editorial periférica

19 diciembre 2006

Entrevista con Israel Centeno en EL NACIONAL

Ayer lunes, el principal diario venezolano, El Nacional, entrevistaba a página completa a Israel Centeno con motivo de la publicación de Iniciaciones en España. El titular era éste: "El que no arriesga no escribe, la literatura es una apuesta alta". Y la entrevista la firmaba Albinson Linares:

Considerado por la crítica como uno de los exponentes más puros de la ficción urbana venezolana, largo ha sido el camino recorrido por este autor. Calletania (1992), Hilo de cometa y otras iniciaciones (1996), El complot (2002) y Bengala (2005) son algunas de las obras producto de su ingenio narrativo. Una casual reedición, hecha por Periférica, lo ha convertido en una de las novedades literarias en España.

"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor", oía el niño con una atención reconcentrada, mientras observaba el paisaje por el que se abría paso la camioneta, dando tumbos.
En vez de oír la radio, el abuelo se grababa a sí mismo recitando su obra favorita, el Quijote, y ponía el cassette de camino al trabajo. Frecuentemente, compartía el viaje con su pequeño nieto, quien nunca se aburría de escuchar a Cervantes: "Muchas veces lo acompañaba a trabajar. Él era perito evaluador y tenía una obsesión con Cervantes, lo recitaba, era un verdadero fanático. Eso, en vez de provocar mi rechazo, hizo que me interesara en todo esto de la literatura", explica ese niño que, varias décadas más tarde, ha devenido en ser el escritor Israel Centeno.
Muchos autores son deudores de infancias prodigiosas donde han escuchado y aprendido de los adultos. Un caso peculiar es el de Gabriel García Márquez, quien solía decir que no le había ocurrido nada interesante desde la muerte de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, cuando él tenía 9 años.
Algunos de estos rasgos comparte Centeno, quien todavía siente la influencia cálida de la poderosa oralidad de su abuela: "Aún es muy mágica, porque es una narradora excelente, no usa conectores. Su prosa fluye a medida que narra las historias que su papá le contó, porque ella es de origen árabe. En mi familia hay una mezcolanza extraña, como en la de todos los venezolanos. Su discurso tanto escrito como oral es impecable".
Editor independiente (Memorias de Altagracia), profesor de talleres de creación literaria, poeta (Premio Federico García Lorca de la embajada española) y narrador (Premio Conac de Narrativa y la Bienal de Guayana), son algunos de los oficios ejercidos por este intelectual, negado a ser encasillado como un narrador urbano.
Fruto de su talento para trasvasar el caos venezolano y convertirlo en ficciones literarias, donde la crudeza y el lirismo van de la mano, son obras como Calletania (1992), Hilo de cometa y otras iniciaciones (1996), Exilio en Bowery (1998), El complot (2002) y Bengala (2005).
Centeno, apellido de su padre originario de la provincia española de Extremadura, parece una velada premonición. Una década después de la poco exitosa edición del volumen doble Hilo de cometa y otras iniciaciones, hecha por Planeta Venezuela, ha ocurrido una sorpresa: Periférica, pequeña casa editora de la ciudad de Cáceres, en la misma Extremadura, ha editado Iniciaciones, con una notable aceptación del público y la crítica.

Más vale tarde...

-¿Qué siente ante la favorable reacción del público y la crítica española?
Es una gran compensación, Iniciaciones ya tiene 10 años y, justo, una década después pasa esto. Se me acerca esta editorial Periferica, no sé por qué razón, ni quiero preguntarlo y se interesaron por mis trabajos. Sobre todo por mis novelas cortas. Al principio pensé que era una broma porque todo fue a través de correo electrónico. Periférica, aparte de rescatar autores clásicos que quedaron de cierta manera al margen, también están tomando en cuenta a autores contemporáneos de Europa y América Latina, que por alguna razón no fueron leídos en España.

¿Tocó el manuscrito, reescribió algo de la historia?
Eduardo Liendo dijo hace poco, a propósito de la reedición de Diario del enano, que cuando al autor se le presenta la oportunidad de reeditar hay quienes no lo tocan y otros que sí, porque es como cuando te dan una segunda oportunidad en la vida. Lo que trabajé fue el aspecto estilístico, la historia la dejé intacta, le imprimí un estilo que trabajé mucho tiempo después. Aunque no hay grandes variaciones puntualicé algunas cosas como la supresión de adverbios. Si tienes la oportunidad de editar toda tu vida, nunca publicas porque el trabajo de creación se basa en la sustracción, la tacha y enmienda, por ese empeño de volver sobre el texto y reacomodarlo.

