que nos gusta". Y miré a la página de la izquierda: "Cuando se escribe con facilidad siempre se cree contar con más talento del que se tiene". No me extrañó que este escritor sin obra, que este pensador que prefería pasear a escribir, fascinara a Chateaubriand. Me parecía que los pensamientos de Joubert, como me ocurre con otros cuantos, están escritos y pensados como a uno le gustaría pensar y escribir.
Era un bien casi oculto el poder acceder en español a los pensamientos de Joubert. La edición mexicana tiene el prólogo, traducción y notas de Luis Eduardo Rivera. Y esa es la que ahora los muy afinados editores de Periférica rescatan en una edición resumida. Se quedan con las reflexiones "sobre arte y literatura". Y así titulan a esta edición que les recomiendo se hagan con ella. Es pequeña, bonita y acompaña muy cerca. Se puede llevar en un bolsillo, acariciar con la mano, sobar y hacer que acompañe nuestros paseos. No me extraña que su prosa tan precisa, inteligente y libre también haya fascinado a Leonardo Sciascia y que Paul Auster lo haya adorado y traducido al inglés.
Dos pensamientos literarios más: "No es necesario que haya amor en un libro para que nos encante, pero sí es necesario que haya mucha ternura". "Para escribir bien se necesita una facilidad natural y una dificultad adquirida".
Y otro de regalo: "Todo carácter ardiente tiene algo de loco; todo carácter frío, algo de estúpido".
Guárdense de los fríos.



Enlaces: http://www.elpais.com/articulo/panorama/Alguno/ha/dicho/elpepusocdgm/20071223elpdmgpan_8/Tes/

http://www.elboomeran.com/blog-post/8/2950/javier-rioyo/rescatar-a-joubert/

HELP A ÉL en EL BOOMERAN(G)

En su blog de El Boomeran(g), el periodista y ensayista "españolizado" Jean-François Fogel comenta Help a él:

Siempre me pareció extraño el apellido del escritor argentino Fogwill. La palabra Fogwill producía en mi mente una mezcla improbable de tiniebla y de futuro con un toque de voluntarismo. Ver Fogwill en una tapa de libro me recordaba a la canción de los Beatles I will. Pero, a pesar de tener Los Pichiciegos y Vivir afuera, sus mejores novelas, no entré, por una razón inexplicable en la obra de Fogwill hasta encontrar en una pequeña edición de la casa editorial Periférica, de Cáceres, Help a él, obra suya publicada hace un cuarto de siglo. Help otra vez recordaba a los Beatles y por fin compre un libro de Fogwill sabiendo su lectura ineludible.

¿Qué voy a decir? Help a él está muy bien, pero muy muy bien, pero lo que me gustó es la novelita que viene después (the novela como dicen los anglosajones): 66 paginitas con un título plenamente asumido: Sobre el arte de la novela. Jorge Luis Borges, con su talento inmarcesible en el momento de hundir a un compañero, decía que Fogwill es el autor argentino que más sabe de autos y cigarrillos. La novelita es sobre autos (coches, carros, como uno lo quiere) y cigarrillos. Dos viajes desde Buenos Aires a ciudades donde vive una vieja madre. La vieja madre de un tal Alberto Marzo que la visita con su Porsche y la vieja madre del narrador que viaja en un Datsun de una amiga.

Los dos textos tienen algo en común: cuentan la vida que es «un fuego lento planificado», una oxidación suave como lo explica Fogwill. Ambas visitas tendrían que ser la misma, pues la vieja madre no hace diferencia alguna entre el hijo que viene en un Porsche y el que la visita con un Datsun. Pero Fogwill, que sabe de autos, de cigarrillos en los labios del conductor y de novelas, demuestra de una manera fenomenal (es decir sin demostrarlo, renunciando a la vulgaridad de un razonamiento lógico) que la novela tiene una autonomía suya que no pertenece a la lógica. «...la narrativa, escribe, se ejecuta mediante decisiones lógicas, decisiones sintácticas y decisiones gramaticales. A veces los tres tipos de decisiones son independientes...». Para un lector francés, es decir un hombre aplastado por una sobrecarga de teorías abstractas sobre la literatura comprometida, le nouveau roman, el estructuralismo, etc., el uso de dos autos para demostrar que el arte de la novela no obedece a una teoría es tanto una hazaña como un alivio.


Enlace: http://www.elboomeran.com/blog-post/5/3018/jean-francois-fogel/fogwill/

HELP A ÉL en LA VOZ DE GALICIA

Luís Pousa firmaba hace dos sábados esta bien documentada (hay que resaltarlo otra vez al referirse al suplemento Culturas del periódico gallego La Voz de Galicia) reseña de Help a él, titulada "En la estela del gran Borges":

Jorge Luis Borges eligió la primera letra del alfabeto hebreo para nombrar un objeto maravilloso en el que se podía contemplar la totalidad del universo. Así nació El Aleph, una pieza sagrada de la literatura de todos los tiempos que solamente otro argentino, el irreverente Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941), podía atreverse a reescribir. Porque eso, una parodia del enorme cuento borgiano, es Help a él, relato que el sello Periférica recupera ahora para el público español, y que fue escrito en agosto de 1982, en la estela de Los pichiciegos, la novela sobre la guerra de las Malvinas que Fogwill completó en siete días (del 11 al 17 de junio de 1982) y que convirtió a este sociólogo, profesor universitario y publicista (durante un tiempo se dedicó a escribir chistes y horóscopos para envoltorios de chicles) en un autor de culto en Argentina.

