editorial periférica

25 junio 2006

Rivarol en EL PAÍS y en CLARÍN

Rivarol non stop.
El sábado pasado, el suplemento de El País (Babelia) dedicaba una página completa a "Sabiduría en cuentagotas", un extenso artículo de Enrique Lynch sobre tres títulos de reciente publicación en España dedicados al género aforístico: Aforismos de Zürau, de Franz Kafka, Sentencias e impresiones, de Josep Pla, y nuestro Pensamientos y rivarolianas, de Antoine de Rivarol. "Rivarol es un aforista típico, como Chamfort o Lichtenberg", decía Lynch en su texto. "Jünger amaba de sus Pensamientos su conservadurismo aún capaz de irreverencia, su esteticismo literario aristocratizante".
Por su parte, el último número de la revista Clarín (mayo-junio), y bajo el acertadísimo título "Un contemporáneo", publica una breve pero entusiasta reseña de Laura Díaz que merece la pena reproducir por entero:

Antoine de Rivarol (1753-1801) fue un falso aristócrata francés que deslumbró con su ingenio en los últimos salones del antiguo régimen y al que la revolución condenó al exilio y, luego, al olvido. Sus obras de más empeño tienen hoy un mero valor histórico; la anotaciones que hacía en papeles sueltos y sus ocurrencias en las conversaciones (anotadas pro algunos de sus oyentes y publicadas póstumamente) no han perdido, sin embargo, nada de su viveza ni de su agudeza.
Rivarol, rescatado del olvido en el siglo XX, ha contado con admiradores tan prestigiosos como Ernst Jünger, que lo tradujo al alemán. En España es un desconocido, pero muy probablemente pronto dejará de serlo, gracias a esta bella edición, uno de esos libros mínimos que, sin embargo, no se agotan jamás: "Nadie ama lo suficiente si no ama demasiado", "No mientras nunca a alguien en quien deseas tener confianza. Desde que le digas la primera mentira, te costará mucho creerle".
A Antoine de Rivarol, una vez leído, es imposible dejar de citarle: "En su mayor parte, los libros actuales parecen haber sido escritos en un día a partir de libros leídos en el insomnio de la víspera".

04 junio 2006

Cercas elogia a Vallès en EL PAÍS


ELOGIO (MESURADO) DEL BROMISTA
Por Javier Cercas - EL PAIS SEMANAL - 04/06/2006
El oficio de editor es un oficio raro. La gente suele creer que un editor es un escritor frustrado, que publica los libros de otros porque no es capaz de escribir los suyos. No es cierto, o no lo es siempre. Lo contrario está más cerca de la verdad: un buen escritor es casi siempre un editor frustrado, porque sólo puede publicar los libros que su limitado talento le permite escribir, y no los que le gustaría publicar. Claro que un editor no siempre publica los libros que le gustaría publicar, pero el hecho probado de que algunos alguna vez lo consiguen basta para justificar su oficio.

Últimamente aparecen en España muchas editoriales. Es una buena noticia, aunque sólo sea porque contradice las predicciones de los profesionales del apocalipsis, y aunque es probable que algunas de esas empresas desaparezcan pronto; otras no: ojalá esté entre ellas la editorial Periférica, aunque sólo sea porque su editor es Julián Rodríguez y su primer título El testamento de un bromista, de Jules Vallès. Todos vivimos en la periferia de algo, pero Cáceres, donde tiene su sede la editorial, vive en la periferia de muchas cosas; Julián Rodríguez y Jules Vallès también. Rodríguez ha dirigido revistas y restaurantes, es poeta, narrador y viajero y, hasta hace poco, como cualquier otro buen escritor, editor frustrado. Por su parte, Vallès es un personaje de leyenda, además de uno de los mayores escritores franceses del siglo XIX. Nacido en 1832 en la periferia de Francia y en el centro de Puy-en-Velay, Vallès padeció una infancia durísima y gozó una vida adulta de hombre libre, valiente y aventurero: en París ejerció de forma generosa y vehemente la literatura, la bohemia y el periodismo -lo que le llevó varias veces a la cárcel-, y, sublevado por el espectáculo atroz de la miseria y las desigualdades sociales del Imperio, también la política y la revolución. A la caída del régimen, en 1871, participó activamente en la insurrección popular de la Comuna, y fue uno de los ministros del Gobierno provisional de París, hasta que, aplastada la revolución y escapado de milagro a la detención y el fusilamiento, buscó refugio en Inglaterra, de donde sólo regresó a Francia, para proseguir su apostolado literario, periodístico y revolucionario, con la amnistía decretada por la III República. Cuentan que, en 1885, decenas de miles de obreros acompañaron el ataúd de Vallès por las calles de París al grito de "¡Viva la Comuna!". En cuanto a El testamento de un bromista, tal vez no sea el mejor libro de Vallès, pero es tan limpio, insumiso, inteligente, honesto, desolador y divertido que merecería ser un best seller. No hay nada tan triste como la muerte de un bromista, salvo el suicidio de un bromista. El bromista de Vallès, a quien la gente llamaba así "porque se reía de todo y no respetaba nada", se suicida, pero no sin legar un testamento en el que narra su aterradora vida de bromista, una vida que se parece mucho a la de Vallès, la vida de un hombre humillado y apaleado que sobrevive alegremente a las adversidades gracias a su astucia y a su espíritu rebelde y libérrimo, que se burla de todo cuanto oprime a los hombres -la familia, la escuela, la política y los políticos, una sociedad que sólo permite ser "mendigo, criado o asesino"-, incluido por supuesto lo más sagrado, incluido Dios: "Prefiero el infierno al paraíso", proclama, como un nuevo ángel caído. "Prefiero tirarle de la cola al diablo antes que mirarle el ombligo a Dios". Con su habitual fogosidad escribe también el bromista, convertido en ardiente revolucionario: "La gloria consiste en verter sangre -la sangre de otros- a condición de que uno esté listo para verter la suya -yo estoy listo". La afirmación vale para casi todo, pero sobre todo para las bromas del bromista: éste se ríe ferozmente de todo, pero sobre todo se ríe de sí mismo.