¿Cómo es el trabajo de escritura en un texto diáfano y directo, pero lírico como Iniciaciones?
Me gusta trabajar aspectos como la aridez, el esperpento y situaciones sórdidas, pero el lirismo inmediatamente interviene. La apuesta lírica en el lenguaje es muy importante, dar esos giros, incorporar una imagen. Eso tiene mucho que ver con lo que hice en Calletania, una novela del barrio donde hay toda una incorporación de imágenes y metáforas muy precisas que van a perfilar mi voz. Meterme con situaciones muy duras, como lo hice en Bengala y salir relativamente ileso, es posible por el recurso de las imágenes.

La paciencia del outsider

¿Qué lo diferencia del Centeno de hace una década?
Tengo más o menos las mismas inquietudes. Siempre está el país, sigo tratando de comprender a Venezuela mediante mi escritura. Tal como se desprende de esta lectura, mis personajes mantienen una relación de amor-odio con el proceso modernizador. Alguien dijo en España que Iniciaciones era una deconstrucción de la modernidad, todo lo contrario de lo que había planteado Gallegos que era la conquista de lo salvaje. Creo que acá algunos personajes le tienen miedo a ese proceso.

¿Iniciaciones fue un intento por comprender a la "otra" Venezuela, la del interior del país?
Estaba escribiendo Calletania, donde venía trabajando el tema de la violencia y traté de romper con el concepto de que mi generación estaba dedicada a la narrativa urbana. Por eso Iniciaciones trata de comprender esa Venezuela profunda que todavía no terminamos de descifrar, aunque sea un escenario ajeno a mi experiencia vital. Siempre me ha atraído esa Venezuela del interior, que aún es desconocida por muchos de nosotros. Creo que sólo algunos escritores, muy especiales, la conocieron, como son los casos de Gallegos, Otero Silva y Díaz Solís.

¿Es un interés solitario o lo nota en la obra de otros autores?
Hay gente que ha ido en esa dirección. Juan Carlos Méndez Guédez escribe sobre Barquisimeto, no se queda en Caracas.También se nota en los cuentos de Rubí Guerra. Lo que pasa es que estamos llenos de etiquetas como la de "narrativa urbana" y resulta que, siempre que tomas elementos de tu paisaje inmediato, lo modificas porque escribes ficción e incorporas cosas de cualquier lugar del país. Terminas escribiendo, en mi caso, una Caracas intervenida. Hay ejemplos como el de Ricardo Azuaje que escribe sobre la ciudad, pero con la carga de haber vivido en el interior y cuando escribe sobre Caracas lo hace de otra manera.

¿Siente que su obra se ha desarrollado al margen de cierto canon escogido por la crítica nacional?
Me he limitado a ser auténtico y coherente en todo, desde la política hasta la narrativa. Lo que no sé, es si a la coherencia se le pasa factura. Pero, si de algo me he convencido en todos estos años, es que en Venezuela se es escritor "a pesar de" todo lo demás. Hay gente que quiere ser escritor no "a pesar de" sino tratando de "incorporarse a". Yo pienso que me hice un autor a pesar del "estado", de cierto canon, porque tengo una voluntad creativa que de alguna manera se quiere imponer. No nos caigamos a coba, cuando escribes, lo haces con ese criterio de querer imponer una voluntad creativa y estética. Aunque mucha gente fracase, mi voluntad continúa allí y, por eso, intento ser genuino.

La poética violenta

¿Está presente el elemento de la exclusión en sus obras?
Creo que, desde que nació la república, este es un país que ha vivido excluyéndose, una parte a la otra, como es el caso de Andrés Bello que hoy día es considerado uno de los padres de la institucionalidad chilena o Teresa Carreño, que es otro ejemplo. Somos un país de exiliados, aquí la exclusión no ha sido sólo social, lo ves en otros ámbitos como el de la sexualidad donde se presenta el elemento del expulsado, el que no logra formar parte de esto. Pienso que gran parte de los venezolanos, desde que rompimos con España, hemos vivido en la marginalidad en todos los sentidos, no porque vivimos en Nueva Tacagua, sino porque no hemos sido ciudadanos. Se ha hecho de la ciudadanía un antivalor.

¿Hay una poética de la violencia en Venezuela?
Por supuesto y eso no debe acomplejarnos. Hay que ver cuánto provecho le han sacado a eso los colombianos y los neoyorquinos, porque el problema no es el tema, sino cómo se estructura la poética, la forma cómo se aborda. Aquí podemos hacer todo tipo de narrativa. Existen personas que no ven el cine venezolano porque es violento, pero se engullen cualquier película de acción hollywoodense o leen literatura violenta colombiana, sin ningún complejo.Se cree que el autor venezolano tiene que ser políticamente correcto y debe moverse en el territorio imaginario.