Desde el mismo título (Help a él es un anagrama de "El Aleph"), juguetea Fogwill con el texto de Borges, al que añade elementos de su propio recetario (sexo y drogas en dosis más que generosas) que jamás habría empleado el autor de Ficciones. Merece la pena, para entender cómo operan los engranajes de este mecano literario, comparar página a página ambos relatos y descubrir cómo la Beatriz Viterbo borgiana se transforma en Vera Ortiz Beti (otro anagrama), heroína muy distante de las mujeres asexuadas que pululan por la prosa de J. L. B.

Porque, hasta el último coletazo de la narración, Fogwill va profanando el puzle de Borges para desarmarlo y volver a componerlo a su manera, recurriendo también a un literato plomizo como secundario de lujo —Carlos Argentino Daneri, en "El Aleph", Adolfo B. Laiseca Ortiz, en Help a él—, ambos poseedores del milagroso objeto que impulsa cada relato: la pequeña esfera borgiana y el frasco con un jarabe alucinógeno que conduce al protagonista de Fogwill a tener un psicodélico y erótico (muy erótico) encuentro con esa Vera rescatada de entre los muertos: «No hay mejor regalo para una muerta que dejarla jugar unos instantes con las memorias y las fabulaciones de los vivos, lo que quizás fue su mayor deseo en el momento de salir a la vida —del sueño quieto de la vida— para entrar en el mundo, en la tierra que se mueve, que gira y temblequea un poco y circunvala el sol y cae infinitamente hacia un lugar que solo pueden advertir las que se dejan abrazar por el hombre que las vuelve objeto de su ficción» (así, con esta prosa deslumbrante, se las gasta Fogwill).
Cierra el volumen el relato Sobre el arte de la novela que, como Help a él, pertenece al libro de cuentos Pájaros de la cabeza (1985). Es este, como su propio título apunta, un texto metaliterario, por el que se desliza la tortuosa relación de un hombre con su madre («las viejas madres: no pasaun día sin que se piense en ellas por un instante», apostilla el protagonista) y en el que respiramos de nuevo las grandes obsesiones de Fogwill (la muerte, el sexo, la droga) y un estilo que regala a menudo párrafos como esta deliciosa gema: «La bala que una madrugada de octubre de 1952 sesgó la vida de un puntero maoísta en el barrio de Banfield era una carga de vejez que atravesó su piel haciendo que todo el tiempo del universo se le pusiera adentro». No alcanza aquí, sin embargo, las alturas, casi estratosféricas, a las que vuela el autor en Help a él.

Luís Pousa

Entrevista con Fogwill en PÚBLICO

Peio H. Riaño firmaba hace unos días esta "potente" entrevista en las páginas de Público. Con el siguiente antetítulo: "Fogwill acaba de publicar Help a él (Periférica), en el que se incluyen dos textos, que ni son relatos, ni son novelas, ni son cuentos, pero son tan intensos y bravos como cualquiera de ellos". Y con este titular y destacados: "La fealdad es mi materia prima", "Me cago infinitamente en la cultura elevada. La desprecio tanto como a la populista", "Prefiero textos turbios que transparenten la verdad. No creo haberlos alcanzado". Pasen y lean, que no tiene desperdicio.

Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941), dejó toda la fama como directivo de empresas de publicidad y de marketing, para darse a la vida de escritor. El mundo le conoció en 1992 con el cuento Muchacha Punk, pero ya había hecho historia diez años antes con la novela Los Pychyciegos.