Imposible no quedar prendado de este hombre. Imposible no lamentar el hecho de no haber sido escritores frustrados y haber podido publicar este libro. Imposible terminar de leerlo sin odiar un poco a Julián Rodríguez y amar a Jules Vallès y soñar con que, si somos buenos y trabajamos y estudiamos mucho y somos valientes, algún día acabaremos mereciendo la bendición de ser un bromista. Imposible no pensar que un editor es a su modo un bromista, un bromista pudoroso, que no se atreve a publicar sus propias bromas y publica las de los demás. Imposible no escribir instantáneamente un artículo. En uno de sus artículos, Chesterton -un bromista tan divertido que, según dijo Kafka, parece que haya visto a Dios- sostiene que el ensayo es el único género literario cuyo propio nombre indica que el irreflexivo acto conocido como escritura es en realidad un salto en la oscuridad; un ensayo es un experimento, así que en realidad uno no escribe un ensayo: lo que hace es ensayar un ensayo. También recuerda a Santo Tomás, quien aseguraba que ni la vida activa ni la contemplativa pueden vivirse sin relajarse con bromas. "El teatro o la épica pueden considerarse la vida activa de la literatura", escribe Chesterton. "El soneto o la oda, la vida contemplativa. El ensayo", concluye, "es la broma". Un artículo no es un ensayo ni, por tanto, una broma, sino un ensayo de un ensayo de un ensayo y, por tanto, un proyecto de broma. No es mucho, no es casi nada, pero es lo que hay.


Enlace: http://www.elpais.es/articulo/portada/Elogio/mesurado/bromista/elpepspor/20060604elpepspor_19/Tes/

02 junio 2006

Periférica en VANIDAD, TENDENCIAS y ROCKDELUX



Periférica trata de difundir su trabajo, sus obras y autores, no sólo en el ámbito literario. Buena prueba de ello es la atención prestada ya por varias de las revistas "generalistas" de mayor difusión del país. Ahora, en sus números de junio, se suman dos revistas "de tendencias", destinadas sobre todo a un público más joven o atento a las novedades y a la moda (Tendencias, Vanidad), y una musical (la veterana Rockdelux).
Ana Serrano, en Tendencias, califica la propuesta de Periférica como "una interesante iniciativa a tener en cuenta", y Vicente Ferrer, en Vanidad, concluye su reseña de La Pelirroja con un contundente "Justo lo que necesitábamos". Ambas revistas han elegido la portada del libro de Fialho de Almeida para ilustrar sus notas. Por su parte, Juan Cervera, después de presentar la editorial a los lectores de Rockdelux, se centra en Jules Vallès, a quien califica de "verdadero moderno", y en nuestro primer título, El testamento de un bromista: "La escritura, veloz y descarnada, dinamita los cimientos del convencionalismo burgués y está plagada de frases brillantes, de una lucidez brutal".


01 junio 2006

Herralde y Periférica

La revista Qué leer, que acaba de cumplir diez años de vida, dedica el dossier central de su último número a ese mismo decenio "literario" desde diferentes puntos de vista. Ha invitado para ello a algunos escritores (Cercas, Monzó, Ruiz Zafón...), agentes (Carmen Balcells), responsables de grandes grupos editoriales (Lara, Cavallero, Navajo)... y a un editor independiente, Jorge Herralde, director de Anagrama. Éste, ante la pregunta de cuáles han sido los sucesos más destacados acontecidos en la esfera literaria en los últimos diez años, resalta, al margen de la consolidación de nuevas voces latinoamericanas, la aparición de sellos españoles "con decidida vocación literaria y exigencia cultural. Desde Acantilado y Minúscula, ya casi veteranos, hasta editoriales de más reciente creación como Funambulista, Alpha Decay, Abada, Gadir... y un nutrido etcétera hasta la recién llegada Periférica".

La Pelirroja en EL CORREO

El suplemento "Territorios" del diario vasco El Correo ya publicó una excelente reseña de El testamento de un bromista. Ayer miércoles, en su última entrega, era La Pelirroja, a la que calificaba de "obra maestra", la destacada.