¿No es parte del oficio registrar la realidad imperante?
Pero claro que sí. Los autores no pueden olvidar que todos los fines de semana matan a 80 personas y nuestras historias de violencia abundan, porque hemos sido víctimas de esto desde antes del nacimiento de la nación. Es imposible soslayar el tema, la diferencia radica en el tratamiento. Es una cuestión de estilo. Creo que un autor joven debe identificar su voz, no negarla. No puedes obviar ninguna situación así sea adversa. Siempre digo que el que no arriesga, no escribe. La literatura es una apuesta alta y los nuevos escritores tienen que ser conscientes de su oficio, de su tiempo histórico y la tradición. Deben arriesgarse a pensar y especular el futuro.

Opiniones de Centeno sobre la literatura comprometida y el papel del escritor en Venezuela destacadas al final de esta entrevista, como texto de apoyo o "despiece":

"Pienso que seguirá existiendo un movimiento independiente del proceso político porque creo que el autor genuino, el verdadero creador, no es ni chavista ni de oposición. Como ciudadano puedes adoptar posiciones políticas, pero en literatura lo que te interesa es narrar. Indudablemente hay una notoria carga subjetiva, pero tu oficio debe trabajar en favor de la obra literaria. El escritor que sacrifica por un proyecto político, bien sea de derecha o de izquierda, su hálito creador y lo pone al servicio de un proceso de cualquier índole, muere como autor. No existe otro compromiso que el de la obra. No creo en los autores comprometidos."

"No creo en la Red de escritores ni en la agencia literaria, porque todo eso está diseñado para apoyar una revolución y yo no avalo ninguna iniciativa de un proceso que te dice en la cara que va hacia un partido único, con símbolos únicos como ese perro y la rana del ministerio de la Cultura. No me interesa la persona que gerencia el Estado en este momento porque es un hombre servil a un proyecto autocrático. No me interesa ni la Red ni que me pensionen o me recoja nadie."

"No podríamos crear sindicatos de escritores, porque no hay una actividad más individualista y solitaria. Necesitamos apartarnos de ese colectivo que todo lo borra, como la muerte, que todo lo iguala; para poder distinguir y generar un mundo diferenciado. El artista lo que hace es modificar el mundo, partiendo desde su voluntad individual. No puedes agruparlo o colectivizarlo. Por eso es que la escritura del realismo socialista no funcionó, porque se colectivizó."

"Yo milité en izquierda, he ido ubicándome en el centro y podría decir que le sonrío a la social democracia europea, porque considero que es la única que puede establecer gobiernos socialistas, los únicos posibles que no confisquen la libertad del hombre ni toquen sus proyectos individudales. Es completamente distinto plantear una república socialista que tener un gobierno socialista."

GINA e INICIACIONES en HERALDO DE ARAGÓN

Suplemento "Artes&Letras" del Heraldo de Aragón. Jueves 14 de diciembre. Sección "Página 8". Autor de la reseña: José Giménez Corbatón:

Es de agradecer que Periférica incluya en su joven catálogo a autores latinoamericanos desconocidos para el lector español. Iniciaciones y Gina son dos novelas cortas nacidas de la pluma de escritores que gozan de prestigio en sus países tras haber publicado varios libros de narrativa y de poesía.
Iniciaciones, del venezolano Israel Centeno (Caracas, 1958), formó parte de un título más extenso, Hilo de cometa y otras iniciaciones, que obtuvo el Premio Bienal de Guayana en 1994 y fue publicado dos años más tarde por la sucursal venezolana de Planeta. El volumen contenía dos novelitas, de las que Periférica ofrece, por el momento, la primera, llenando así uno de los muchos huecos que algunos grupos editoriales españoles crean al no distribuir en nuestro país los títulos publicados por sus sucursales americanas.
Israel Centeno demuestra en Iniciaciones que no es un escritor fácil ni dispuesto a complacer a lectores poco exigentes. Compone su breve novela con cuatro voces que alternan la primera y la tercera persona, y tejen una tórrida historia de iniciación a la vida, de sexo atormentado, de inquietudes intelectuales que oscilan entre el entramado más profundo de la sociedad venezolana y su historia a lo largo de buena parte del siglo XX, y la constante injerencia de referentes europeos, en concreto parisinos. De las "iniciaciones" que contribuyen a la maduración de los personajes forman parte Sartre, el Rojo y Negro stendhaliano, las Flores del mal, el "nouveauroman", la Costa Azul y hasta los trigramas del Yi-Ching. Los personajes se mueven desde la quebrada y el hato nativos hasta la atracción por una convulsa Europa donde pueden hallarse alternativas que abran paso a una posmodernidad de la que estos casi-relatos (o novela intermitente) son un buen ejemplo.
Tampoco Rodrigo Soto (San José de Costa Rica, 1962) está lejos de esa tendencia que marca (o impone) la diversidad y el relativismo culturales de nuestra época. De Soto se habían incluido algunos relatos en las antologías de nuevos narradores latinoamericanos publicadas por Mondadori, Páginas de Espuma o Lengua de Trapo. Como Centeno, se sirve de la primera y de la tercera persona narrativas para contarnos la historia de "Gina-la-superantropóloga", quien da comienzo a la narración de su vida afirmando que se ha propuesto ser "una buena esposa [...], leal, buena nota, valiente". Pero, añade, no "una imbécil ni una víctima modelo".
Como algún personaje de Centeno, la Gina de Soto es una superviviente de la marea política latinoamericana -aparece la solidaridad con el movimiento sandinista nicaragüense en el corazón de sus recuerdos juveniles-, aunque también del mayo del 68 parisino.
A su antiguo cómplice universitario, una especie de rasta izquierdista que acaba ejerciendo la violencia con su propia compañera, Gina, cargada de razones, lo abandona no sin antes recordarle su infantilismo egoísta: "Si vieras lo ridículo que te ves actuando comosi tuvieras diecisiete años. Andá a contarle el cuento de tu cochina revolución libertaria a tu abuela... Mientras papi y mami pagan, todo se puede". Gina es el retrato de una mujer que lucha (sobre todo consigo misma) por alcanzar la madurez, tratando de hacer compatible esa búsqueda, cuya solución sólo puede ser personal, con la vida de pareja y lamaternidad. Al final de su periplo, intuye que el ejemplomás cercano a la verdad que anhela se lo ofrecen los indios de las montañas de Talamanca, quienes apenas han variado su vida en los últimos siglos, no han asumido el rol "costarricense" ni conciencia nacional alguna, siguen aferrados a la memoria de sus ancestros y se resignan a la etiqueta de "pobres indios" que se les viene endosando desde la época de la colonización española.