¿Por qué decidió que estos dos textos apareciesen juntos en el mismo volumen, rechazando aquel tercero que aparecía en el título original Pájaros en la cabeza (1985)?
La omisión del tercero responde al formato editorial: demasiado grande para contener sólo un relato y demasiado pequeño como para agregar otro. Los dos textos publicados tienen en común la época de su escritura, el paisaje de fondo –la Argentina en vísperas de la transición a la democracia– la extensión parecida, los rasgos de estilo y –particularmente y con toda modestia– lo que yo y la crítica imaginamos: que son novelas jibarizadas o abortadas por razones dietéticas.
Y prefirió no engordarlos.
Son textos que cualquier profesional podría engordar hasta cumplir los requisitos de un concurso de novela. Pero yo no soy un escritor profesional, sino un profesional escritor: escribo novelas sólo cuando el género me parece indispensable para la idea que persigo. Con estos textos, y con otros tres o cuatro del mismo género pretendía narrar sólo lo esencial.
¿Podemos considerarlos como los antecedentes de su obra, con todos los síntomas de la literatura Fogwill?
Todos los síntomas Fogwill ya estaban en mis primeros relatos, los de los años 1977 a 1979. Desde entonces, no he progresado ni un milímetro.
En esa cierta entrega al feísmo, ¿qué es la belleza para usted?
La fealdad es mi materia prima. Jamás imaginé que narrar de verdad la verdad fuese feísmo.
Algo general, pero que me interesa saber: ¿somos algo más que deseo?
Tendrías que preguntárselo a tu analista, que sin duda, por interés gremial, te respondería que no, que (vosotros) sois sólo eso. Si me lo preguntas a mí sabrás que te diré que sí: somos mucho más que deseo. Somos un poder y un saber natural que se valen del deseo para realizarse y pensarse respectivamente.
Entonces, ¿qué diablos es el deseo?
El deseo es una cuerda en la que siempre nos hemos movido y que, repentinamente, parece ser la única que vibra y se oye en un tiempo donde el saber se desacreditó y el poder perdió su carácter humano (o divino, que en definitiva, es algo humano por cuanto el temperamento de los dioses es una obra humana) y comenzó a operar desde un mas allá de lo humano.
Publicidad, marketing y literatura, son el rastro de su carrera (en muy resumidas cuentas). ¿Es un cóctel peligroso, un cóctel delicioso?
No sé: esa combinación es el único trago largo que experimenté en la vida.
Dice que empezó en la droga para anestesiarse, pero ¿de qué?
De dolor de ser sabiendo que ya no se es el hijo de Dios que uno esperaba.
Qué prefiere: ¿textos lúcidos como la droga o turbios como la realidad?
Prefiero textos turbios que transparenten la verdad. No creo haberlos alcanzado. No creo que la droga sea algo lúcido ni que provoque lucidez. Si ser lúcido es saber lo que se hace, la droga, en mi experiencia, es todo lo contrario.
Help a él no es una novela cultural elevada. Se fuma, se folla, se droga y se corre mucho en coches rápidos. Creo que son elementos que le hicieron tomar ventaja y que nadie se había atrevido a tocar de un modo tan descarnado. ¿Tiene alguna explicación para esa atracción?
Me cago infinitamente en la cultura elevada. La desprecio tanto como a la cultura populista. El ideal sería producir cultura popular, pero ya nos está cerrado ese camino. La cultura popular es la mercancía dominante de la industria cultural.
No son relatos, tampoco cuentos, ni novelas, ¿cómo podemos llamarlos? Y, sobre todo, ¿qué tienen de cada uno de estos géneros?
Como relatan, son relatos. Pero que del mundo, narran sólo lo que es importante para el arte de narrar. Son novelas libres de marquesas que salen a las cinco y de hombres que cavilan encendiendo un cigarrillo. Si fuman, fuman de verdad en el texto.
Y lo político y la amenaza, siempre ahí. En nombre de la prosperidad y el progreso, nos han machacado a todos.
La amenaza no está siempre ahí, sino siempre aquí. Lo político en la narrativa es ponerla en acción y medir hasta donde es capaz de llegar.
En ambos relatos veo personajes sin compromisos, con un hastío total hacia lo familiar… ¿Estoy equivocado?
Estoy seguro de que estás equivocado. En principio por el hecho mismo de ver a partir de lo que has leído. No has visto: has construido imágenes por efecto de artefactos narrativos montados hace… ¡veinticinco años!
Entonces, ¿qué me sucede?
Te sucede lo mismo que a mis personajes: ellos se mueven, hablan y se comportan así y, si quieres, desean así porque ignoran que son meros objetos de un mandato familiar. Efectivamente, la droga ayuda a eso, a ignorar lo que más duele: que en las realizaciones extremas de la más exacerbada voluntad se está cumpliendo un llamado de la especie.

LA NIEVE en EL PAÍS

Ayer sábado, Babelia, suplemento de El País, publicaba esta documentada reseña de La nieve. La firmaba Luis Matías López.


Periférica, una editorial joven y especializada en recuperaciones, rescata La nieve, de Johanna Schopenhauer, y, para ello, ha recurrido como traductor a Luis Fernando Moreno Claros, autor de Schopenhauer. Vida del filósofo pesimista (Algaba, 2005). Johanna (1766-1838) era madre del filósofo, Arthur, y la opinión que de él tenía se ilustra perfectamente con el hecho de que le expulsó de su casa porque era incapaz de aguantar un minuto más su intransigencia. En 1807, llegó a escribirle: “Eres pesado e insoportable y considero harto penoso convivir contigo (…) Eres incapaz de dominar la manía de querer saberlo todo mejor que nadie, de encontrar faltas en todas partes menos en ti mismo (…) Con eso exasperas a las personas que te rodean, pues nadie quiere dejarse aleccionar e ilustrar de modo tan violento, y menos por un ser tan insignificante como el que tú eres todavía”. A eso se llama amor de madre, aunque el hijo fuera de armas tomar, por muy genio que fuera.
Es tan interesante el prólogo de Moreno Claros (consumado además con un posfacio), en el que cuenta ésta y otras peripecias, que, por comparación, podría temerse que La nieve quedara un tanto devaluada, lo que resultaría injusto, ya que este relato largo que no llega a novela tiene todos los ingredientes para dar un buen rato de sano disfrute a quien se acerque a ella sin demasiadas expectativas. Se trata de un drama exquisito y romántico, un poco gótico y folletinesco, delicadamente escrito y bien trenzado, en el que se abren misterios que al final se resuelven y encajan a la perfección y que deja un regusto muy de su época. Y con alguna similitud, entre otras cosas por el escenario alpino de la tragedia central, con la ópera La Wally, de Alfredo Catalani.
La nieve refleja también aspectos interesantes de su autora y su época, ya que se centra en el relato de un invitado habitual a un salón a la moda como el que durante muchos años, mantuvo Johanna en Weimar, con su amigo Goethe como foco de atracción. Y no debía haber demasiada diferencia entre el salón real y el de ficción, ya que era una anfitriona encantadora y hospitalaria, y que la protagonista de la novela, Cölestine, no es sino un trasunto suyo. Refleja además la fascinación que recorrió a los ambientes ilustrados europeos en los siglos XVIII y XIX por una Italia deslumbrante por su paisaje y su cultura, el descubrimiento turístico de una Suiza cuyas cumbres escondían para los románticos una amenaza mortal y el gusto por las pasiones incendiarias pero no consumadas. Añádase a todo ello que Johanna, convertida en escritora profesional por reveses de la fortuna, fue abanderada en utilizar su nombre real, sin escudarse en seudónimos masculinos.
En suma, que tal vez Schopenhauer reuniese más méritos que su madre para pasar a la historia del pensamiento humano, pero que se explica que no se le echara de menos en las veladas de Johanna.