Ni en Iniciaciones ni en Gina hallamos restos de aquel realismo mágico latinoamericano que sedujo a los lectores españoles hace varias décadas. Centeno parece aludir a aquellos encantamientos para darles la vuelta: maneja una concisión y una crudeza que los hace irreconocibles. Las elipsis temporales y los sobreentendidos psicológicos confieren una espesura a la linealidad narrativa cercana a la opacidad onettiana. Su prosa tiene vocación poética, e invita al deleite de una segunda lectura. La de Soto, igualmente cuidada, utiliza registros coloquiales y un sentido del humor amable que pule las aristas de su retrato femenino. Centeno y Soto, como sus personajes, marcan las distancias y buscan ubicarse, unos en la literatura, otros en la vida.

PASOS EN LA ARENA en IDEAL de Granada y PENSAMIENTOS Y RIVAROLIANAS en TURIA

"Genio francés" se titula la reseña de Pasos en la arena que el diario Ideal publicaba el pasado jueves 14 en la sección "Ver para leer". Breve y contundente, la nota concluía con esta palabra: "Genial".
Por su parte, la revista Turia se ocupa en su último número, el 80, de Pensamientos y rivarolianas. Firma Manuel Neila. Destacamos algunos fragmentos de su extenso comentario:
"Hay quien piensa que los libros de los grandes moralistas son la flor de la literatura francesa", "Antoine de Rivarol es un escritor secreto, un pequeño maestro de la ironía y el sarcasmo, que ha sobrepasado a duras penas el umbral del olvido", "El valor permanente de los mismos [se refiero a los aforismos de Rivarol] se debe a la eficacia con que armonizan la agudeza y la gracia del pensamiento, orientado a zaherir los vicios de una época especialmente convulsa, con la claridad y la elegancia de la expresión, forjada a voluntad en la gran tradición de la literatura francesa", "Podemos conjeturar que tanto su Diario político nacional, como sus Pensamientos y rivarolianas, aunque no estén llamados a figurar entre los libros más vendidos, seguirán leyéndose con placer y provecho mientras se siga confiando en le hedonismo de la inteligencia".

11 diciembre 2006

PASOS EN LA ARENA en HERALDO DE ARAGÓN

Ayer domingo, en su columna "Las naturales" del Heraldo de Aragón (Revista del Domingo) escribía Félix Romeo acerca de Pasos en la arena. El artículo se titulaba "Frases":

Los libros que leo se reconocen fácilmente. Los lomos están arrugados, las hechuras dadas de sí y, sobre todo, hay muchas páginas con las esquinas dobladas. Cuando leo alguna frase que me gusta, doblo la esquina de la página. A veces, si hay varias frases en la página que me gustan doblo la página por sus dos esquinas. La mayoría de esas frases se me olvidan, pero lo tengo fácil para volver al libro y encontrarlas, donde me esperan pacientemente. Aunque en ocasiones topo con una página con la esquina doblada y me pregunto qué encontré allí.
Muchas de esas frases hablan de cosas elementales: el amor, la alegría, el dolor... y creo que cuanto más elementales, más me gustan. No me cuesta verme como antólogo de libros de citas ajenas, manuales de autoayuda completamente escritos por otros. Quizá tendría ahí un filón, a lo Paulo Coelho o a lo Jorge Bucay, si mi pereza no me impidiera llevar a cabo proyectos que se prolonguen en el tiempo más allá de una semana.
En Pasos en la arena, de Remy de Gourmont, un escritor francés cuya cara estaba desfigurada, que tenía ganada fama de raro y que pasaba el tiempo buscando libros más raros que él en los bouquinistas del Sena, he doblado casi todas las páginas, por arriba y por abajo. Escribió Remy de Gourmont hace casi un siglo: "Muchas personas que, no obstante, son inteligentes se preocupan mucho más de lo que dicen los hombres que de lo que éstos hacen".
Y también escribió: "La mayor parte de hombres inteligentes actúan como si fueran idiotas". Y también escribió: "No debemos dudar cuando pensamos que es necesario decir algo que nos parece útil al progreso de las ideas o al conocimiento de la verdad. Es mejor exponerse a la censura de otro que a su desprecio". Y también escribió, y estoy de acuerdo cien por cien con sus palabras: "La verdad está en los hechos y no en la razón".
Y una de las frases que más me gusta de este libro de Remy de Gourmont dice: "La condición fundamental de una buena prosa es que ésta sea natural y rítmica como un movimiento respiratorio". Porque una prosa natural es la que quiero usar cada domingo en esta columna, casi siempre sin conseguirlo.
Cuando doblo las esquinas de esas páginas, siento que alguien se ha adelantado a pensar por mí.
Félix Romeo

10 diciembre 2006

Israel Centeno en "Verbo Sur" de Babelia

El pasado sábado publicaba Israel Centeno, en la sección "Verbo Sur" de Babelia (suplemento del diario El País), un interesante artículo sobre la narrativa venezolana actual:

"Un historiador osado podría afirmar que, desde el siglo XIX a esta parte, Venezuela puede asociarse al síndrome de conjura continua.
La última década del siglo pasado no fue distinta. Una tarde cualquiera de aquellos años sacudidos por dos intentonas de golpe de Estado, rumores de explosión social y expectativas encontradas, luego de haber editado mi primera novela, Calletania, unos amigos me invitaron a una reunión en un departamento en el centro de Caracas. La atmósfera estaba cargada de murmullos, de música y del nimbo espeso del humo de los cigarrillos. Ricardo Azuaje propició el encuentro, nos reuníamos para conspirar. Se podía oler, más allá de los vapores etílicos, la agria jactancia de la adrenalina, sentir el suspense y las expectativas pulsar en la piel de quienes, tumbados en el piso, escuchábamos salsa de la Fania y a Nina Simone. Se intuía que nos hallábamos en la víspera de algo, un evento, una realidad intrigante: escribir una novela a seis o a ocho manos. De inmediato nos embargó el entusiasmo, la gracia de quienes se han descubierto escritores al oír la resonancia de sus voces y quieren hacerla tangible en los libros.
Ricardo Azuaje había publicado por entonces Juana la roja y Octavio el sabio. Quizás tenía en el tintero Viste de verde nuestra sombra. Ambas novelas se reinventaban en el humor, se sumergían con una frescura inusitada en la realidad urbana, en la historia reciente, en la cotidianidad urticante. Rubi Guerra tenía en la calle dos libros de relatos en los que se debatía la mirada de Juan Rulfo, las elipsis y la distorsión de los espejismos en los campos petroleros que ya había narrado certeramente Gustavo Díaz Solís en Arco secreto. Juan Carlos Méndez Guédez escribía su primer libro de cuentos, Historias del edificio, y es probable que estuviera prefigurando Retrato de Abel con isla volcánica de fondo. De mi Calletania o de El rabo del diablo ya otros hablarán.
En aquel momento de conjura, nos convocaba la necesidad de armar una gran novela, aún éramos ingenuos y como en todo suceso marcado por su índole conspirativa, diseñamos una estrategia, nos repartimos la responsabilidad de elaborar, cada uno de los sediciosos, un capítulo de la historia. Discutimos afiebradamente los detalles, y a veces nos costó ponernos de acuerdo, pero estábamos poseídos por nuestra certeza, redescubríamos el poder de la anécdota y las posibilidades infinitas de ficcionar la realidad.
Como ya es sabido, y como suele sucederle a la mayoría de los complots, las ilusiones de hacer la obra colectiva y darle un guantazo al rostro de la realidad literaria de Venezuela no llegó siquiera a discutirse de nuevo. Cada quien volvió a su vida, a sus asuntos inmediatos, privaron las necesidades y los gustos individuales, es lo natural; sólo de vez en cuando, en otros encuentros, alguien se ha atrevido a asomar, con el propósito de ruborizarnos, las ínfulas de aquella empresa.
También es sabido, o quiero hacerlo saber, que ése no fue un acto carente de trascendencia, porque, como decía mi abuelo que dijo algún maestro: sólo las obras hacen fe. Ricardo Azuaje, vuelto sobre sus tareas, reafirmó las propuestas iniciales, escribió La expulsión del Paraíso. Rubi Guerra ha ido más allá de sus dilemas, ha consolidado una voz diferenciada y sólida en el mapa de la literatura escrita en habla hispana. Me atrevería a arriesgar que, junto a Ednodio Quintero y José Napoleón Oropeza, es uno de los cuentistas más relevantes del país de la segunda mitad del siglo que pasó y del que comienza. Él dará de qué hablar, basta leer El discreto enemigo y Un sueño comentado; y muchos de ustedes, lectores de España, reconocen en Juan Carlos Méndez Guédez al autor magistral, lo han leído y han disfrutado de Tarde con campanas, de El libro de Esther y de Árbol de luna, entre otros.
Aquella década de los noventa fue una década de iniciaciones. Hoy, a la vuelta del tiempo, junto a autores que, por razones de espacio, han quedado fuera de esta crónica, podemos decir que la literatura venezolana es un hecho tangible y vigoroso."