Luis Matías López

UN CLAVO EN EL CORAZÓN en LA VOZ DE GALICIA

Con retraso nos llega una interesante reseña de Un clavo en el corazón, de Paulo José Miranda, publicada hace meses en La Voz de Galicia y firmada por Héctor J. Porto, con este revelador y didáctico destacado: "Cesário Verde (1855-1886) fue el Baudelaire portugués, introdujo lo cotidiano en la poesía y asestó el primer golpe mortal al romanticismo".

Aunque construido como literatura epistolar —el libro es una prolija carta al poeta Cesário Verde escrita por su buen amigo Tiago da Silva Pereira—, Un clavo en el corazón debe leerse como una novela, filosófica, eso sí, pues la acción es nula. La misiva pretende mover al vate, darle ánimos para que prosiga su alta encomienda y no abandone su talento creativo por el vacuo amor, aunque esto le cueste vivir en la soledad y la incomprensión. Y es que Verde se ha quedado prendado de Luísa, la un tanto frívola hermana de su viejo camarada, quien —frente a la ceguera general de la crítica— sí ha percibido el genio revolucionario de su poesía y lo que ésta supondrá en el devenir de la lírica portuguesa. Es verdad que Verde sentará las bases —con Antero de Quental o Teixeira de Pascoães— para lograr arrumbar el romanticismo y que la poesía moderna lusa alumbre sin pestañear a un dios como Fernando Pessoa, quien por cierto figura entre los primeros admiradores confesos de la obra de Verde.

Articulada en especial alrededor del poema que ha fascinado a Tiago da Silva Sentimiento de un occidental —una pieza de 176 versos alejandrinos, con 44 estrofas, ordenada en 4 cantos, y quizá la mejor composición de Verde—, Paulo José Miranda (Aldeia de Paio Pires, 1965) concibe la carta como una erudita y comprometida reflexión estética, y que va más allá del asunto-eje de la creación para acabar hablando sobre los dos grandes temas del arte: el amor y la muerte.

Audaz apuesta —como casi todas las suyas— del pequeño sello cacereño Periférica, del que bien se podría esperar la publicación de otras dos obras del joven autor portugués, quizá uno de los más prometedores de su generación. Y es que Paulo José Miranda ha construido una especie de trilogía, de gran fresco, sobre la creación artística en el Portugal del XIX que inaugura en 1997 precisamente Um prego no coração, y que completan Natureza morta (1999), que aborda la figura del pianista y compositor João Domingos Bomtempo, y Vício (2001), hipotético diario de los últimos meses del poeta Antero de Quental. En fin, una lectura sugerente —verdadera puerta abierta, introducción, al conocimiento de la obra de Verde (aquí editada en Hiperión)— pero que exige buenas dosis de complicidad y sosiego. Absténganse forofos de la evasión rápida y del lema «No quiero libros que me obliguen a pensar, ya me basta con lo que tengo en casa».

Héctor J. Porto


HILO DE COMETA en EL PAÍS

La semana pasada, el crítico J. Ernesto Ayala-Dip reseñaba en Babelia, suplemento de El País, Hilo de cometa:
El nuevo libro del venezolano Israel Centeno, Hilo de cometa, reúne dos nouvelles: Hilo de cometa y Retrato de George Dyer. De este autor el lector pudo leer Iniciaciones, una impecable novela breve que transitaba por la literatura de formación.
En la primera novela corta, Centeno retoma la tradición iniciática, sólo que esta vez el radio de acción de su héroe se limita a su entorno más inmediato. Las primeras experiencias sexuales, algunos mitos cinematográficos (James Dean), iconos de la juventud y la ilusión de libertad (las motos) son los elementos con los que va estructurando la conciencia de su protagonista en busca de las causas de una rebeldía generacional. Texto introspectivo con una línea de sombra pendiendo sobre el itinerario de su protagonista ebrio de lucidez e impotencia. La línea de sombra de un régimen autoritario.

La segunda nouvelle se arma sobre un esquema sentimental de naturaleza cosmopolita. Un joven que en los ochenta va tras los pasos de su enamorada. Un sometimiento de fervor amoroso que recuerda el cosmopolitismo doliente del Lawrence Durrell de El cuarteto de Alejandría. Sin embargo, Retrato de George Dyer se resiente de su voluntad demagógica. Empaña el texto un discurso antieuropeo con pocos argumentos, como si las víctimas de las dos guerras mundiales no hubieran sido los propios europeos.

19 diciembre 2007

HELP A ÉL entre las "Propuestas navideñas" de DIARIO DE MALLORCA

Nadal Suau publicaba recientemente en Bellver, de Diario de Mallorca, sus "propuestas" para estas navidades. Entre ellas, Help a él. Éstas eran las palabras de Suau:

Algún día deberemos dedicar la debida atención a Periférica, una de esas editoriales modestas que han llenado los anaqueles del país de buenos libros. Periférica es de las que más arriesga, apostando a veces por escritores vivos (y coleantes) del circuito latinoamericano. Lo último: Help a él, del argentino Fogwill. El título es un juego con "El Aleph", de Borges. El contenido, como un polvo metafísico. Claro, un argentino, claro. Excelente.

HELP A ÉL y NAVIDAD Y MATANZA entre los "Mejores libros del año", según PÚBLICO

Ayer martes, Público presentaba los "mejores libros" de 2007. Entre las "mejores novelas", Help a él, de Fogwill; entre los "mejores inclasificables", Navidad y Matanza, de Carlos Labbé.
Estamos felices con ese reconocimiento porque lo es también para nuestra "línea" más arriesgada: la que apuesta por la literatura latinoamericana actual más singular, más a contracorriente. Además, de "reconocer" a dos generaciones distintas, representadas por un "clásico vivo" como Fogwill y un joven muy prometedor (perdón por el tópico): Labbé, del que en un futuro cercano publicaremos una novela en la que trabaja actualmente: Locuela.

Periférica en EL NORTE DE CASTILLA y EL DÍA DE VALLADOLID


En el blog de nuestros colegas editores de Impedimenta tenéis información sobre nuestro último minitour, tras Zaragoza, Palma de Mallorca, Madrid... (siempre con la compañía de Libros del Asteoride) para presentar las tres editoriales a los medios vallisoletanos, debatir sobre el momento actual de la edición y adelantar las últimas novedades de cada sello.

Dos enlaces para dos artículos distintos: en El Norte de Castilla y El día de Valladolid.
http://elblogdeimpedimenta.blogspot.com/2007/12/impedimenta-de-gira-con-perifrica-y.html
http://elblogdeimpedimenta.blogspot.com/2007/12/otra-lectura-sobre-la-gira-de-las-tres.html

Ilustramos esta noticia con la segunda página del "especial" LIBROS DE 2007 que Público ofrecía ayer a sus lectores, a petición de algunos de los nuestros.

HELP A ÉL entre los "Libros del año", según EL MERCURIO de Chile

Los críticos del diario chileno El Mercurio recomiendan once títulos publicados durante 2007. Entre ellos, nuestro Help a él, que comenta el ex crítico de El País Ignacio Echevarría, ahora colaborador de El Mercurio, con estas palabras:

El rescate de este viejo y célebre título de Fogwill tiene, para cualquier lector, el impacto de una novedad. Sexo, drogas, coprofagia, gnosis y romanticismo: Help a él propone una reescritura psicotrópica de "El Aleph", el ya clásico cuento de Borges, que sirve de base a un cóctel afrodisíaco que mezcla ecos de Nabokov, de Burroughs, de Bataille, pero cuyo sabor final es inconfundiblemente Fogwill: fuerte, seco, ácido, narcótico, excitante, adictivo. A modo de guinda, esta edición agrega una pieza extraída también de Pájaros en la cabeza (1985): "Sobre el arte de la novela": un texto admirable que constituye todo un programa narrativo y se cuenta entre las piezas maestras de este escritor perteneciente a la facción más conflictiva, más intemperante (y más a la intemperie, también) del canon de la narrativa latinoamericana contemporánea.

06 diciembre 2007

HELP A ÉL en EL MUNDO

La edición para Cataluña de El Mundo traía hace algunos días esta nota de Matías Néspolo sobre Fogwill y nuestro Help a él, titulada "El sello Periférica anticipa el desembarco de Fogwill en España":

"Controvertido e inclasificable, el argentino Rodolfo Enrique Fogwill encabeza la primera línea de los narradores del Plata, junto a César Aira, Ricardo Piglia y el desaparecido Juan José Saer. Su voz narrativa es sintomática de una década atroz, los 90, pero, así y todo, imprescindible. Y su desembarco en España, tras el descubrimiento de Piglia y los fuegos fatuos de Aira, que cosecha adeptos día a día, es sólo una cuestión de tiempo. La casa extremeña Periférica se anticipa con la publicación de Help a él, una intensa novela corta de 1982 trufada de drogas, sexo y metaliteratura en clave de necrofilia. Fogwill mira en su espejo distorsionado El Aleph, de Borges, y ya perfila la aclamada Los pichiciegos (1983)."

Enlace: http://www.elmundo.es/papel/2007/11/16/catalunya/2262174.html

HELP A ÉL en AVUI

Ada Castells firmaba recientemente en el periódico en catalán Avui este "Fogwill i la realitat com un fantasma":

Amb un atac reduccionista voluntari podríem dir que l'argentí Rodolfo Enrique Fogwill es dedica a la literatura gràcies a Videla i a la Coca-cola. El primer, durant la dictadura, li va tancar les empresas de publicitat i márqueting que li permetien viure; la segona, sense saber-ho, li va fer guanyar un premi de narrativa prou dotat per continuar vivint. Ara Fogwill ja té més d'una vintena de llibres i diu que el seu ofici és ser escriptor.

Exerceix l'ofici fent llibres, naturalment; llegint i opinant sobre els seus contemporanis, fet que no sempre li amplia el seu cercle d'amistats, i també tenint una relació amb la realitat molt estrambòtica. Los Pichiciegos, publicada a Mondadori, dins Cantos de marineros en La Pampa, narra els avatars dels desertors de la Guerra de les Malvines que s'amagaven en túnels com uns talps. És un llibre on fa molt de fred. Qualsevol que ho llegeixi diria que Fogwill va patir la guerra des de la trinxera. No, la va veure per la tele, com tothom. Pel que fa al fred sap què és perquè ha navegat molts cops per l'Atlàntic. Així ho explica: "Tinc amb la realitat la relació d'una vídua amb el seu marit difund. Sé que ja no hi és, però em persegueix com un fantasma. La literatura només es deu a ella mateixa".

Como era de preveure, amb una declaració com aquesta, Fogwill també s'ha dedicat a la metaliteratura i a Help a él, que acaba de treure Periférica, presenta una recreació, en clau sexual i cocaïnòmana, d'El Aleph de Borges. En el mateix volum hi ha una mena de confessió, de poètica, Sobre el arte de la novela. És quan l'historió dalinià, per fi, es desemmascara.