GINA e INICIACIONES en DIARIO DE PONTEVEDRA

El Diario de Pontevedra publica hoy, en su Revista del Domingo, una reseña (doble) de Tomás Ruibal dedicada a Gina e Iniciaciones. Se titula "Nuevas propuestas, ideas nuevas":

Hemos comentado ya -y seguiremos haciéndolo- algunas de las originales propuestas editoriales de la extremeña Editorial Periférica, y esa línea se mantiene con sus dos últimas entregas: Iniciaciones, de Israel Centeno, y Gina, de Rodrigo Soto. Autores pertenecientes a la última generación de narradores latinoamericanos, poco o nada conocidos en nuestro país y que van conformando un grupo, con los evidentes y sustanciales matices que cada autor y su país de procedencia les confieren, pero con un elemento común: la acción simbólica de "matar al padre", personificada en esta generación de escritores por la abrumadora influencia de los autores protagonistas del denominado "boom" de los 60, puede consistir, como en todo movimiento rupturista, en un alejamiento de los patrones narrativos que caracterizaban -aceptando las limitaciones de esta y de cualquier generalización- un distanciamiento radical de ese grupo de escritores o una mera afirmación de que resulta inviable copiar los moldes que en otro momento funcionaron y desarrollar, por tanto, una escritura que busca afirmar la presencia de voces nuevas, distintas de los otros escritores.

Un caso paradigmático es el de Rodrigo Soto, autor de Gina, la novela corta que presenta ahora Periférica, con un cuidado y cómodo diseño, porque hacer libros bien significa atender también a esas cuestiones como esa. Procedente de un país pequeño y con escasa tradición literaria, Soto, autor del que uno sólo conocía su colaboración en el original y significativo volumen colectivo McOndo, presenta en Gina un original y convincente personaje femenino, la protagonista de la obra, que se autodefine irónicamente como "superantropóloga" y que relata en primera persona, a través de escenarios como la revolución sandinista, su peripecia vital: el comienzo de esta original reflexión sobre el amor, el matrimonio, las convenciones sociales o el papel de las mujeres en una sociedad todavía llena de estereotipos machistas, incluso en aquellos hombres más comprometidos en teoría con la defensa de ideologías progresistas. "Juro que durante años me propuse ser una esposa leal, buena nota, valiente; tampoco una imbécil ni una víctima modelo. En mis adentros, ser esposa se relacionaba, más que con el amor de pareja, con la imagen idílica del hogar". La decisión de contraer matrimonio, la paulatina descomposición de la relación de la pareja, a pesar de asumir voluntariamente la maternidad como hipotética garantía de un futuro estable y convencionalmente aceptado, su traslado a una exótica región y su posterior emparejamiento con un hombre totalmente opuesto, por su extracción social, su formación intelectual, su concepción de la vida e incluso su color, a su ex marido van configurando la trama de esta buena novela.

Iniciaciones, del venezolano Israel Centeno, compañero de generación de Soto, es una prueba más de que la nueva generación de narradores latinoamericanos se caracteriza por la ausencia de una temática o un estilo uniformes. Publicada en 1996, la obra, también una novela corta, permanecía inédita en España. Se trata, en este caso, de otra cala más en el subgénero de las novelas "de iniciación" que tantas grandes obras ha producido: la historia de un adolescente que descubre el mundo y sus secretos más o menos confesables. Desarrollada entre escenarios rurales y urbanos, entre Venezuela y París, el narrador va presentando a los diferentes y peculiares miembros de su familia, en un relato de fuerte carga erótica y en la que el lenguaje adquiere por momentos un ritmo poético notable. Pesimista y vital a la vez, la cita de un hermoso poema Eliot y de una frase del sobrevalorado Milan Kundera adelantan la voluntad creativa de Centeno: "Estamos llegando a una época histórica en la que el amor físico se transformará definitivamente en movimientos ridículos". Si el autor checo quiso epatar con una frase que recuerda a la famosa definición de Cioran ("el sexo es un estúpido ejercicio gimnástico con gruñidos") es irrelevante para disfrutar de esta novela con voluntad de estilo, algo que por momentos parece perderse.