LA NIEVE en DIARIO DE CÁDIZ, DIARIO DE CÓRDOBA y DIARIO DE MALLORCA

El Diario de Cádiz publica hoy esta reseña de La nieve, firmada por Tamara García: "La editorial Periférica recupera la obra de una de las mujeres más emblemáticas de la Alemania de principios del XIX con la edición inédita en castellano de La nieve. La escritora Johanna Schopenhauer, madre del filósofo, amiga de Goethe (cuya influencia es notable en su obra) y anfitriona del famoso salón de Weimar, impregna las páginas de su novela del ambiente romántico, suntuoso y hasta frívolo de aquel lugar que se convirtió en punto de encuentro de intelectuales. En La nieve, el salón de la condesa Cölestine será el escenario donde el pintor Hubert recuerde la terrible y pasional historia de un amigo con una misteriosa joven. Un relato lleno de fantasmas del pasado que llevará a los presentes, desde el cálido salón, a las heladas de Los Alpes, y que encontrará su resolución en el hogar de Cölestine".
El suplemento Cuadernos del Sur de Diario de Córdoba le dedicaba el 5 de octubre pasado esta nota: "Un salón burgués en la Alemania de principios del XIX: el de la condesa Cölestine. Ante los allí reunidos, un auditorio ávido de historias románticas y terribles al mismo tiempo, un pintor ya anciano, a quien todos llaman el maestro Hubert, comienza a narrar su vida y la de su mejor amigo".
El suplemento Bellver del Diario de Mallorca estas otras el 15 de noviembre: "La selecta editorial de Cáceres Periférica nos da a conocer esta curiosa joya: una narración decimonónica concebida por Johanna Schopenhauer, madre del filósofo del mismo apellido, pero persona notable por ella misma, una de las primeras escritoras que no se ocultó tras un seudónimo masculino. Con traducción, introducción y posfacio de Luis Fernando Moreno Claros, en su primera versión en castellano".

MI ABUELO en QUIMERA

Javier Alonso Prieto firma esta reseña de Mi abuelo, de Valérie Mréjen (titulada "La memoria revelada"), en el último número de Quimera:

El auge de la moda retro desvela una obsesiva vuelta a la infancia y a la adolescencia. Un falseamiento constante, el acomodamiento de la memoria, que hace de los adultos eternos adolescentes, en cámaras acolchadas con sus pantallas de videojuegos, sus series favoritas, los dibujos animados de su época. Hipnotizados por la música que acompaña esas imágenes que pasan una y otra vez por su cerebro. La recuperación del tiempo perdido hace ya mucho que olvidó el anclaje proustiano, y parece una congoja caprichosa que tan rápido como llega se va, porque gracias a la tecnología nuestro pasado está en la red. Sin embargo, el de Valérie Mréjen (París, 1969) está en papel. Fragmentos de distinto tamaño que evocan vívidas imágenes: detrás de algunos podemos sentirnos como si estuviéramos frente a una bombilla y sujetáramos entre nuestros dedos un negativo polvoriento.
En su debut literario, Mi abuelo, que se publicó en francés en 1999, nos deja un fresco familiar a través del filtro de la memoria, una distancia que le otorga un matiz irónico a cada impresión: "Mi padre alababa siempre la belleza de su madre; sin embargo, en la foto se veía a una señora gorda con un pañuelo en la cabeza". Es un ejercio de estilo, que actualiza el Je me souviens (1978) de Georges Perec, que carece de un hilo argumental consistente y hace que esta obra se mueva por los márgenes del género. Su autora gusta de eso, creativamente alterna entre la escritura y el vídeo. Combinó exitosamente ambos palos en el ensayo/documental Pork and Milk, que el año pasado estuvo en boca de muchos. Tiene su feudo en la escena más contemporánea de la cultura y la revista Inrockuptibles sigue su obra de cerca.
Mi abuelo parece, al principio, la glosa de un cretino, al que la nieta quiere exponer a escarnio público. Sin embargo, conforme avanzan las páginas vemos que es sólo un personaje, al que se sumarán la abuela, el padre, la madre... retazos de los choques culturales y generacionales que orbitan en torno a la narradora. "Mi abuelo", "mi padre", "mi madre"... son las entradillas del recuerdo, testimonial (en el que hay que incluir las imágenes que ella ven Súper 8) u oral que Valérie muta negro sobre blanco. Episodios cargados de nostalgia en los que la propia narradora también se descubrre: "Un día, me sorprendí llorando en la sección de productos lácteos de Franprix cuando sonaba La mamma como música de fondo".
El libro es un anti-tabú en el que la familia protagonista aparece al desnudo, pero no lo hace sola, pues en estas escasas 90 páginas es Francia quien aparece retratada. Nos encontramos con muestras de algunas de las singularidades del fenotipo francés. Desde nuestra reciente postmodernidad leeremos boquiabiertos los múltiples divorcios de los abuelos, la ristra de suicidios, que unas veces son frustrados y otras terminan con éxito, a su abuelo reclamarse miembro de la Resistencia mientras su madre sospecha algo innombrable y le cuenta que guarda vinilos con discursos de Hitler. A todo ello hay que sumar un padre pied noir judío que está descolocado ante una familia tan francesa e impone a sus hijos el silencio como norma familiar frente a ciertas actitudes: "En su familia había muchos temas tabú. Los niños no hablaban en la mesa". Valérie se salta la prohibición y se desahoga con estas ráfagas narrativas en las que vemos crudamente los problemas y tabúes de su sociedad: desde el colaboracionismo hasta el racismo poscolonial, desde el divorcio al suicidio.
La memoria familiar de Valérie Mréjen, autora y narradora, reclama a la memoria colectiva de su país que haga repaso. Lo hace desde la ironía, de manera espontánea, pero también lo hace certeramente. Y he aquí el valor de esta pequeña obra narrativa sin ambición: enfrentarse al reflejo que tiene en el espejo. Esta autocrítica subrepticia, de la que todos deberíamos tomar ejemplo, merece que le dediquemos tiempo a esta opera prima de una autora ya confirmada en su país.

ENTREVISTA CON SERGIO GALARZA en ABC

Además de la reseña de Jesús Lillo en ABCD LAS LETRAS Y LAS ARTES, Alfredo Valenzuela entrevistó a Sergio Galarza para el ABC de Sevilla. Con ese titular tan "galarza": "El fútbol está por encima de todo".

Sergio Galarza (Lima, 1976) se gana la vida en España paseando perros, es coautor de Los Rollings Stones en Perú (Periférica), y está arrepentido de haber abofeteado a un crítico.

-¿Le ha mordido un perro alguna vez?
-Hasta ahora no me mordió ninguno de los que paseo. Sólo he tenido un accidente, un brazo se me quedó atrapado en una valla metálica porque el perro tiró de la correa y yo andaba despistado. El único perro que me mordió fue el primero que hubo en mi casa, yo era pequeño y como el perro vivió dieciocho años, le agarré miedo a los perros en todo ese tiempo hasta que me compré el mío.


-¿Le gustaron las historias de «Amores perros»?
-Sí, sobre todo aquella en la cual el perro tiene mayor presencia, salvaje y tierna, como son los animales y la gente.

-¿Es verdad que son los mejores amigos del hombre?
-A veces es el único de verdad.

-¿Se lo pregunto por ese trabajo suyo tan particular de pasear perros?
-Hay días en los que todo era una incertidumbre y los perros estaban ahí para animarme. Cualquier tontería suya me hacía reír, además siempre me escuchaban con atención.

-¿Es ése un buen empleo para un escritor?
-Para mí ha sido el mejor. He estado en lugares que mis amigos nunca han pisado, conozco gente que me cuenta la historia de sus barrios, discuto de política con los ancianos, tengo fichada ya a una banda de niños ladrones, huelo dónde está el peligro, soy un espectador privilegiado del gran cambio demográfico. Y cuando la gente me ve con un perro piensa que soy un plano callejero. Si fuera un escritor de biblioteca lo pasaría fatal porque a mí siempre me ha gustado la calle.

-¿Qué otros empleos ha tenido?
-Pocos, limpiador de piscinas y dependiente del Deli en un supermercado en Ketchum, Idaho, el pueblo donde está enterrado Hemingway, dato que nadie de allí sabía. Enseñé en una universidad, fui redactor de noticias en un canal de televisión y editaba la sección cultural en una revista.

-En cualquier caso, prefiere a los perros antes que a los críticos, ¿verdad?
-Los críticos de verdad no son pitbulls ni perros falderos.

-Se lo preguntaba porque es de los pocos escritores que han abofeteado un crítico en público, una costumbre que, al menos en España, se perdió en el primer tercio del siglo pasado, salvo por un par de excepciones.
-Había que poner las cosas en su sitio, pero no volvería a hacerlo.

-Como licenciado en Derecho, sabrá que aquello no estuvo bien.
-Me sirvió para darme cuenta de que había olvidado todo lo aprendido en siete años de estudios. Tuve que llamar a un amigo abogado para que me explicara cuál era el grado de mi falta, si correspondía al fuero civil o penal.

-Aquel arrebato suyo no le habrá traído nada bueno.
-Me trajo un buen susto e insultos anónimos.

-¿Alguno de los Stones se ha interesado por su libro?
-No que yo sepa.

-En su libro habla de la coincidencia de Mick Jagger con Miguel Bosé. ¿Cree que hicieron amistad?
-Quién sabe, los dos tienen buen movimiento de caderas.

-También cuenta cómo mientras enterraban a Brian Jones, Keith Richards disfrutaba con la que había sido la novia de su compañero recién fallecido.
-Está claro que la amistad entre los Stones estaba en último plano. ¿Cuántas bandas son grupos de amigos en realidad?

-Ignoraba que la selva peruana era tan cosmopolita como para haber celebrado concursos de dobles de Mick Jagger.
-El concurso lo realizó una radioemisora de Lima, me parece, y el premio fue aquel disco con el que posa el ganador, quien una vez se apareció en la oficina de Cucho (Cucho Peñaloza, coautor de Los Rolling Stones en Perú) para decirle que estaba vivo y que le agradecía ese instante de fama entre sus amigos.

-Un amigo mío peruano dice que en su país todo es susceptible de empeorar aún más. ¿Lo comparte?
-El Perú es un país que siempre está yéndose a la mierda, pero nunca termina de irse por completo. Esa capacidad de resistencia es increíble, y si tuviéramos la misma capacidad para rebelarnos contra las injusticias, es decir, si hubiera conciencia social, los políticos no manipularían al pueblo así de fácil. El gran problema es la falta de una buena educación, por eso ningún presidente invierte en la educación. Que construyan colegios y regalen computadoras son actos populistas, inútiles para los escolares que llegan a clase sin desayunar mientras los profesores no saben ni sumar, los mismos que se opusieron a que se instale la meritocracia en su sector. Hay excepciones entre los profesores, pero sólo excepciones.

-¿Por qué se vino de Perú?
-Siempre he querido viajar y ya era tiempo de conocer Europa, además buscaba un lugar para continuar mi carrera literaria.

-¿Cree que los sesenta fue mejor época que ésta?
-Así parece. Me gustaría saber cuál era la peor música que se escuchaba en esa época.