Bienvenidas, por lo tanto, estas dos originales apuestas de la editorial Periférica.

06 diciembre 2006

JUVENILIA en DIARIO DE FERROL


Una de las aproximaciones críticas más interesantes (y documentadas) a nuestra edición de Juvenilia aparecía el 19 de noviembre en el suplemento de los domingos del Diario de Ferrol. La firmaba Luis Alonso Girgado y se titulaba "El encanto de un clásico: Juvenilia, de Miguel Cané":

"A día de hoy, la edición del libro de pequeño, casi mínimo formato, tiene en Thule, Periférica y Funambulista tres esmerados sellos de producción, tres apuestas por la calidad y la innovación. La segunda citada, Periférica, ha dado en la diana con la muy meritoria y vigilada edición de un libro que cosechó para su autor perdurable y bien merecida fama: Juvenilia, de Miguel Cané (1851-1905). Argentino nacido accidentalmente en Montevideo, Cané, junto a otros de su generación -la de 1880- como Eduardo Wilde, Paul Groussac o Eugenio Cambaceres, fue adelantado y pionero que abrió caminos diversos en las letras de su país. Diplomático, político de relieve, periodista, Cané prefigura al aristócrata social y cultural, al primoroso escritor que hace arte del trabajo con la palabra y que ofrece categoría estética de alto rango en la tarea expresiva. Espíritu cosmopolita y universal a la vez que declarado patriota, viajero por Europa y muy inclinado a lo francés (la prosa de Juvenilia lo deja bien claro), se acercó al naturalismo, aunque su espíritu y su cosmovisión participan del idealismo romántico y de un equilibrado realismo.
En el conjunto de lo que Cané escribió sólo Juvenilia se alzó a infinita distancia de todo lo demás. Pasa en algunos escritores. Fue un libro de cabecera de generaciones sucesivas y de lectura en las aulas y así se hizo un clásico, circunstancia que excede del hecho de que sus páginas, de confesada inspiración autobiográfica, recorran ambiente, sucesos y personajes del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde se forjó buena parte de la clase intelectual y política del país argentino. Desde su publicación en 1882, Juvenilia vio la luz en las más notables editoriales argentinas y españolas: la mítica Sur y otras tan memorables como Espasa Calpe (en su popular Austral), El Molino, Sopena, etc.
Libro, pues, autobiográfico y de recuerdos de infancia y adolescencia; narración que se despliega `sin plan y a medida que los recuerdos vienen´ (p.128) en imparable sucesión de escenas y episodios escolares por los que desfila toda una galería de personajes con su cara y con su cruz, que de todo hay, aunque sobresalgan algunos como el inolvidable monsieur Jacques, director del Colegio, sabio, científico y humanista, pero también rígido e irritable. O el bondadoso José M. Torres. A estos dos nombres se une toda una legión de condiscípulos del narrador que son la salsa de muchas aventuras y desventuras, algunas de ellas contadas con gracia en un libro que, al fin, posee también una raíz humorística.
Pero Juvenilia es una evocación de sueños de futuro en tiempos adolescentes y de primera juventud; tiempos y sueños que, al ser evocados, rezuman nostalgia, tristeza y melancolía al recrear las primeras -y dolorosas a veces- revelaciones del mundo y de la vida, del amor, de las diferencias sociales, de las relaciones humanas, del mundo del saber y de la cultura, de la radical soledad del ser humano, del abandono de la religión y de otras claves que se van dando en el proceso de maduración o autoformación que también guardan estas páginas, rematadas en un despliegue de tensión emotiva que el recuerdo hace aflorar y teñidas de una pátina de idealismo que no distorsiona la visión de lo narrado, pero que realza y enfatiza lo que en ello hubo de hermoso, de ejemplar, de entrañable y de existencialmente trascendente.
Regresa Juvenilia en esta oportuna y pulcra edición como un libro que resiste al tiempo. Resiste por su estilo bien cuidado que se apoya en símiles y metonimias, en párrafos redondeados de perfección, en incontables alusiones cultas y en una altura retórica que fundamente el buen decir, pero que se hace llaneza expresiva en seguida, superando `las enormes dificultades que se presentan al que quiere escribir con sencillez. Es que la sencillez es la vida y la verdad, y nada hay más difícil que penetrar en ese santuario´ (p. 9).
A entrar en ese santuario de hondo intimismo, de delicada confesionalidad que es Juvenilia, donde el autobiografismo deja respiro abierto al tiempo, a la vida, a la mirada retrospectiva de lo que fue y vive en la emoción del recuerdo y la capacidad comunicativa y reconstructiva de la palabra, invitamos desde aquí al lector. Este libro sorprende y emociona al tiempo que nos enriquece con observaciones y juicios muy a tener en cuenta. Literatura de inusual altura estética y convincente verdad humana, la de esta Juvenilia que Miguel Cané nos ha legado y que no podemos desconocer. Dicho queda."