-¿Está seguro de que el infierno es un buen lugar?
-Si sales de allí, esa experiencia nadie te la quita.

-¿Los teólogos diagnosticaron la inexistencia del infierno porque no escucharon «Simpatía por el diablo»?
-Yo sólo sabía que Benedicto había eliminado el limbo. Blanco o negro, el mundo es así ahora, radical.

-Aunque sea escritor, ¿para usted hay cosas más importantes que la literatura?
-Sí, el fútbol está por encima de todo para mí. Cuando entro en una cancha, ya no soy yo sino el jugador que siempre quise ser, empiezo a alentar a mis compañeros, a gritar como el más ultra, me desconozco. Si pierdo, me cuesta más levantarme el lunes. Si gano el partido, pienso en cada jugada en la que intervine. Admito que la última temporada me costó más levantarme los lunes. Será porque mi equipo, el Celta de Pinos, siempre juega con diez jugadores, será porque yo soy del Atlético de Madrid, será porque soy peruano. Pero eso sí, siempre me levanto esperando esa nueva oportunidad el fin de semana.




Enlace: http://www.abc.es/hemeroteca/historico-25-11-2007/sevilla/Home/el-futbol-esta-por-encima-de-todo-sergio-galarza_escritor_1641418756433.html

LOS ROLLING STONES EN ABC

Durante el mes de noviembre Los Rolling Stones en Perú siguió "recogiendo" notas, comentarios, reseñas... Ésta de Jesús Lillo, a toda página en el suplemento cultural de ABC (aparecida el sábado 3), es tan interesante como significativa:

La fotografía de un joven indígena, ganador de un concurso de dobles de Mick Jagger, y cuya identidad se revela en las última páginas de Los Rolling Stones en Perú (Periférica), se asoma desafiante a la ventana de un álbum de recuerdos y oídas sobre la escandalosa estancia de los líderes de la banda británica en un país que hace cuarenta años también fue escenario secundario de la construcción del mito explotado hasta nuestros días por los autores de Street Fighting Man, aquí «Peleador callejero», en traducción simultánea.
Mentiras, autoengaños, habladurías, rumores, exageraciones, ecos distorsionados, leyendas urbanas, confesiones de figurantes y desahogos fanáticos componen la colección de huellas extramusicales recogidas por Sergio Galarza y Cucho Peñaloza para trazar el recorrido de Jagger y Richards no sólo por el Perú de los años sesenta, sino, lo que es más importante, el que va del mundo del pop al universo virtual de las estrellas de consumo. Un camino que los Stones contribuyeron a abrir, asfaltar y señalizar para que en adelante y hasta la actualidad cualquier músico, crecido, dejase de serlo.


«El resto de las preguntas sólo tuvieron como tema la música», reconocen los autores del libro, notablemente decepcionados, al reconstruir una de las entrevistas que Jagger concedió a la prensa peruana durante el desastroso rodaje de Fitzcarraldo, muy a comienzos de los años ochenta. No es la obra de los Rolling Stones la que los sostiene, sino unas andanzas deformadas, vida social y asocial, por el cristal de las lentes del telescopio utilizado para observar a las estrellas del rock, un gremio que, muy por encima de de los actores de Hollywood o, más reciente, el de las grandes figuras del deporte televisado, supo rentabilizar los circuitos del qué dirán a partir de los hallazgos mediáticos de una banda pionera en la desnaturalización de su primera función.

«Sospechar es una blasfemia infernal si se trata de Jagger. Créanlo todo sobre él (...). No es que sea un ídolo dañino, está en nuestra naturaleza escandalizarnos, ya sea por mojigatería o por envidia. Si dejásemos de hacerlo, el desempleo en el mundo del espectáculo sería alarmante», dicen los autores para lavarse las manos ante el incesante fuego cruzado de recuerdos -«Yo creo que Mick vivía "stone"», «Parecía eternamente resaqueado»- que dibujan en su libro la extraña figura de un cantante que no canta y cuyas principales actividades son -para regocijo de una audiencia que tampoco está dispuesta a escuchar canciones, público y a la vez guionista de una función desvirtuada- las relacionadas con el sexo y la droga. Sin amplificadores, sin micrófonos, sin gente delante.

Historia e historietas
Además de un espléndido libro de historia e historietas, Los Rolling Stones en Perú sirve para ilustrar la receta de la pescadilla que se muerde la cola. Son los propios miembros del grupo inglés quienes se exponen con su conducta licenciosa al juicio sumarísimo de una sociedad distraída con sus aventuras y que incluso en los confines de la selva peruana parece olvidarse del pegadizo estribillo de sus composiciones para escuchar y repetir -tarareando una letra tergiversada y amorfa- los titulares de una leyenda en construcción e interminable. Sin embargo, y como no hay espectáculo sin público, cabe reflexionar sobre el mecanismo de un mercado -entonces emergente, hoy ya planificado y más difícil de conquistar- en el que los Rolling Stones pasaron a satisfacer con números cada vez mejor ensayados la demanda popular de alborotos morales.

Galarza y Peñaloza pasan por alto la producción musical de los Rolling Stones para ocuparse del eco de su tumultuoso paso por Perú, moldeable a voluntad de unos testigos -algunos bastante grotescos-, cuyos recuerdos borrosos no hacen sino documentar la elasticidad de los mitos gestados en el mundo del rock. A los autores de Los Rolling Stones en Perú no les estorba la dudosa veracidad de las declaraciones reunidas en su libro, sino que aprovechan la sombra de todas esas imprecisiones para ambientar un relato que de forma premeditada no es un retrato de sus protagonistas, sino el magistral paisaje de la sociedad que consumió su leyenda.