En la foto, pasillos del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde se desarrolla la acción de Juvenilia.

PASOS EN LA ARENA en LA RAZÓN, LA CLAVE y ABC


Pasos en la arena ha visto la luz acompañado, muy pronto, de la buena fortuna. Creemos que el estupendo trabajo que ha hecho Luis Eduardo Rivera a partir de un puñado de textos excelentes (no sólo de Gourmont) merece todo el éxito.
El 23 de noviembre, justo unos días antes de estar presente en todas las librerías españolas, el diario La Razón se hacía eco de su "nacimiento":
"Otro rescate de un texto hasta ahora inédito en nuestra lengua: publicado en tres partes diferenciadas y en distintas fechas, Pasos en la arena reúne la colección de aforismos de Remy de Gourmont, que reflejan las múltiples facetas de la inteligencia y la sensibilidad de su autor, como dice en el prólogo su traductor, Luis Eduardo Rivera, del humor socarrón al cinismo, del pesimismo a la misoginia. Un ejemplo: Un imbécil no se aburre nunca: se contempla".

La sección de libros de la revista semanal La Clave se ocupaba también en su último número (el 294) de Pasos en la arena: "La editorial Periférica se está empeñando en mostrar pequeñas joyas de la literatura y en rescatar o olvidados escritores. Remy de Gourmont fue un erudito e insólito escritor francés de finales del siglo XIX. Cultivó la novela, el ensayo y la poesía. En estos aforismos que reúne en Pasos en la arena hay humor, socarronería y sabiduría. Pensamientos redondos sobre filosofía, política, religión o la estupidez humana".


Y el sábado pasado, era el conocido crítico José Luis García Martín quien firmaba esta reseña -titulada "Contra la gran literatura"- en el suplemento de ABC:

La posteridad es un lector impaciente. Soporta mal el fárrago, la pretenciosidad, los vacuos ejercicios de estilo. La mayor parte de los poemas escritos con vocación de eternidad caducan antes que cualquier artículo periodístico. ¿Qué queda de la prolija obra de Remy de Gourmont, de sus elaboradas novelas simbolistas, de sus arduas divagaciones más o menos filosóficas? Bien poco. Exactamente las treinta páginas de aforismos que Luis Eduardo Rivera traduce y prologa en Pasos en la arena (Periférica). Antes, en la misma editorial, nos había ofrecido los Pensamientos y rivarolianas, del dieciochesco Antoine de Rivarol, maestro de Gourmont. Y antes, El lector ideal (Llibros del Pexe), una selección de su propia obra preparada por Julián Rodríguez, el editor de Periférica, algo más que un editor ejemplar.
"Todo lo que es exacto es corto", decía Joubert, otro de los maestros de Gourmont. Y su amigo y discípulo Paul Léautaud, que epiloga esta edición, se atrevió a declarar lo que otros muchos piensan: "No me gusta la gran literatura. Solo me gusta la conversación escrita".
No fue fácil la vida de Remy de Gourmont. Una enfermedad de la piel le desfiguró el rostro a los treinta años y le convirtió en un ermitaño recluido en su oficina del Mercure de France y en sus libros. Una cita del Robinson Crusoe explica el título de estos aforismos: "Un día, yendo a buscar mi canoa, descubrí con claridad sobre la arena las marcas de un pie humano. Nunca he sentido un espanto tan grande...".
París fue la isla de este solitario que rehuía a los hombres -y a las mujeres, que le miraban con horror- y amaba los libros viejos. Escribió mucho. ¡Son tan largos los días! Y no le faltó el aprecio de los mejores contemporáneos. Pero si hoy le leemos es por las pesimistas anotaciones que garabateaba al margen de sus trabajados ejercicios de estilo: "Los grandes hombres no se sienten cómodos en su hogar porque los quieran, sino porque los admiran, los adulan y aceptan su dictadura". ¿Solo los grandes hombres y solo en el hogar?, añadiríamos nosotros, más pesimistas que él.Pasos en la arena, un libro que ni siquiera es un libro (para alcanzar las cien páginas ha de prodigarse en prólogos y epílogos), vale por muchos nutridos volúmenes. No se agota nunca. Con él en el bolsillo no hay lugar para el aburrimiento, ni para sentirse solo.¿Tenía razón Léautaud al preferir la conversación escrita a la gran literatura? Quizá no. Quizá la gran literatura sea precisamente aquella que nos permite conversar con nosotros mismos.

José Luis García Martín